Tapa Febrero 2014


¡Por Júpiter!



Por Sergio Galarza
sergiogalarza62@gmail.com

¡Qué hermoso es el cielo de verano! Apenas la noche se cierne sobre el pueblo, desde patios y cuadras oscuras podemos ver las estrellas más luminosas. Entre ellas, destaca una luz muy brillante que se alza por el Este y llega a lo más alto a eso de las nueve de la noche. Hablo del astro más luminoso de febrero, es un planeta: el gigante Júpiter.
Planeta quiere decir Vagabundo. En la antigüedad los griegos observaron que había unas estrellas que vagaban entre el resto. Estas fueron nombradas como dioses: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, y Saturno, los cinco planetas visibles a simple vista. Gigante, en el sistema solar, quiere decir que Júpiter es, él solo, mayor que el resto de los planetas en conjunto.
En el cielo de las fiebres, destaca Júpiter por su brillo, es magnífico a ojo desnudo, en binoculares se distinguen sus cuatro lunitas, y en telescopios es increíble, muestra su disco cual moneda de un centavo y distingues muy nítidas unas rayas o marcas que coinciden con la alineación de sus lunas. Esas marcas son tormentas fenomenales, visibles desde la Tierra. Las franjas claras de esas nubes son corrientes frías, descendentes, y las franjas oscuras son zonas más calientes, que ascienden. Estas tormentas, al contrario que las producidas en casa, obtienen energía desde el planeta, que irradia tanto calor como el que recibe del Sol.
Júpiter no tiene superficie sólida, es gaseoso. El hidrógeno es el elemento que predomina, seguido por el helio y otros. Es en realidad una estrella fallida; si hubiese poseído mucho más masa, habría podido brillar también él y nuestro sistema hubiera sido doble (con dos soles), como tantos que por allí hay.
El hidrógeno es el elemento más liviano y puede formar nubes, mares o rocas, según la presión que soporte. En ese planeta, forma las capas de gas que le dan cuerpo, los mares que hay debajo (como el mercurio, aquí en la tierra), y su núcleo masivo, fuente del calor que emite al espacio.
Júpiter ocupa la quinta órbita desde el sol (aunque entre Marte y él hay una órbita ocupada por los asteroides, un mundo que no fue), y su año es de doce como los nuestros; su día, por el contrario, sólo insume nueve horas. Esta velocidad de giro sobre su eje causa que Júpiter no sea esférico, sino oval. En los binoculares puede verse su disco achatado sobre el Ecuador.
Las lunas de Júpiter son fantásticas: Io, Europa, Ganímedes y Calisto. Son las llamadas galileanas, descubiertas en 1610 por el genio florentino.
Io es amasada de continuo por la gravedad del gigante y por ello es la luna con mayor actividad volcánica del sistema solar. Lo que en la Tierra sucede con el agua -que forma mareas- en Io ocurre con sus placas y manto, el cual es expulsado al exterior por sus volcanes infinitos.
Europa es otra a considerar. Su superficie está formada por hielo que muestra rajaduras propias de la deriva de bloques que flotan sobre agua salada, tal como sucede en nuestros polos. Esto ha convencido a los científicos de que Europa alberga un mar prodigioso. Incluso se observan chimeneas por las cuales este agua respira, razones todas que favorecerían la aparición y desarrollo de la vida.
Ganímedes es la mayor luna del sistema, mayor que Mercurio, posee atmósfera.
Calisto es de las cuatro la más oscura y deja ver sus cráteres de impacto tal como en casa lo hace nuestra Luna.
Júpiter es el garante de nuestra vida. Con su masa tremenda genera una gran fuerza de gravedad (más del doble que el resto de los planetas), con ella absorbe la mayoría de cuerpos pequeños que, en su caída hacia el Sol, de impactar con la Tierra podrían cambiar las condiciones geológicas que nos mantienen con vida.
Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno son los nombres que dieron vida a nuestros días de la semana, junto a Luna y Sun, el sol. A Júpiter, como sospecharán, le corresponde el jueves.

La mar no estaba serena



“CAPITÁN PHILLIPS”


Por Lorena Bellesi
bellesi_lorena@hotmail.com

Es el comienzo de otro día de trabajo, camino al aeropuerto, Richard Phillips conversa con su esposa sobre cuestiones de su cotidianeidad que lo preocupan, como por ejemplo, la irresponsabilidad de uno de sus hijos, la ligereza con que encara sus estudios. El mundo cambió, dice el hombre, es incomparable al de su juventud, hoy es menester estar fuertemente preparado para poder ingresar al mercado laboral, el cual está atestado de postulantes en contienda permanente por un puesto de trabajo. Esta reflexión no es banal, es el prólogo o el marco al posterior desarrollo de la acción, y tiene que ver con los nuevos –y no tan nuevos, casi un reciclaje de lo que alguna vez fue- paradigmas sociales. A grandes rasgos, en el globalizado siglo XXI las realidades difieren drásticamente entre sí, lo que sigue inmutable es que son ellas las que determinan qué lugar ocupa cada uno, vivir en el primer mundo parece implicar en el imaginario más oportunidades, chances adecuadas a cada personalidad. Traducido sería, no es lo mismo nacer en África que en Estados Unidos. Esta instancia de ameno intercambio verbal es breve, los momentos de distención prácticamente no existen en el film “Capitán Phillips”, que narra lo sucedido en el año 2009, cuando piratas somalíes abordan y secuestran un barco comercial americano en aguas africanas. El cineasta Paul Greengrass no nos da respiro, maneja increíblemente la tensión y las emociones de tan desventurado viaje, desestabilizando la calma del recorrido gracias a un incesante ritmo de incertidumbres y amenazas.
Tom Hanks interpreta magistral y convincentemente al capitán del navío, aunque este año la Academia no quiera reconocerlo. Richard Phillips comanda con rigurosidad su barco mercante, es estricto en el cumplimiento de las normas, protector de su tripulación y un muy hábil negociador bajo presión. Astutamente sabe sacar provecho de las ventajas que tiene a mano, como ser el conocimiento detallado de su propia embarcación, la cual recorre en su totalidad, él para controlar su buen funcionamiento, nosotros lo seguimos para reconocerla. Su contrafigura es Muse (un ignoto Barkhad Abdi, que sí está nominado al Oscar) el osado líder somalí, quien con tres hombres más acosa la mole americana desde un bote precario a toda velocidad. Si este pequeño grupo se construye como EL enemigo, obedece a que portan poderosas armas, por lo tanto controlan la situación bajo la demencial posibilidad de una ejecución instantánea. El accionar de los piratas es condenable al incurrir en el atroz delito de arrebatar despóticamente la voluntad y libertad de otros.
Además de los personajes, hay otros dos protagonistas estelares cuya presencia auxilia la dinámica narración. Cada angustioso instante está afianzado en un escenario particular, asilado. En la primera hora todo transcurre en el interior de un inmenso barco carguero, con disimulados vericuetos, de andar lento, pesado. En la segunda parte, la historia se traslada a un pequeño bote salvavida naranja chillón, herméticamente cerrado, sellado al exterior, liviano, veloz.
En esta ocasión, los más afortunados serán los desmemoriados, aquellos que no recuerdan este episodio internacional y su desenlace. Lo digo porque “Capitán Phillips” es el producto ideal para combatir la abulia, sus 134 minutos de duración producen un despilfarro de ansiedad en el espectador, sustentado por un enardecido clima de intranquilidad que traspasa la pantalla.




¿Qué misterio tiene Clarice?



FELICIDAD CLANDESTINA


Por Julieta Nardone


Es la pregunta que eleva la voz limpia de Caetano Veloso en una de sus primeras canciones. Clarice Lispector (1920-1977) fue una escritora brasileña que desde niña supo que escribir era una necesidad; desenvolverse desde pequeña en ello algún día le permitiría tener la lengua en su poder. Toda su vida y su obra vienen recubiertas de un misterio que ella misma se encargó de alimentar. Una loba fascinante, como la llamó un poeta de su tierra. Otra escritora declaró que era lo que Kafka hubiese sido de ser mujer... Incluso, entre las impresiones que causaba, se dijo que no era una persona, era un animal... Hembra sensual y de un pensar feroz, penetrante: algo que lastima los ojos. O tal vez haya un lado ilegible en ella que únicamente puede acontecer en su escritura: “Lo indecible sólo me será dado a través del lenguaje”, precisó alguna vez.
Léanme... parecía exhortar a los críticos y entrevistadores que perseguían descubrirla y de los que ella rehuía sin claudicar. Allá vamos, entonces, con la lectura de los cuentos reunidos en Felicidad clandestina (1971), donde se asume como materia esencial la experiencia interna.
El cuento que da título al libro, es la historia de una pequeña que desea intensamente lo que otra nena tiene pero que casi no aprecia. Se trata de un libro de literatura infantil. La dueña del mismo ejerce un plan cruel y así, se convierte también en dueña de la felicidad ajena. Del mismo modo, en Restos de Carnaval describe sensaciones encontradas, la necesidad, los costos, los remordimientos de la  alegría. Una criatura espera ser parte de esa fiesta aunque la agitación de la tragedia habite la casa por la enfermedad de la madre. El disfraz, quizás, pueda permitir ocultar una infancia expuesta a los golpes duros de la vida.
Una historia de tan grande amor es un relato de profunda comunión entre frescura y sensibilidad. También se trata de una niña, quien se encuentra al cuidado de las gallinas de su casa. Ese cuidado se traduce en un amor humano hacia esos animales sin capacidad de amar: “Las gallinas parecían tener una suerte de pre-ciencia de su destino y no aprendían a amar a sus dueños ni al gallo. Las gallinas están solas en el mundo”. Pero llega el momento de comerlas y desde ahí se nos pone frente al mayor peligro de tanto amor: ¿distorsionar, corromper, aplastar?  Desde otra óptica, El primer beso es la historia amorosa de un niño que nace a partir del beso a una estatua que chorrea agua; cuando a primera vista él sólo buscaba saciar su sed, ocurre el cambio vital.
Pero también hay relatos aquí que no despuntan desde la infancia. El vínculo entre ellos podría encontrarse en la suerte de metafísica intuitiva que nos suspende en esos misterios que Lispector plantea de manera original y como parte de asuntos aparentemente banales o de hechos ordinarios que se convierten en determinantes para sus personajes. Estos roces de elementos simples inmediatamente hacen aparecer el fuego de una profunda indagación por la vida interior. Para nombrar sólo algunos, Perdonando a Dios y El huevo y la gallina son ejemplares de esta rara especie que manifiesta un efervescente juego en el pensar. Me limito a citar sólo un fragmento de los tantos que resultan iluminadores: No sabía que es sumando las incomprensiones como se ama verdaderamente. Porque sólo por haber sentido cariño pensé que amar era fácil. Y porque rechacé el amor solemne, sin comprender que la solemnidad ritualiza la incomprensión y la convierte en ofrenda”.
Este libro, amigos, nos envuelve con tonalidades modestas. Sol oscuro de Brasil (como la llamó el argentino Eloy Martínez) que alumbra con su escritura simple y desnuda, por eso hiere...

Ponerse en movimiento



Por Carina Sicardi / Psicóloga
casicardi@hotmail.com

Es indiscutible que diciembre está emparentado con las despedidas y balances. Reflexiones y finales. Apuros y corridas. Calendarios completos y estómagos que no resisten el desequilibrio que generan las orgías de alimentos y bebidas alcohólicas. Pero enero, que debería ser por continuidad temporal, el mes de los inicios, parece no responder al mandato natural. Todo se aletarga… Como si el sol abrasador nos detuviera el cuerpo y los pensamientos, días de resaca aún para los abstemios… Un paréntesis hasta para los que no han dejado la cotidianeidad laboral.
Hay algo en común a todas las familias que tienen hijos entre sus integrantes: ellos sí disfrutan del receso escolar; y con esto un abanico de posibilidades se abre para que la organización que tomó forma en el curso del año, se derrumbe cual castillo de naipes. Los tan resistidos horarios de las actividades anuales, que transforman a los padres en avezados remiseros, por momentos son deseados en relación al caos que reina por la desacostumbrada inactividad que culmina con un temible y reiterado: estoy aburrido.
Lapidaria frase, tan corta y tan contundente. ¿Cómo se combate el aburrimiento?  ¿Cómo se entretiene a un niño en vacaciones?
Es que, durante el año, los tiempos de encuentro son diferentes, no hay lugar para el temido aburrimiento, porque, o bien el niño tiene muchas actividades que lo educan y/o entretienen, o los padres no tienen tiempo para escuchar esa frase.
Las vacaciones habilitan espacios casi nulos durante el resto del año. Es el momento del reencuentro de una familia cuyos miembros vuelven a reconocerse con todo lo que nos gusta y enamora del otro… y también con lo que no.
Aquí radica el problema. No hay telones detrás de los que podamos escondernos. Aquí estamos de frente, mirando a la cara a los seres que amamos, sin saber cómo encontrar la armonía entre los diferentes ritmos que cada uno elige.
Me detuve en la observación de la manera de relacionarse, de comunicarse e incomunicarse, de las familias en vacaciones: discusiones entre padre e hijo adolescente en defensa de su madre; celos desmedidos de un joven hacia su novia, quien caminaba silente y apurada, para no perder el paso de aquel que no escatimaba en palabras ofensivas, sin importarle el dolor ni la vergüenza… La cara de hastío de los padres, ante el cansancio del final de un día de playa y la demanda del famoso “quiero upaaaaa”… Y la arena quema y el mar es frío y la gente aturde, y la soledad asusta…
Pese a todo, el final del día siempre nos encuentra con un gesto que borra todo lo que mencioné: una sonrisa cómplice, un “te quiero”, un encuentro en el abrazo, un “hasta mañana” que augura otro día juntos, para elegirnos aún ante la diferencia.
Por eso, robo por un rato el monólogo de Héctor Alterio en la película “Caballos Salvajes”, en el cual dice:

Se puede vivir una larga vida sin aprender nada.
Se puede durar sobre la Tierra sin agregar ni cambiar una sola pincelada del paisaje.
Se puede simplemente no estar muerto sin estar tampoco vivo, basta con no amar, nunca, a nada ni a nadie; es la única receta infalible para no sufrir.
Yo aposté la vida a todo lo contrario, y definitivamente había dejado de importarme si lo perdido era más que lo ganado, creía que ya estábamos a mano el mundo y yo, ahora que ninguno de los dos respetaba demasiado al otro.
Pero un día descubrí que todavía podía hacer algo para estar completamente vivo antes de estar definitivamente muerto…
Entonces… Me puse en movimiento.