La mujer y la publicidad
No me diga que pisar una baldosa floja –que siempre aloja un resto de agua para que el salpicón suceda- o tropezar con ella –perdiendo estabilidad, elegancia, sensualidad, armonía, etc.- no genera molestia y fastidio. Pues bien, esta columna albergará situaciones que despiertan sensaciones parecidas.
En el mes de la mujer, tengo un reclamo de género para inaugurar este espacio, relacionado con las publicidades televisivas.
Estoy harta/cansada/hastiada/aburrida/patilluda/fastidiada de ver en la tele mujeres sonriendo exageradamente, como si hubieran ganado el Quini 6 o encontrado el sentido capital de sus vidas, por el descubrimiento de un nuevo limpiavidrios, detergente, desinfectante y demás productos destinados a la limpieza del hogar. Descubrimiento que encima, deben a un hombre, quien se los suministra como un súper héroe caído del cielo, al cual vuelve inmediatamente ni bien deja el frasquito. Y ya que nombro a los masculinos, ¿de dónde sacaron la idea de que los hombres saben blanquear la ropa mejor que las mujeres? Y les pregunto además: ¿por qué mandan siempre a Miguel Ángel Rodríguez o Gianola, a tocarle el timbre a la señora y no a Facundo Arana o Pablo Echarri? Porque ahí, mire, la cosa cambia por todos los costados. Una ya se pone romántica y cualquier pavada le resulta adecuada, tanto me refiero a la chica que actúa en la publi como a la que mira desde su casa sentada en la puntita de la silla, para salir prontamente a comprar el producto.
Pero hay otro caso peor al citado, y es el de lácteos destinados a solucionar el problema del “tránsito lento”. Por qué, me pregunto todos los días, por qué. ¿Por qué debo estar almorzando, merendando, cenando y aparece una chica con cara de circunstancia acariciándose la panza como si dentro tuviera un incipiente bebé, que en cambio nos anuncia que se siente hinchada porque… ¡no puede ir al baño!? Lo primero que pienso es: ¡Y a mí qué me importa la periodicidad de las deposiciones ajenas! Lo segundo: ¡¿Es necesario que la muy desgraciada se lo cuente a la hermana/cuñada/amiga mientras revuelve el guiso?! Lo tercero: ¡¿No hay un solo hombre estreñido en esta vasta Argentina?! Paremos un poco con esta preferencia que nos otorgan como público exclusivo. Porque, a ver: nunca vi un comercial en el que un masculino esté con cara de feliz cumpleaños porque la Mujer Maravilla le alcanzó un producto nuevo para limpiar el auto –y bien que se pondrían contentos-; o contándole a un amigo mientras toma una cervecita, que no pudo ir al baño… No, ellos están siempre divirtiéndose en un boliche, haciendo suspirar a una mujer, disfrutando de un vehículo nuevo, jugando un partido de fútbol o mirándolo tirados en un sillón. Y nosotras, mientras, enchastradas hasta las orejas meditamos con cuál producto dejar brillante la casa o planito el vientre. Desde ese lugar en que nos dejan los creativos de los avisos –y lo digo entre contrariada y bajoneada-, reencauzar el asunto hacia la seducción tan mentada, es más dificultoso que subir el Himalaya en sandalias.
Por Alejandra Tenaglia
No me diga que pisar una baldosa floja –que siempre aloja un resto de agua para que el salpicón suceda- o tropezar con ella –perdiendo estabilidad, elegancia, sensualidad, armonía, etc.- no genera molestia y fastidio. Pues bien, esta columna albergará situaciones que despiertan sensaciones parecidas.
En el mes de la mujer, tengo un reclamo de género para inaugurar este espacio, relacionado con las publicidades televisivas.
Estoy harta/cansada/hastiada/aburrida/patilluda/fastidiada de ver en la tele mujeres sonriendo exageradamente, como si hubieran ganado el Quini 6 o encontrado el sentido capital de sus vidas, por el descubrimiento de un nuevo limpiavidrios, detergente, desinfectante y demás productos destinados a la limpieza del hogar. Descubrimiento que encima, deben a un hombre, quien se los suministra como un súper héroe caído del cielo, al cual vuelve inmediatamente ni bien deja el frasquito. Y ya que nombro a los masculinos, ¿de dónde sacaron la idea de que los hombres saben blanquear la ropa mejor que las mujeres? Y les pregunto además: ¿por qué mandan siempre a Miguel Ángel Rodríguez o Gianola, a tocarle el timbre a la señora y no a Facundo Arana o Pablo Echarri? Porque ahí, mire, la cosa cambia por todos los costados. Una ya se pone romántica y cualquier pavada le resulta adecuada, tanto me refiero a la chica que actúa en la publi como a la que mira desde su casa sentada en la puntita de la silla, para salir prontamente a comprar el producto.
Pero hay otro caso peor al citado, y es el de lácteos destinados a solucionar el problema del “tránsito lento”. Por qué, me pregunto todos los días, por qué. ¿Por qué debo estar almorzando, merendando, cenando y aparece una chica con cara de circunstancia acariciándose la panza como si dentro tuviera un incipiente bebé, que en cambio nos anuncia que se siente hinchada porque… ¡no puede ir al baño!? Lo primero que pienso es: ¡Y a mí qué me importa la periodicidad de las deposiciones ajenas! Lo segundo: ¡¿Es necesario que la muy desgraciada se lo cuente a la hermana/cuñada/amiga mientras revuelve el guiso?! Lo tercero: ¡¿No hay un solo hombre estreñido en esta vasta Argentina?! Paremos un poco con esta preferencia que nos otorgan como público exclusivo. Porque, a ver: nunca vi un comercial en el que un masculino esté con cara de feliz cumpleaños porque la Mujer Maravilla le alcanzó un producto nuevo para limpiar el auto –y bien que se pondrían contentos-; o contándole a un amigo mientras toma una cervecita, que no pudo ir al baño… No, ellos están siempre divirtiéndose en un boliche, haciendo suspirar a una mujer, disfrutando de un vehículo nuevo, jugando un partido de fútbol o mirándolo tirados en un sillón. Y nosotras, mientras, enchastradas hasta las orejas meditamos con cuál producto dejar brillante la casa o planito el vientre. Desde ese lugar en que nos dejan los creativos de los avisos –y lo digo entre contrariada y bajoneada-, reencauzar el asunto hacia la seducción tan mentada, es más dificultoso que subir el Himalaya en sandalias.
Por Alejandra Tenaglia
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