Bienvenidos al Nº 13

Hemos pasado el Nº 13 sin ninguna desgracia ni semejante. Aquí les dejamos como siempre, parte del material allí publicado, mientras nos encaminos con el paso algo zigzagueante, a sacar a la calle el Nº 14.
Gracias por seguir ahí.

Contratapa


Luis Sandrini en Playa Serena

Por Enrique Medina

La palabra PERÓN estaba prohibida. Playa Serena era el Sahara y a los padres de unos compañeros de la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano se les había ocurrido alquilar una “Boîte-Restorán” para ver si ganaban unos pesos. Allá fuimos, a la aventura. El lugar era un desierto corroborado por cuatro o cinco casas de veraneo equidistantemente aisladas. Curioso en la primera mirada, el edificio tenía dos plantas: comidas abajo y franeleo arriba por parte de furtivas parejas que venían en auto desde Mardel; luego nos enteramos de que era una obra de calidad que figuraba en libros de arquitectura. Tuvimos que trabajar con enormes ganas y mucha seriedad para convertir aquel fardo en un lugar medianamente suntuoso. Cargados de júbilo nos zambullíamos con exaltación y sin desdoro en aquel verde mar tan eminente e indestructible. El restorán trabajaba con los autos de la ruta. Sólo faltaba una gasolinera para que aquello pareciera el decorado tan común en las películas norteamericanas. Cuando el mar dejó de ser una portentosa alegría, nos aburríamos como hongos hundidos en la nieve. Sólo éramos nosotros, el guardavida y un pedorro puestito de panchos y gaseosas que languidecía como nuestra “Boîte-Restorán”, debido a que todavía no habíamos entrado en temporada. Inesperadamente apareció un auto que estacionó descendiendo por el talud hacia la playa. Era un matrimonio con dos chicas. Plantaron sombrilla y disfrutaron la tarde. Al otro día, coincidimos, y, como éramos los únicos pateando arena, nos consideramos en la obligación de ir a saludar. ¡Qué sorpresa!, eran Malvina Pastorino y Luis Sandrini, con sus hijas. Para mí fue una novedad verlo pelado, porque en todas sus actuaciones y en las revistas siempre tenía pelo. Aquello dejó de ser el Sahara y comenzó a tomar color. Vinieron a comer al semivacío restorán y durante esos días podría decirse que casi fuimos del mismo barrio. Nunca los cargoseamos y sólo nos comunicábamos cuando ellos nos buscaban. No siempre venían a comer, pero cuando lo hacían se quedaban horas y hasta tomábamos mate mientras charlábamos. Le preguntábamos fundamentalmente sobre su trabajo de actor, especialmente de “Cuando los duendes cazan perdices”, que hasta ese momento era la obra teatral con mayor permanencia en cartelera durante años; yo elogié “La Casa Grande”, una película que me había gustado mucho y en la que él estaba estupendo, y terminamos en Hollywood. Contó que cuando James Mason, el actor inglés que estaba en su mejor momento, lo invitó a comer a su casa, él fue con la idea de hablar de cine y arte en general y resultó que Mason le explicaba muy solemnemente que debía guardar con mucho cuidado los recibos de los gastos porque luego le servían para descontarlos en los impuestos que debía pagar y que eran muy gravosos. También habló de la amistad con Cantinflas, que estaban por filmar juntos, y montones de anécdotas. Describió el taller que tenía en los fondos de su casa, donde lo pasaba rebién porque él, Sandrini, necesitaba trabajar con las manos, sentir que podía hacer cosas como arreglar una silla o tornear un madero, y que eso lo hacía sentirse útil. En aquel momento me resultó extraño escucharle decir eso, hoy lo entiendo. Casi un mes después, al despedirse, él nos agradeció la amistad brindada y, sin decirlo, claro, que nunca lo hubiéramos escorchado y lo dejáramos disfrutar junto a los suyos de la solitaria y hermosa playa. De aquel recuerdo me queda una foto borroneada tomada con una camarita de cajón; yo lo abrazo muy confianzudo e irrespetuoso; él sostiene una sillita de playa en la que llevaba, a instancias de las hijas, unos bichitos que bien no se sabía si aún eran pececitos o ya habían llegado a ser pescaditos; la tela de la sillita era fuerte y permitía que el agua de mar no se volcara y los bichitos aún colearan a duras penas. Muchos años después, y gracias a que me había ido bien en el emprendimiento literario, tuve el honor, junto a otros, de participar de un programa televisivo conducido por La Chona, y tener la suerte de sentarme a su lado como lo había hecho en la Boîte-Restorán de Playa Serena. Estaba tan emocionado y mudo que La Chona tuvo que decirme que hablara algo. Yo sólo pensaba que mi madre estaba viendo el programa llorando a cataratas. No sé por qué, quizás porque creí que podría incomodarlo, no le dije que ya lo había conocido. Cuando enfermó gravemente, Cantinflas, con ese mismo humor que usaban al cartearse, le envió un telegrama en el que le decía: “Te ordeno que te repongas de inmediato”. Pero Sandrini, quizás queriéndole responder con una broma de humor negro, le llevó la contraria. Y ahora, dando la casualidad de que se cumplió un nuevo aniversario de su nacimiento (22 de febrero de 1905), estoy escribiendo sobre él sin saber por qué. Quizás porque no sólo fue un gran señor, en la escena y en la vida, y representó un valioso y acabado modelo del argentino medio, sino, además, porque junto con él se fue una época en la que repicaban campanas y se crecía con dicha y convicción y codicia desmesurados en este imperceptible deslizamiento, en este corto viaje, espléndido, patrañero y fatal, que nos lleva, sin otra escapatoria, al fin de la noche.


Antes del cierre

MOMENTO BISAGRA

El lunes 28 de febrero al mediodía, Osvaldo Salomón, Pte. Comunal de Chabás, dio en la Planta Alta de ese edificio una conferencia de prensa para informar sobre su decisión, ya pública, de presentarse en las próximas elecciones como candidato a vice gobernador de Santa Fe, acompañando a Miguel Del Sel.

Allí refirió que venían sucediéndose una serie de charlas, desde hace bastante tiempo, de reeditar en Santa Fe la experiencia que se dio en junio de 2009, cuando en provincia de Buenos Aires, Unión PRO (De Narváez, Solá, Macri) derrotó en las elecciones legislativas a Kirchner, Scioli, etc. La muerte de Néstor Kirchner paralizó toda esta movida y las charlas se retomaron recién a fin de enero. Pero como el frente que él creía debía concretarse, no se daba, rechazó todas las propuestas (tanto a cargos legislativos como ejecutivos). El acuerdo PRO - Federal se concretó recién el 21 de febrero (día del cierre de listas). Respecto al mismo, afirmó: “Este es un momento bisagra en mi vida, que puede ser muy beneficioso si hacemos una buena elección, o puede ser muy malo para mi carrera política y para mi futuro. Pero en realidad, los que participamos en política sabemos que estas son las reglas del juego…” Agregó además: “Hace casi 12 años que estoy en la Comuna. Hice cosas que uno no tiene que hacer en política: apegarse demasiado al lugar…” Afirma vivir con angustia cada día que le resta de gobierno, porque le cuesta irse; pidió disculpas al pueblo por cambiar una decisión sobre la hora e hizo un agradecimiento especial a Cecilia De Francesco, quien es la candidata a ocupar su lugar, en la lista oficialista.     

Banda Comunal de Música
Al comenzar la conferencia Salomón presentó a Julián Ovando, Director de la Banda Comunal de Música que se formará este año, y que se integrará de niños desde los 4 años hasta edad indefinida, porque la idea es que también comprenda a padres y otros que quieran participar.

Mujeres


Por Alejandra Tenaglia

Sor Juana Inés de la Cruz fue una monja mexicana nacida en 1651 y fallecida a los 44 años, a raíz de una epidemia. Dada la época en que vivió, resulta realmente llamativa su lucha, a través de sus escritos, por el reconocimiento de la igualdad entre los sexos, destacando el derecho de la mujer a adquirir conocimientos e incluso animándose a atacar la hipocresía masculina.
El 8 de marzo de celebra el Día Internacional de la Mujer, por eso la tenemos aquí con su famoso “Hombres necios”, que contiene tanta vivaz picardía como simple verdad. Hágase un momentito, y degústelo despacito.
Feliz día mujeres.  

Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis.

Si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis
para, pretendida, Tais;
en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén
tenéis condición igual:
quejándoos si os tratan mal;
burlándoos, si os quieren bien.

Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis,
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
a otra por fácil culpáis.

¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende
y la que es fácil enfada?

Mas entre el enfado y la pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere,
y quejaos enhorabuena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada
o el que ruega de caído?

¿O cuál es más de culpar
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

¿Pues para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis de afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesas e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.

Sor Juana Inés de la Cruz


Cine


LA PASIÓN COMO ENEMIGO

EL CISNE NEGRO

Por Lorena Bellesi

La singular visión del mundo del ballet que nos acerca el director Darren Aronofsky en su última película El cisne negro (Black Swan) es fascinantemente oscura y, por momentos, escalofriante. Resuelto a seguir los pasos de una bailarina que forma parte de una compañía de danza clásica neoyorkina, Aronofsky irá desentrañando los pormenores que preceden la puesta en escena de  “El lago de los cisnes” de Tchaikovsky, obra emblemática cuya trama, a su vez, se entrecruzará y superpondrá con la vida de los propios personajes del film, lo que determinará una suerte de desplazamiento incesante entre la fantasía y la realidad. Por lo tanto, el espectador queda atrapado en un lugar completamente inseguro, a merced de sus propias intuiciones y adoptando una postura de desconfianza hacia lo que ve.
Parece, entonces, haber un intencionado interés por parte del director en utilizar una mecánica dualista de opuestos como método narrativo. Lo bueno y lo malo, lo inocente y lo perverso, lo real y lo imaginado, la vida y la muerte son contraposiciones que se multiplican incesantemente, que luchan por imponerse y generan un compás entre aterrador y complaciente. Tal oposición se continúa en una casi monocromática fotografía; el subyugante contraste entre el blanco y el negro, que son los tonos predilectos para la ambientación, ayudan a componer un escenario profundamente dramático e intenso.
La actriz Natalie Portman encarna magistralmente a Nina Sayers, una atormentada y rigurosa bailarina, con un gran desafío por delante: interpretar al mismo tiempo dos personalidades antagónicas. Si bien lo que compete a la caracterización del cisne blanco, representante de la ingenuidad y la castidad, no le ofrece dificultad, la del  cisne negro, emblema de lo sensual y del engaño, no le resulta tan fácil. La irrupción de otra bailarina, la desinhibida Lily (una carismática Mila Kunis), su potencial reemplazante, la afecta de sobremanera, promueve en ella una sensación de inseguridad y paranoia. En este espacio refinado y grácil de la danza, los cuerpos de ambas confirman la brecha emocional que las separa: frente al cuerpo flagelado por la autoexigencia y la locura de Nina, tropezamos con la espalda  tatuada casi en su totalidad de Lily, y este detalle no es menor, debido a que claramente sugiere una personalidad regida por la despreocupación y el placer.
Dos personas más contribuyen a hacer de la vida de Nina un gran sufrimiento, por un lado, su entrometida y manipuladora madre (Barbara Hershey), y por otro, el exigente director de la compañía, Thomas (el gran actor francés Vincent Cassel), quien a pesar de utilizar tácticas un tanto cuestionables para hacer emerger en la reprimida Nina su costado seductor, confía en su gran talento, pero le advierte: “La perfección no sólo es control sino también dejarse llevar”. El cisne negro puede leerse, entonces, como una fábula moderna en clave de drama psicológico, donde la obsesión desmesurada por la excelencia artística sólo desembocará en un paulatino viaje hacia la autodestrucción.

En busca del objeto perdido


Por Carina Sicardi

“Ando en búsqueda de un objeto perdido”, expresa como único saludo el pediatra esta mañana. Irrumpe en mi consultorio en el comienzo del día con la frase que me perseguirá en los momentos que me separan del final de la jornada.
En este caso, la realidad era bastante simple, no encontraba un objeto para medir a los bebés, supongo que tendrá un nombre específico, pero no pude  preguntarle porque al haber encontrado en el lugar menos esperado, lo que buscaba, se fue. O quizás yo me detuve demasiado en esa actitud de pensamiento en que el tiempo se detiene, y él aprovechó para huir.
Ese es el camino de la existencia, la búsqueda del objeto perdido. Así de inespecífico, sin un nombre que nos guíe, sin carteles. Simplemente sabemos que hay algo que está perdido, porque algo falta.
La falta nos constituye, somos sujetos de deseo; y siempre se desea aquello que no se tiene, también indefinido, ¿cómo saber qué es lo que no se tiene?
“Vivir es estar en riesgo, el único lugar donde no hay peligro es la muerte”, dice Gabriel Rolón. Arriesgarse a vivir, a soñar, a perseguir aquello que se nos escapa pero vale la pena y el cansancio el intento por alcanzarlo, aunque no sea lo esperado cuando al fin lo logramos, porque seguramente será la flecha que nos marque otro segmento posible. Una respuesta que encierre más preguntas.
La certeza no permite el crecimiento, marca lo inamovible. Todo lo que no es posible cuestionar, modificar, pierde el sentido, ya no es.
También podría pensarse que si el objeto está pedido es porque alguna vez lo tuvimos, no se puede perder lo que nunca estuvo con nosotros. “Nunca se puede perder el que no sabe adónde va”, canta Dolina en su opereta criolla.
A veces descansamos en la engañosa sensación de haber llegado a “ese” lugar, al paraíso, allí donde todo es perfecto, o, al menos, lo parece. Hasta que, un día cualquiera, empezamos a percibir ese cosquilleo incómodo cuando tratamos de acallarlo, eso que inquieta y nos genera pensar qué habrá más allá de lo que vemos, más allá de nosotros mismos.
Cansa, agrieta, opaca la quietud; nos deja tiesos, sin ganas, sin sentir. Entonces deseamos y “no hay deseo que no busque placer y no hay placer obtenido que no genere culpa”, afirma Rolón.
Y en ese momento, nos descubrimos vivos, con ganas de que el espejo nos devuelva una nueva imagen, de tirar la ropa que, hasta hace un rato nos sentaba tan bien; de necesitar la magia de la peluquería; de encontrar esa música que hace tiempo no escuchábamos; de desempolvar viejos libros del estante más alto o de seguir aquel proyecto olvidado; de volver a mirar y ser mirados, registrados, inscriptos en la historia.
Culpa genera pensar en los errores cometidos, como si fueran un fracaso en el que marcamos para siempre nuestras vidas, y las de otros. Somos responsables de lo que hacemos o decidimos; pero equivocarnos o, simplemente intentar encontrarnos con otros deseos, no nos hace culpables, a no ser que cometamos un delito (o un pecado).
Quizás sea bueno también permitirnos un descanso en el camino, sin sentir que por eso estamos perdiendo el tiempo, porque la vida no se maneja bajo la estructura del reloj o de una apretada agenda. Existen momentos que duran una eternidad, aunque, cronometrados, sean sólo unos minutos, durante la espera por ejemplo. O parecen segundos los vividos placenteramente y han pasado horas. Dependerá del encuentro con el deseo y de permitirnos vivirlo.
Seguir en la búsqueda del objeto perdido sin sucumbir ante la angustia que ese hecho genera, será nuestro desafío.