Libros p/grandes y chicos

INCLASIFICABLE
“CATEDRAL”


Por Julieta Nardone


El norteamericano Raymond Carver murió a los 49 años (1938-1988), tras una larga lucha contra el alcohol. Su narrativa es absorbente, inclasificable: ¿conmovedora o sofocante?; sin dudas, admirablemente, las dos cosas. Catedral es su tercer libro (1983) y está compuesto por doce historias breves. Como pequeñas sorpresas que estallan en las manos, hablan de la mediocridad y el color desabrido de relaciones modernas que adolecen de abstracción o pereza anímica, donde los seres no son malos ni buenos: son banales. Subordinados por las circunstancias, sin resto para elevarse más allá de lo cotidiano: desocupación, trabajos reducidos a subsistencia, desencuentros, parejas monótonas, evasiones adictivas… Un roce al costado autómata del humano sin sordidez ni violencia. Criaturas un poco incrédulas, un poco autodestructivas, y a veces incapaces de percibir lo singular y novedoso de toda existencia: ¿Quién sabe por qué hacemos lo que hacemos?, se pregunta uno de sus personajes.
Carver solía mencionar un consejo de su padre, cuando se iniciaba como escritor: “Escribe sobre cosas que sepas”.  ¿Qué otras cosas hubiera sabido de estos tiempos si no se hubiera ido tan joven? Sus historias, por lo general, se cuentan en dos dimensiones: una literal, en apariencia de lo más peregrina; y otra asoma con leve aire amenazador en los sobreentendidos, los detalles, y en los diálogos ajustados y descripciones de una puntualidad prodigiosa. Lenguaje llano que puede hacer sonar todas las notas, manifestar todos los registros: “Una vez, cuando estaba en el instituto, una psicóloga me dijo que fuera a su despacho. (…) “¿Qué piensas hacer dentro de diez años? ¿Y dentro de veinte?”. Yo tenía dieciséis o diecisiete años. (…) Es vieja, dije para mí. Sabía que había pasado la mitad de su vida y tuve la impresión de saber algo que ella no sabía. Algo que ella nunca llegaría a descubrir. Un secreto. (…) Así que me quedé callada. Sólo moví la cabeza. Debió catalogarme como idiota. (…) Ahora, si alguien volviera a hacerme la misma pregunta acerca de mis sueños y lo demás, se lo diría (…) Le diría: “los sueños son eso de lo que uno se despierta”. (En La brida)
Su obra explora la vida del hombre común, en una corriente de extrema sensibilidad por comprender a los otros, a sí mismo, depurado de clemencia y moraleja. Emblema de ello es el cuento que da título al libro. Narra la visita de un antiguo amigo de la esposa que es ciego, acaba de enviudar, y además, un completo desconocido para el dueño de casa (un tipo huraño y desganado). Tras la cena, viene una charla y se dan a beber y fumar mientras la mujer dormita en el sillón. Asoma la otra dimensión: en la tv hablan de catedrales y el ciego pregunta si tiene fe. No, no es creyente, pero intenta hacerle a su visita una descripción minuciosa de una catedral. Sin mucho éxito, abandona el intento. El ciego le ruega que la dibuje: “Ahora cierra los ojos. Lo hice. (…) Mantenlos así. Dibuja. Y continuamos. Sus dedos apretaban los míos mientras mi mano recorría el papel. No se parecía a nada que hubiese hecho en la vida hasta aquel momento. Luego dijo: Creo que ya está. Echa una mirada. ¿Qué te parece? Pero yo tenía los ojos cerrados. (…) ¿Y bien? -preguntó-. ¿Estás mirándolo? Yo seguía con los ojos cerrados. Estaba en mi casa. Lo sabía. Pero yo no tenía la impresión de estar dentro de nada. Es verdaderamente extraordinario -dije”.
Consagrado como el narrador más importante del siglo XX en la categoría de “realismo sucio” (¿cómo sería una representación limpia?), sorprende de su tono monocorde las repercusiones de un eco vital que se graban en nuestra mente. Relatos mínimos que se prolongan prestando imágenes a propias experiencias, ésas que antes no podíamos o no sabíamos cómo nombrar. Literatura que nos modifica, en algún sentido.

LITERATURA INFANTIL / Lluvia de astros
Enrique Butti (1949) es un escritor santafesino de original trayectoria, tanto en literatura para adultos como para los más pequeños. Sus obras tienen un sello propio, carnavalesco y penetrante.
En este libro para niños y jóvenes nos acerca a los más célebres mitos griegos, conglomerados en tres capítulos: “Del Olimpo a la Tierra, “Jasón y los Argonautas” y “Las aventuras de Ulises”. Relatos que nos mueven desde el asombro a la emoción, del miedo a la intriga, a la atracción por el descubrimiento.
Buena oportunidad para arrimar a los chicos a la cultura universal. Hermosas páginas para motivar la sed de explicación: ¿y por qué? Pregunta que resurge eternamente. Razones afinadas en la cuerda encantada del mundo. En un lenguaje diáfano y amplio, el ovillo de cada relato nunca se desmadeja del todo, y eso gracias a la gran elasticidad coloquial y los abundantes guiños a los lectores. Sin perder la lírica, cada mito se adapta a una lectura iniciática que acorta caminos para intuir, incluso, debates del hombre actual.


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