Tapa Agosto


Copérnico tenía razón



Por Sebastián Muape
sebasmuape@gmail.com

Con una espera de veinticinco años, una noche desembarcó Jagger con su jeta y su galera, sacudió la lengua Stone y nos dijo que éramos el mejor público del mundo. Ese estribillo que tan bien nos calza, terminó de reafirmar viejos convencimientos. Es decir, de noticioso, nada; siempre supimos los argentinos, de nuestra inigualable capacidad para adornar planetas. Poco nos importa si después se lo dijo a los chilenos, brasileños o nepalíes, él puede cambiar el gentilicio cuantas veces quiera, intentando quedar bien con esa gente.
Y ahí vamos, pecho inflado y pisando el mundo de soslayo, con la vehemente convicción de ser el ombligo de todo, pese a que colgamos del mapa. Por carácter transitivo, aplicamos aquello del gran público a todo cuanto orden de la vida nos suceda, e intentamos completar casilleros, agotando rubros en los que sobresalimos por encima de la humanidad. La lista es extensa.
Ahora bien, una vez que nos ponemos “la diez”, que comenzamos a marcar el tiempo  frente a la primera línea de violines, son pocos los vientos que inflan nuestras velas, no vaya a creer que nos la llevamos de arriba, si nos pondrán a prueba, mire…
Cazados por redes de sobre-información, sometidos por invasivos discursos grandilocuentes, hipnotizados por líderes de opinión de dudosa estirpe, con definición HD aunque borroso pasado, divididos por una zanja infecta, manipulada y sórdida. Arrasados por el tsunami televisivo, donde las caretas vociferan mirándonos a los ojos, parafraseando a la nada, los abanderados de la moralina, histriones sin Cabildo, anti próceres, vitalicios del club de la moral de plastilina. De pronto nos encontramos nadando en la ciénaga y sin una rama de dónde agarrarnos. ¡Sálvese quien pueda! ¡Inmunicemos las aulas! ¡Cuidado dónde rezamos! ¿Alguien tiene un libro?
Confundidos. Noqueados. Aturdidos. Quebrados. No es sencillo ser brillante. Esperanzados. Desilusionados. Invadidos. Liberados. Anquilosado el músculo supremo que permite discernir. Estamos a tiempo. En principio debatamos o directamente pulvericemos, como hizo el polaco Copérnico hace seiscientos años con la teoría geocéntrica, ésa que ponía a la Tierra donde no corresponde. No nos enojemos con este tipo por habernos corrido del centro, es mejor que giremos alrededor del sol, es más sano pisar seguro. Copérnico nos enseñó, Jagger nos confundió, y nosotros nos subimos solitos a un lugar odioso. Bajemos del pedestal, miremos de igual a igual, ombligos de nada, un bautismo de humildad. Ya tuvimos a Maradona, ahora a Messi, ni qué decir de Piazzolla, suficiente.
Fuimos coloniales hace apenas doscientos años, somos una historia incipiente, de prólogo. Somos ambivalentes, somos Belgrano y Rivadavia, somos Güemes y Liniers, somos Favaloro y Grassi, somos Guevara y Barreda, somos Borges y Gran Hermano, somos barrio y country, somos la ESMA y el Monumental. Somos el Mundial y Malvinas, somos los soldados y “60 minutos”, somos la censura y Los Dinosaurios de Charly, patriotas y patrioteros. Somos la tele a color para el extranjero y la grisácea para el local. Somos el exilio y la vuelta, somos los “Bastones largos” y el nacimiento del Rock, somos los “Vuelos de la muerte” y el “Nunca más”, somos el cine funcional de Palito y Balá y el de Leonardo Favio, somos Etchecolatz y Jorge Julio López. Somos pizza y champagne. Somos la Plaza de Mayo bajo la lluvia, la de los paraguas y las cintitas, la que marcha por justicia; somos la Plaza de Mayo estruendosa que recibió a la democracia y fuimos millones un otoño, en la misma plaza, fogoneados por el cerebro etílico y narcotizado del canoso General. Vamos de banquina a banquina, contando baldosas con errático caminar.
Qué difícil ser ciudadano con tanto bagaje, cuánto acontecimiento apretujado en tan poco almanaque ¿Cómo salir ileso? ¡¿Cómo salir?! Quizás la duda sea si verdaderamente le ponemos cráneo a nuestro andar y usamos las tijeras para cortar la tanza titiritera y cruel. Si pensamos y replanteamos o si nos masificamos como ganado; en todo caso sigue dependiendo de cada uno. Y todo está a la mano, no hace falta ser virtuoso, alcanza con sentirse inquieto y ser curioso.
Puta que nos pasaron cosas amigo, ¡como para no errarle!
Igualmente ahí vamos nuevamente, a seguir participando. El domingo el voto de todos, vale por igual. No es poco, y es bueno no dejarlo de recordar.





Robó, huyó y...



Por Ana Guerberof
ana.guerberof@gmail.com

Desde España
Que le roben a un banco hoy por hoy suele provocar en las personas un ligero sentimiento de satisfacción, de revancha. Todos vemos en el ladrón a un Robin Hood de los bosques. Sin pensar en los posibles daños, no ya económicos sino personales, la mayoría piensa: ¡Que se jodan! (los bancos, claro está).

Y sí, a esto hemos llegado después de siete años de crisis y de varios rescates a la banca. La gente está enojada. Además, la información de los medios de comunicación no ayuda: unos defienden los rescates como una necesidad imperiosa para salvar al país del descalabro económico y generar trabajo (en definitiva, volver a entrar en la rueda), y otros condenan lo que ven como una ayuda desproporcionada que no se traducirá en beneficios para los que realmente pagan las deudas, es decir, los ciudadanos. Los recientes sucesos de Grecia muestran el grado de saturación del ciudadano medio y su falta de confianza en los organismos financieros. Fuera cual fuera el resultado de las negociaciones del gobierno griego con la temible troika, quedó bastante claro que los griegos estaban hartos y que habían perdido la fe, que tenían hace unos quince años, en las instituciones.

Por todo esto, cuando leí en The New York Times que un hombre había robado una sucursal del Banco Santander en Queens (Nueva York), lo primero que me vino a la cabeza fue precisamente eso: ¡Que se joda el Santander! Admito que esta confesión no dice mucho de mí como ser racional, dejarse llevar «por la crispación» no es bueno, pero, si sirve de atenuante, es totalmente sincera. La noticia decía que un hombre, vestido con un buzo gris y pantalón haciendo juego, había entrado en la sucursal y había pasado un papelito al empleado de la ventanilla en el que decía: «Deme todo lo que tenga. Llevo un revólver». El sabio empleado entregó lo que se le pedía, como hubiéramos hecho todos nosotros, sin rechistar. El botín que entregó al malhechor contenía 1.212 dólares. Seguramente el empleado bancario pensó: «Pobre desgraciado». Y luego: «Y por unos míseros mil dólares, ahora me voy a tener que quedar hasta las tantas para prestar declaración a la policía». La vida del trabajador. Ingrata. Pero aquí llegamos a la parte más interesante de la noticia. El ladrón toma el dinero y no corre, no, sino que sale de la sucursal en una silla de ruedas. Sí, han leído bien, en una silla de ruedas. Las cámaras del banco y de los comercios de la zona recogen el momento en que el ladrón huye tranquilamente empujando su silla. Pensé en ese momento que era un golpe maestro, un disfraz impecable, nadie pensaría que un minusválido que se desplaza por el barrio de Queens acaba de atracar un banco de la familia Botín (sí, curioso apellido para unos banqueros) en Nueva York. Y si lo supiera es posible que, junto al sentimiento descrito al inicio de la crónica, sintiera también algo de admiración por lo que interpretaría como un plan perfecto (si no tenemos en cuenta la cantidad de dinero robada).

Pero, haciendo honor al título de esta sección, la realidad siempre supera a la ficción. El ladrón, que se llama Kelvin Denninson y tiene 23 años, está paralizado de cintura para abajo y vive en el mismo barrio (relativamente cerca de su «escenario del crimen»). No se sabe si Kelvin tenía realmente el arma con la que amenazó de forma epistolar al empleado en el momento del atraco ni qué pretendía con su hazaña. ¿Probar que podía hacerlo? ¿Estaba harto de que lo ningunearan? Lo curioso del caso es que según ha declarado el propio Kelvin su parálisis se debe a una bala perdida durante un tiroteo en su barrio. Trágico.

Lamentablemente, el reto le ha salido caro a Kelvin ya que está detenido por robo con intimidación bajo fianza de 15.000 dólares. Doce veces la cantidad de su botín. Y pensar que hay exbanqueros y exdirectores del FMI, y no diré nombres, que han robado millones y que pasan sus vacaciones en un yate navegando por la isla de Mallorca. Mundo cruel.

¿Qué es lo que más te gusta de ser "chiquito/a"?



Por Verónica Ojeda

veronicaojeda48@hotmail.com


Las enunciaciones para esta pequeña gran palabra, pueden ser muchas; sólo cuatro letras que sin embargo albergan todo un universo: niño. Cada quien lo interpreta desde su lugar y con una carga afectiva diferente, se me ocurren muchísimas y variadas desde mi diccionario cotidiano. Citando a quienes los definieron con poesía: “locos bajitos”, según Serrat; “gigante chiquito”, como supo cantarlo Sergio, el del flequillo cano; también se los conoce (según me han contado) como “pequeñas personitas que aparecen en el medio de la noche adueñándose de tu lugar en la cama”. La literatura los designa como seres mágicos en donde sólo cabe amor, fantasía, inocencia y sentimientos puros, ya todos sabemos de Caperucita, Blancanieves, Pulgarcito, todos estos creados en la cabecita de los célebres y controvertidos hermanos Grimm; aunque en realidad ninguno de estos personajes supera la realidad de los niños que hoy conocemos… Creo que en más de un caso, el lobo saldría corriendo pidiendo auxilio ante los relatos desopilantes de alguna Caperucita actual, preguntándoles si conoce la colección de Barbies; o mejor aún, un Pulgarcito de hoy, jamás iría al bosque sin la Tablet o quizás el GPS de papá que tomó prestado sin que este se diera cuenta.
¿Se imaginan a Blancanieves hoy, abriendo la puerta de la casa de los enanitos, viendo a la viejita de la manzana envenenada? Yo creo que le diría: “cuidado, no las coma señora, porque puede que no sea orgánica y quizás la hayan fumigado con un veneno que vende un señor Nonsanto…” Pero no quiero irme por las ramas, sin preguntarles por aquel niño, ¿se acuerdan? Ese que fuimos allá lejos y hace tiempo pero que de vez en cuando para estas fechas solemos recordar, aquel que iba a la plaza a jugarse un fulbito con los pibes de la cuadra y que seguro se le hacía de noche y seguía con la camiseta del club de sus amores llena de tierra o de barro, si había llovido en esos días… Ese, que andaba todo el santo día montado a su bici desprovista de frenos, guardabarros y todo el compendio que complementaba al medio de transporte. Esa que jugaba a vender caracoles pintados en la vereda, pero vivos… La que se disfrazaba y así pintarrajeada andaba por la calle hasta que era interceptada por la madre portadora de ramita o chancleta según el caso. ¿Y los que se creían expertos cazadores de ranas? Acarreando caña improvisada, carnada y bolsa para transportar la mercancía… Los mercenarios de las escondidas y las casas en construcción. Los que armaban bandas de rock con cualquier lata que andaba suelta... El que disfrutaba yendo al campo y ni qué decir de pilotear máquina o tractor, parado. Esa nena que se hacía la payasa en cada reunión familiar imitando personajes de la tele, previo ensayo frente al espejo, y que con total desparpajo e impunidad podía hablar sola durante horas (bueno, sola es una manera de decir, estaba con su amiga imaginaria, que hasta nombre y apellido tenía).
¿Por qué con el paso de los años los vamos dejando atrás? ¡Si es tan lindo jugar! ¿Por qué dejamos de reírnos como antes? Si es tan necesario… ¿Por qué nos reencontramos con los compañeros de la secundaria una o dos veces al año? ¡Si es tan bueno volver a tener quince!
No lo dejemos dormir… Bailemos, juguemos, soñemos con esa inocencia que solíamos tener, desempolvemos la espontaneidad y abandonemos el cartón con el que nos arropamos a veces. Seamos nosotros mismos, ¡seamos niños!
A todos los niños, los de hoy y los de ayer… ¡FELIZ DÍA!



¿QUÉ ES LO QUE MÁS TE GUSTA DE SER “CHIQUITO/A”?
Ernesto Deluca / 4 años
Lo que me gusta es ir al Jardín a jugar con mis amigos a Dragon Ball Z, me gusta pintar y comer muchos postres y paragüitas, también que voy al parque con mamani, Rafi y Antonio.

Morena Chávez / 5 años
Lo que más me gusta de ser chiquita es que puedo hacer muchos amigos y podemos jugar todos los días. También me gustaría aprender a andar a caballo. Me gusta ser chiquita porque puedo ir a la casa de mi nona y dormir con ella.

Liam García / 5 años
Me gusta ser chiquito porque puedo ir de vacaciones con mi mamá y mi papá, ver las montañas y que me lleven a visitar a mis primos. También que mi papá me haga barquitos y avioncitos y me enseñe cómo se hacen.

Esmeralda Cugno / 5 años
Me gusta ser chiquita porque puedo jugar mucho tiempo con mis amiguitas del Jardín y hacer otras nuevas; y también que mi mamá y mi papá me cuiden a mí y a mi hermanito.

Luisina Razzini / 7 años
Lo que más me gusta de ser chiquita es que puedo disfrutar de los abrazos de mi mamá y mi papá y que me cuiden. También me gusta porque puedo jugar a un montón de juegos y disfrazarme.

Bárbara Rondini / 9 años
Lo que más me gusta de ser chiquita es que puedo ir a la cama de mi mamá y mi papá y estar un ratito con ellos, o que mi papá me haga upa cuando miramos tele.


Fantasías sexuales



IMPORTANCIA

Laura Diaz
Psicóloga - Sexóloga

Dos frases importantes acuñó la sexóloga Helen Kaplan a lo largo de sus años de trabajo: la primera es “el cerebro es el principal órgano sexual”, y la segunda es “la excitación es mitad fricción y mitad fantasía”, por lo tanto vemos la importancia que las fantasías tienen en la sexualidad.
Algo con lo cual me encuentro frecuentemente en el consultorio es la dificultad de fantasear, principalmente para las mujeres. En los hombres se encuentra que fantasean más que ellas debido a que, entre otras razones, desde chicos están acostumbrados y más estimulados para ello.
Esta dificultad suele encontrarse por debajo de otros problemas en la sexualidad, como dificultad para alcanzar el orgasmo y disminución del deseo sexual. Muchas veces se manifiesta por la ausencia de fantasías en general y en otros casos recae específicamente sobre las fantasías sexuales porque la persona siente culpa relacionada a entender este proceso de fantasía como un engaño a la pareja o como algo de contenido moralmente incorrecto.

¿Qué es una fantasía sexual?
Para comenzar definamos a qué llamamos fantasía sexual: la misma es una representación mental que estimula y acompaña los actos sexuales. Las fantasías se encuentran entre las manifestaciones principales de la sexualidad por lo tanto se las considera actividades sexuales. Pueden expresarse mediante imágenes, pensamientos o ambos.
Por el contrario a lo que muchas veces se cree, esta representación mental nos permitirá conectarnos más con el placer y la sexualidad.
Suele suponerse que una fantasía sexual está asociada a algo imposible, lo cual no siempre es así, sino más bien tiene que ver con algo que nos estimule y genere deseo sexual. Por otro lado, no todo lo que fantaseamos lo queremos llevar a cabo, una parte de las fantasías sexuales no se llevan jamás a la realidad, quedan en nuestra intimidad.
Tener fantasías sexuales no significa tener dificultades o carencias, por el contrario, suelen estar relacionadas con una mayor satisfacción sexual y un aumento de orgasmos.
En el principio de toda relación las fantasías sexuales son moneda corriente, tal vez voy pensando toda la semana: ¿qué haremos?, ¿qué me voy a poner?, ¿a dónde la/lo llevaré?, anticipándonos al encuentro. Esto permite que de forma más espontánea sintamos un alto deseo sexual al llegar al ansiado momento. Con el tiempo de la relación esto suele ir cambiando y lleva muchas veces a repercutir en el deseo sexual, lo cual se registra principalmente en las mujeres.
Por lo tanto, es importante tener en cuenta que las fantasías también pueden ser un recurso para poder comunicarlas a nuestra pareja y realizarlas en conjunto para salir de la rutina.
¿Qué cosas me podrían llevar a fantasear? Eso es muy variable y depende de cada persona en particular. A veces surge el problema de no saber por dónde comenzar. No siempre debe ser algo muy elaborado, a veces es suficiente con una ambientación, lugar diferente o ropa que puede estimularme tanto a mí como a mi pareja.
Las fantasías sexuales, como toda conducta, pueden trabajarse, no sólo en la intimidad de autoerotismo, sino también en la comunicación con el compañero sexual, uno pude seleccionar de las fantasías que tiene, qué compartir y qué no.
El proceso de fantasear, si no surge de manera espontánea, puede buscarse deliberadamente en soledad o en pareja con el objetivo de aumentar el deseo y enriquecer la relación sexual.
En la  medida que podamos entender las fantasías como algo natural y esperable de la sexualidad, vamos a poder disfrutarlas más y nos llevará a refrescar y movilizar nuestra sexualidad.