Tapa Diciembre 2011

Contratapa Diciembre 2011


DE NIÑOS Y DE GRANDES

Por Alejandra Tenaglia

Niñito Dios:

                        Es la primera vez que escribo una carta… Es cosa de María, la chica desconocida que se paró hoy en medio de la pieza y nos habló de la Navidad, de los regalos que reparte Papá Noel, y de que teníamos que pensar en nuestros deseos, volcarlos –así dijo ella, como si fuera una taza de mate cocido- en un papel, dirigiéndonos a vos. No deseos de juguetes y esas cosas, porque nos explicó que en los hospitales al panzón se le arma un lío bárbaro y va dejando lo que puede a medida que avanza; sino deseos de la vida, así, generales… No te asustes que ella nos dejó clarito que no es que vos podés cumplirnos todo lo que pidamos, sino que lo importante es querer algo con toda el alma, y que por ahí, ¿quién sabe?, una ayudita nos das… Es rara María, llegó embalada con una sonrisa de oreja a oreja como cuando yo le meto un gol al maldito del Chato, que es el mejor arquero del barrio. Y arrancó con un bla bla bla con tantas ganas que logró que todos los pibes la miraran con atención, hasta los más chiquitos que, viste cómo son, cuando se ponen a chillar no los para nadie… Yo tengo 6 años, y me parece que soy el más grande acá… bah, no sé, pero ella me dejó a cargo de juntar las cartas, asegurarme de que todos hayan escrito la suya, y tenérselas preparadas –sin leerlas, me lo repitió muchas veces, porque los deseos si no, no se cumplen- para cuando ella venga a retirarlas. Es más, le pidió permiso a la enfermera para que yo pueda realizar esa tarea esta noche antes de que apaguen las luces fuertes…
                           Perdón, tuve un poco de fiebre y no me dejaron seguir. Ya estoy mejor, traspiré como loco y dormí un ratito, estoy listo. Acá es así, te aviso, a todos nos pasa igual. A unos se los llevan para revisarlos con aparatos especiales, a otros les caen visitas, están los que se curan y se van, un poco de todo; mi vieja tenía razón, no es tan feo el lugar… Y yo que grité como un descosido el primer día cuando ella se tuvo que ir a trabajar, porque pensé… qué se yo qué pensé… tenía un miedo bárbaro de quedarme solito. Bah, solito no, somos un montón de chicos, más los grandes que vienen y van, pero solito sin ella… Y a ella algo así también le pasó, porque después de que empecé a llorar yo, empezó ella. Ahí fue cuando respiré profundo y le dije que se vaya, andá tranquila mamá, andá, andááááá… Medio como que me hice el enojado… Pero la verdad es que me empecé a sentir mal, como… como cuando llego al campito y veo que están los pibes jugando y no me invitaron... No. Fue peor, porque a los pibes los miro fulero y me voy a hacer otra cosa o me hago el que me voy… y ellos me gritan y yo aflojo enseguida porque el fulbo es lo más lindo que hay en la vida…
                        Paré un ratito para hablar con los otros, a ver cómo iban con este asunto. Algunos ya terminaron, a otros se les hizo más fácil porque se las escribieron los familiares, qué vivos…
                        Acabo de mirar por la ventana y me di cuenta que ya está oscuro, así que me tengo que apurar porque debe estar por llegar mi mamá y me va a preguntar qué estoy haciendo… va a querer leer… y ¿quién la para? Sí, ya sé, me estoy yendo por las ramas otra vez… Tengo decidido qué quiero pedir. Primero había pensado: curarme, curarme ya para poder irme a mi casa o a lo de la abuela, porque ahí deben estar mis hermanitos, que son unos cargosos, pero ahora… no sabés cómo los extraño. Después me di cuenta que para curarme están los médicos... Así que… ¡Ahí voy eh!… Quiero dos cosas, ¿se podrá?... Eso no lo aclaró María, si tenía que ser un solo deseo o… Bueno, yo pruebo… A lo mejor como dijo ella, vos me das una manito… Lo primero que quiero es que mi mamá nunca más, vuelva a llorar. Verla el otro día así, con los ojos todos mojados, me hizo más mal que todas las agujas que me clavaron... En todo caso si le tiene que tocar a alguien, que sea a mí, total… yo soy chico y siempre por algo arranco… ¿No es mal trato eh? Yo lloro por los dos, y ya está… Y lo segundo que quiero es… ya sé que regalos no se puede, pero no lo pido para que me lo traiga Papá Noel, lo pido nomás, así, como algo que me gustaría mucho mucho mucho, con todo el alma, como dijo María… ¿Podré tener algún día mi propia pelota de fulbo? Hay una en la vidriera de una juguetería del centro que… ay… ¡qué lindo sería llegar al campito con la de cuero abajo del brazo! Estoy seguro que hasta el Pelusa que es el más grande y sólo me habla para decirme “pendejo tomatelás”, querría jugar conmigo… Y yo le diría que sí con la cabeza, así, como que me da lo mismo, pero por dentro… sabés qué… por dentro mi corazón gritaría: ¡Se te dio Joselito! ¡El Niñito Dios se acordó de vos!
                          

Leo Malizia - Comienzo del verano - Diciembre 2011

Directo al corazón Diciembre 2011


NO ME SUELTES LA MANO*

Por Alejandra Tenaglia

Hace algo más de tres años, cuando el invierno iba retirándose y la primavera estirando sus pétalos, nuestra dama conoció a quien poco después se convertiría, en su compañero de vida.
Una amiga en común. Una foto de la amiga en común con sus dos mejores amigos. ¿Cuál te gusta más? Los rubios son lindos, los morochos enamoran. Te lo voy a presentar, es buenísimo. Risas. Una charla más entre compinches de fines de semana, en los que la ciudad, el colegio y una incipiente relación quedaban lejos de nuestra protagonista, que se aprontaba al pueblo a disfrutar de familiares, amistades y salidas.
Una noche, en un bar, apareció el morocho de la foto, se acercó a saludar a su amiga y, por ende, el primer encuentro con la desconocida forastera, se dio de modo casual y sin más.
La próxima cita que el destino tenía en su bolsillo se dio de tarde, en una plaza. Ellas se ponían al día con decires y sentires, él pasaba por el lugar y sin dudarlo, se sumó a la charla. Tan bien se cayeron, que a la noche salieron los tres. De ahí en más, los lazos se fueron estrechando sin cesar. Ella sentía que dentro suyo –allí, en ese sitio inconcreto en que se alojan los sentimientos- algo sucedía cuando lo miraba. Él probablemente ignoraba que la humildad, sencillez y bondad que lo caracterizaban, iban enamorando a esa mujer que le llevaba dos años, vivía en Rosario y para colmo de males, tenía allí un noviecito.
El tiempo seguía su curso inalterable, acumulando compartidas tardes, charlas, paseos y noches, hasta que en una de ellas, algo precipitó los hechos. A punto de entrar al boliche, ella hablaba con su noviecito y él junto a los demás, la esperaban. ¿Qué te pasa? Hace tiempo que te noto rara… Dale, decime, ¿te pasa algo?... Ella levantó la cabeza, lo vio a nuestro caballero, y sin dudar contestó: ¡me pasa que estoy enamorada! Y cortó…
Al día siguiente le contó a su amiga lo que le estaba pasando, y ella fue quien la alentó a dar el primer paso, conociendo la reciprocidad de él y su enorme timidez. Sólo una pregunta –por mensaje de texto- fue necesaria para clarificar el asunto; ella, ¿qué onda vos conmigo?; él, ¡me gustás muchísimo! Esa semana en Rosario, los días parecían perversamente largos. Hasta que el viernes llegó y el pueblo estuvo de nuevo al alcance de sus pasos.
La pasó a buscar, nerviosos e inmersos en ese ambiente mágico de lo que recién comienza, fueron juntos a bailar. Cuando la noche iba retirando su oscuridad para dar paso a la mañana, en el banco de un parque -testigo incansable de amores- se besaron por primera vez. Allí, con la fuerza arrolladora que impele al primer amor, se selló el inicio de la relación. Tenían por entonces tan solo 16 y 18 años, y sin embargo, apenas pasado ese verano, él le hizo un regalo muy especial: dos anillos; y la pregunta soñada por casi todo el género femenino: ¿te querés comprometer conmigo? No hace falta que les diga qué respondió la dama… Quien además, debido al firme curso de los acontecimientos y a la necesidad imperiosa y mutua de estar más tiempo juntos, tomó la decisión de quedarse a vivir en el pueblo.
Ya llevan tres aniversarios tomados de la mano.
Ella, a pesar de sus celos y su facilidad para el enojo, es la razón por la que él despierta cada mañana; dulce, compañera, ni más ni menos que la mujer de su vida.
Él es el sostén de la joven, su protector, el motivo de sus ansias, quien camina a su lado, el dueño de su corazón.
Hay una canción que se dedican a menudo, en uno de cuyos pasajes, reza bellamente: Quisiera que me agarre la vejez al lado tuyo caminando, diciéndome al oído, “no me sueltes la mano”.
¿Hay algo que defina mejor al amor, que el deseo de recorrer junto a otro, la propia vida, hasta su mismísimo e incierto final?
Y hablando de final, no termina con el 2011 esta sección que gracias a ustedes y al niño Cupido, pervive mes tras mes. Los esperamos en el 2012, con más Directo al corazón

* Basado en una historia real cuyos protagonistas han pedido la reserva de sus nombres.
  

Paisajismo Diciembre 2011


EL PAISAJE NAVIDEÑO

Por Verónica Ojeda

¡Qué rápido pasa todo! Cada año al llegar estas fechas, es lo que solemos decir…
Otro año que termina. Hemos transitado todas las instancias, pisamos las hojas secas del otoño vislumbrando el color del invierno, tratamos de descubrir qué secreto guardan las rosas, recibimos la primavera ansiosos de plantar como objetivo el renovar la esperanza, jugando a salpicar los rostros con el chorro intempestuoso de alguna fuente, soñamos en nuestros jardines nocturnos, planificamos la decoración navideña.
La creatividad por estos días se nos hace cómplice.
Aprovechamos estas fechas para ensamblar las ideas con los sentimientos.
Tanto los arreglos como el árbol (símbolo de encuentro con nuestra familia), serán pura inspiración. Incorporemos texturas o colores con los que nos sintamos identificados o generen en nosotros una linda sensación, busquemos la autenticidad, proyectemos un deseo en ese árbol.
En nuestro hemisferio tenemos la suerte de recibir la Navidad en un contexto poblado de flores y frutos variados, entonces, por qué no utilizar ese recurso para realizar centros de mesa o coronas para la puertas, podremos utilizar como base follajes de temporada.
Los árboles podrán ser esquemáticos, realizados con hierros o con ramas, podemos utilizar las más pequeñas y finas para diseñar estrellas, ángeles y lo que se les ocurra.
Podemos realizar una ambientación basada en colores vivaces e iluminar con fanales. También podemos apostar por lo nativo, que es lo que nos identifica, la esponja vegetal nos hará de base para insertar en ella especies como equisetum, hiedra, ceibo, jazmín del país y lo que se imaginen.
Lo hermoso de estas fechas es armar el árbol junto a los más chicos y sacarles fotos para ver cómo crecen año a año, ver las casas iluminadas y ese espíritu de fiesta como de que algo se espera… ¿Pero qué? Cada uno sabrá…
Que vengan las musas. Todos somos creativos, solamente tenemos que buscar dentro nuestro y seguro saldrá una obra única.
Se acerca el momento de descanso y disfrute, ¡a cargar las pilas! Hagamos algo que nos gratifique y no pensemos en los fracasos. Todo sirve señores.
Todos cometemos errores, la vida es aprendizaje, y si bien la Navidad no nos hace más buenos, podríamos hacer valer su espíritu para intentar cambiar algo.
Ya despidiéndome, aprovecho para dar gracias por haber conocido a muchas personas que hoy puedo llamar amigos, y que son los impulsores de mi optimismo, por llamarlo de alguna manera; gente con la que he pasado momentos maravillosos y que, aunque ya no estén, forman parte de lo que soy. Espero haber logrado devolverles un poco de todo lo que me brindaron.
Y como último, voy a pedir un deseo. Uno solo. Si lo cuento no se cumple…
Feliz Navidad y muy buen comienzo de año para todos.
Ojalá que cada uno de ustedes, tenga la vida que ha soñado.

La mejor de las navidades Diciembre 2011


Por Carina Sicardi
casicardi@hotmail.com

Aún estando en los últimos días de noviembre, fin de año se me antoja lejano, imperceptible. Es que nos separan múltiples acontecimientos, hablando sólo de los pautados, sin mencionar aquellos que nos presenta la vida sorpresivamente, a la vuelta de la esquina.
Falta un mes, pero los colores rojo y verde en los comercios, nos recuerdan las fiestas que promueven infinidad de preparativos, desde los materiales hasta los afectivos y emocionales; y por pura tradición, intentamos ser más buenos, quizás pensando en sumar en el debe del balance anual que, indefectiblemente, surge como consecuencia del segmento donde el implacable almanaque nos impone un final. Y digo UN final porque seguramente no será el único que hemos tenido durante estos doce meses.
Aquí comienzan las reflexiones y, sin necesidad de afinar mucho el oído, se hace común escuchar “no veo la hora que se termine este año de…”, apostando a la magia que seguramente portará el año nuevo, como una secreta renovación de deseos, aun desde los que de jactan de un absoluto racionalismo.
Las creencias y las tradiciones se unen en la lucha contra el racionalismo que surge desde el mismo momento en que algún niño, apelando a esa cuota de maldad que muchas veces se enmascara detrás del saber, nos echa por tierra los tiernos años en que los adultos se confabulaban para sostener la ilusión de la llegada del querido Gordo vestido de rojo, o el niñito Dios de nuestras lejanas infancias, con la famosa y dolorosa frase: Papá Noel y los Reyes Magos no existen.
Palabras lapidarias con las que, en general, se graba ese nombre en la historia de nuestras vidas. ¿Quién ha podido olvidar a aquel que derrumbó ese cálido mito y las lágrimas de angustia o la decepción de haber sido engañados por los padres durante casi una década?
Transcribo un párrafo de un libro de cuentos de Navidad de mi hijo, es la respuesta del editor de un diario a la carta de una niña que le cuestionaba sobre la existencia de Papá Noel: “Sí, Virginia, Papá Noel existe. Su existencia es tan real como el amor, la generosidad y la devoción, y tú sabes que éstas abundan y dan gozo y belleza a tu vida… El mundo que no vemos tiene un velo que lo cubre. Sólo la fe, el amor, el romance y la poesía pueden descorrer esa cortina y ver el cuadro de belleza sobrenatural y gloria que está más allá de nuestros sentidos”.
Es que si tan sólo por un momento pudiésemos volver el tiempo atrás, a esos momentos en que la ingenuidad y la inocencia eran nuestra realidad, aun en aquellos hogares en donde reinaba la pobreza pero también la esperanza de soñar que, más adelante podría ser diferente. Ese lugar en donde no existía la palabra “imposible”; e incluso cuando no estuvieran los regalos materiales, se preparaba una comida diferente y especial como augurio de una vida mejor.
“¡Qué alegría que uno siente!, explicarlo yo no puedo, unas ganas de ser bueno, de ser bueno hasta la muerte”, cita una estrofa del poema de Gagliardi, “Los Reyes Magos”. Es que, que haya seres tan importantes, que logran atravesar los cielos y los tiempos para traernos un regalo, pidiéndonos a cambio sólo bondad, parece un trato razonable; pero un año entero es demasiado, entonces esta cláusula es recordada días antes de la fecha, generalmente ante la frase amenazante de los padres: “¡portate bien o Papá Noel no te traerá nada!”
Los deseos simples, tangibles de la infancia, se transforman en la adultez, pero no desaparecen. Ya no pedimos un tren o una muñeca. Tampoco escribimos una carta, pero cuando suenan las campanas de las iglesias, cuando se cuenta de reversa esperando que lleguen las doce, cuando los fuegos artificiales iluminan el cielo, más allá de las creencias volvemos a pedir secretamente a quien consideramos capaz de ayudarnos a cumplir, aunque más no sea, un deseo. Prosperidad, salud, felicidad, amor; o tan sólo menos dolor, para todos.
Si es posible, guardamos los rencores para tratar de pasar la mejor de las Navidades, encontrándonos con lo más bello de nosotros mismos y conectándonos con el deseo.
Como digo Kafka, cada encuentro casual es una cita. Ustedes y nosotros tenemos una cita con la palabra y el deseo.
Hasta el 2012, renovando mi deseo del año anterior: Amor y Poesía para todos.