Editorial


Aunque aún tenemos a mano algún abrigo, el frío emprende su retirada para dejar paso a la primavera que llegará el 21 del presente mes. Con las flores que desplegarán su encantado aroma y belleza estética, llegará además en septiembre el Día del Maestro en honor al fallecimiento de Domingo F. Sarmiento, el Día de los Novios y el famoso picnic que realizan los estudiantes para festejar su día, concentrándose en parques, plazas y demás lugares en general al aire libre. Quién no guarda entre sus recuerdos ese encuentro que realizaba en su infancia, cuando de la escuela derivaban las mayores obligaciones a que estábamos sujetos. Época de primeros enamoramientos, con tiempo disponible para frecuentes reuniones de amigos y forjamiento de sueños. Época fecunda en aprendizajes y difícil por la construcción de una identidad que nos definiría como particularmente diferentes pero necesariamente en consonancia con la sociedad de la que formáramos parte. Época de errores y desilusiones, desgarramientos que nos encontraban demasiado tiernos y fortalecimientos indispensables para continuar la marcha. Época que no obstante cambiar de nombre, se repite incansablemente mientras tenemos la gracia de despertar por la mañana. Porque aunque del día del estudiante con su picnic habitual, sólo quede nuestro recuerdo al ver pasar a esos jovencitos rumbo al festejo, el tiempo que indica la edad que portamos sólo anuncia una acumulación de experiencias y no la privación de que las mismas sigan sucediendo con todos sus espasmos y develamientos.
“El camino de la juventud lleva toda una vida”, dijo Pablo Picasso. Sólo debemos entonces estar prestos a sentirla y, siguiendo su latido, enamorarnos todos los días de la vida. 


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