Mi Belgrano - Noviembre 2º
Por Enrique Medina
Mi general Manuel Belgrano fue, es y
será, el monumento frente a la casa de gobierno. Es el militar Belgrano con
gesto de entrega vehemente, incitando a los mandatarios circunstanciales en el
ejercicio del poder a respetar y cumplir con el sagrado destino que ellos, los
héroes fundamentales, instruyeron para bien del país. Para mí es muy especial
esa estatua porque la tengo grabada desde el bombardeo a Plaza Mayo (sin “de”)
en el 55. Cenábamos en el comedor del instituto mientras escuchábamos radio.
Pasaban comunicados y música clásica. Se especulaba en medio de la confusión.
Presumí que ese bombardeo significaba un punto y aparte para algunos de
nosotros. Para mí fue el último año en Las Tumbas. Muchos eran los rumores pero
mayor la incertidumbre. Con otros dos compañeros decidimos ir por la noche a
ver los destrozos causados por el bombardeo al gobierno de Perón. Como se había
establecido “estado de sitio”, más de dos personas juntas no podían transitar,
decía la radio; y se aconsejaba no salir; lo que para nosotros, que éramos los
duros de las tumbas, sonó a desafío. Así que dos fuimos por una vereda y el
otro en la de enfrente, turnándonos. Las calles no estaban muy iluminadas, casi
que no. No se veía a nadie, ni autos ni transportes, puro silencio. Ni policía,
ni milicos ni nada, sólo nosotros chiflándonos contraseñas. Llovía suave.
Llegamos a la plaza. Había alguna que otra luz y pocas personas curioseando,
pero nadie en grupo, salvo nosotros. Aparecieron unos policías con el mismo
interés que nosotros: chusmear. Nos vieron muchachitos incautos y sin peligro;
no nos dijeron nada. Los pocos que deambulábamos lo hacíamos con la misma
discreción que en un museo de arte. Recuerdo una paloma sobre un cable. Quieta.
Pensamos que el fuego de la explosión de una bomba la había petrificado o algo
así; la veíamos negra, porque era noche y porque ese bicho se veía negro. Para
el Juanca no se movía porque debido al susto de un estruendo había apretado las
patas y ahí se había quedado dura, electrificada, fatalmente, transformándose
en una estatuita de mal agüero. Vimos colectivos incendiados, ya con poco
fuego; otros retorcidos de tan quemados. Una ambulancia dando vueltas sin
alarma se detuvo y se llevó un cuerpo, sorteando un auto destrozado como una
lata de sardinas mal abierta. Dentro de otro auto, sin los asientos delanteros,
se había formado una lagunita de color rojo mezcla de sangre y lluvia. Corito
se acercó y dijo que había un bulto, una persona muerta. No quise mirar y seguí
hacia la Casa Rosada. Y vi que Belgrano estaba por caer del caballo, es decir
se estaba por venir abajo el caballo con su jefe (tendría que averiguar el
nombre del caballo, o inventarle uno, se lo merece). El monumento había
recibido una bomba justito al lado de la base y, por suerte, lo más que se
había logrado con la explosión fue un enorme agujero, un tremendo pozo que
había hecho tambalear al animal y su jinete. A las bombas les faltó apenas un
pelito para llegar al sacrilegio. Por suerte, el héroe estaba intacto pero tan
inclinado que pensamos se caería en cualquier momento. Juanca decidió buscar
algo para sostenerlo. Buscamos y hallamos un poste de luz fuera de su agujero.
Un tipo recogía lo que encontraba útil y lo metía en una bolsa. Eran los
rapiñeros. Otro nos dijo que tuviéramos cuidado con los cables porque debido al
agua aún podían tener corriente. Nosotros éramos fuertes pero el poste más. Así
que nos costó esfuerzo colocarlo como queríamos. Hicimos un hoyo en la tierra
para afirmarlo. Y para que no resbalara en la punta de arriba, pusimos una
madera como cuña en el cuerpo de Belgrano. Quedó firme. Ya estábamos seguros de
que no se caería. Fanfarroneamos por el logro, por haber hecho bien el
trabajo. Y no se cayó. Amainó la lluvia.
Sin hablar, volvimos a Las Tumbas. Yo, ya convencido de irme en unos días a
Comodoro Rivadavia para trabajar en la explotación del petróleo, sin imaginar
que terminaría cavando zanjas en el desierto; el Juanca se iría a probar en San
Lorenzo como wing derecho. Y Corito vería qué hacer con tanto amor a la música
y su clarinete; quizás por su antecedente de monaguillo, afirmó que aquella
noche, para nosotros, fue una epifanía. Puede parecer estúpido, irreverente o
un despropósito, pero fue así, una epifanía, porque pasados los años y los
gobiernos, un día nos volvimos a juntar y fuimos los tres a ver el monumento y,
casi puedo jurarlo, Belgrano, derechito sobre el caballo, nos guiñó el ojo. Por
eso, para mí, ese Belgrano, mi querido general, representa, en todo y en sí, en
la actitud triunfal y poderosa que ofrece enarbolando la bandera que flamea
alegre, la argentinidad plena, majestuosa y cabal.
¡Qué julepe! - Noviembre 2º
“EL
CONJURO”
Por
Lorena Bellesi
bellesi_lorena@hotmail.com
Existen
personas que eligen un libro por la tapa, créase o no, las hay. Ahora bien,
también es evidente que, para alguien desinformado, el póster de una película
anuncia gráficamente el género de la misma. El afiche de “El conjuro” (The Conjuring) es sumamente elocuente en tanto
compone un preludio fantasmagórico, sobre un film de características
aterradoras. Una niebla espectral desdibuja un lacónico paisaje, en cuyo fondo
se distingue una solitaria vivienda, mientras que en primer plano una soga a
modo de horca pende de una lúgubre rama,
sin cuerpo humano a la vista. Aunque, recostada en la hojarasca, una silueta femenina
parece haber escapado del mundo de los muertos.
El
argumento de la película es muy simple y concreto, es el año 1971, una familia
numerosa, compuesta por un matrimonio con sus cinco hijas, se muda a una
retirada casa. Prontamente comienzan a sucederse una serie de hechos extraños e
inexplicables, algunos, incluso, de cierta violencia. Cuando la situación se
vuelve prácticamente incontrolable deciden recurrir a una pareja famosa de “demonólogos”,
Ed y Lorraine Warren (Patrick Wilson, Vera Farmiga), es decir, expertos
en cuestiones de índole paranormal. Esta historia, con matices fantásticos y
perturbadores, no surge de la
imaginación de ninguna mente creativa, se trata de la recreación de algo que
ocurrió realmente, las fotos finales en blanco y negro testimonian la veracidad
del caso. El director James Wan (iniciador de la saga “El juego del miedo”) lleva a la pantalla grande las desesperantes
experiencias de la familia Perron,
acosada inclementemente por entidades siniestras, satánicas. Para hacerlo Wan incorpora todos o casi todos los
elementos clásicos del cine de terror: muñecos sonrientes de aspectos
siniestros, aparecidos, exorcismos, amigos invisibles, brujas sedientas de
venganza. Los efectos aterradores, esos que nos hacen pegar un salto o tapar
los ojos con la mano, no son productos de imágenes sangrientas o artificiales,
para nada, son la consecuencia de un suspenso terrorífico, en un avanzar lento
y oscuro hacia inciertos desenlaces.
El
cine de terror prefiere como entorno dilecto a la noche, cuando se esconde el
sol sabemos que se avecinan las penurias y complicaciones para los personajes,
la falta de luz es compinche de lo tenebroso. Otro de los escenarios favoritos
por este género es el sótano, especie de tumba subterránea olvidada, trampa
mortal para incrédulos y corajudos. En esta oportunidad, los habitantes de la
casa, de casualidad, lo descubren. El pausado descenso del padre, a modo de catábasis, es iluminado por la débil
incandescencia de un fósforo, cuya duración fugaz lo deja solo en plena negrura
rápidamente, cuando una nueva cerilla se enciende tememos los peor, ¿hay
alguien más ahí abajo? Así el director juega con los nervios del espectador,
quien tiene muy en claro que está mirando “una de miedo”. Otro ingrediente
infaltable dentro del marco de lo aterrador es el sonido, puertas que se
golpean y abren sola, objetos que estallan misteriosamente en el silencio,
risas o voces macabras. La amenaza de lo maligno es poderosísima, traspasará
los límites edilicios de la casa, inquietando a los mismísimos Warren, especialistas en hacer frente a
las fuerzas diabólicas.
“El
conjuro”, arremete contra la pasividad del público, al proyectar un
espectáculo con pavorosos sobresaltos. Aterradora, estremecedora, alguno,
quizá, dormirá con la luz encendida después de verla.
Cuando el río suena - Noviembre 2º
“EL LIMONERO REAL”
Por Julieta Nardone
Leer a Saer (1937-2005) no es recomendable si uno
pretende simplemente ser “atrapado”, entretenido, es decir, hacerse una
escapadita mediante un reconfortable transcurrir literario que nos corteje con
palabras livianas, desenlaces apropiados. Si, en cambio, perseguimos que se nos
inquiete –y a veces hasta la exasperación- nada mejor que este modesto
santafesino.
El limonero real (1974) es la novela de la
morosidad en la descripción de gestos triviales, recuerdos, sensaciones,
percepciones. Se diluyen los sucesos y personajes portentosos, se entreveran
las aguas de la descripción y la narración, como también las de la prosa y la
poesía. Y así, las aguas bajan turbias, en
una corriente caudalosa, lenta, circular.
Como el ritmo de un río barroso. Pues, ante todo el libro es la estampa de un
paisaje y el hombre que lo habita y lo transforma: la zona costera cercana a Santa Fe; la vida isleña, relativamente
atrasada y semirrural de paisanos acostumbrados al trabajo duro, las pocas
palabras, la intemperie.
La novela captura en zoom un día en la vida de Wenceslao,
desde el amanecer del 31 de diciembre al amanecer siguiente. En el transcurso
de las horas del último día del año, el personaje visita a sus parientes,
comparten el almuerzo, enfila con otros hombres de la familia hacia el almacén
(especie de pulpería) donde se oyen polémicas sobre temporales pasados, donde
beben un poco, aflojan, resienten y vuelven a aflojar los lazos entre ellos. El
sol calcinante, la siesta, el río. Más tarde, comenzará el ritual de la cena:
carnear al cordero, encender el fuego, comer y tomar, bailar en alpargatas, la
polvareda, tambalearse en la canoa que lo devuelve a su rancho. Ya clareando,
la mujer a su costado, y así, todo se reinicia frente al acecho del silencio:
“amanece/ y ya está con los ojos abiertos.”
Es interesante señalar que los pasajes de la jornada no son
dispuestos de manera lineal, sucesiva. El movimiento textual en lugar de darnos
una representación nítida del acontecer como podría hacernos pensar la
anotación obsesiva, muy al contrario, borronea, rearma y pulveriza el orden
temporal mediante la proliferación, la condensación y expansión, las
repeticiones y variaciones de cada pormenor de la trama que se detiene,
incesantemente, en los olores, sabores, colores, formas, texturas, sonidos. Y
en el centro de este presente encallado, casi eterno, reverbera el recuerdo de
un hijo muerto, la memoria de cuando
pasaba corriendo por delante con el pantaloncito descolorido y se perdía por el
caminito en dirección a la barranca y al rato se dejaba oír el golpe de la
zambullida. Asimismo, se tiende un eje narrativo en otra ausencia, la de la
mujer de Wenceslao, quien no acepta concurrir a la fiesta por un luto que se
prolonga a 7años: “Por un año más, se ha quedado sola en la casa, escuchando,
prometiendo, esperando”.
El limonero real, señala de esta manera, la
dificultad del relato para dar cuenta de lo inagotable y escurridizo de los
hechos. Se problematiza estéticamente -de forma subterránea, sin sacar a flote
líneas ensayísticas ni lógicas- el punto de anclaje de la realidad, la manera
de representarla; y en este orden de cosas, la memoria y la percepción son los
puentes que posibilitan la narración, una historia. La desesperación por el
relato como resultado
de un descomunal esfuerzo de la conciencia que intenta someter a un diseño
coherente el centelleo fragmentario y camaleónico de la experiencia.
“Ya le digo, no sé cómo le puedo decir. No sé como
decirle ya le digo”, vacila el personaje...
¿Por qué no respirar por la boca? - Noviembre 2º
Por Cecilia A. Ciciliani / Lic. en Fonoaudiología
Respiración normal es aquella realizada por la nariz: allí
el aire es filtrado de sus impurezas, humedecido y adecuado en temperatura,
para que al ingresar a los pulmones se encuentre en óptimas condiciones.
La respiración bucal es una alteración de la función
respiratoria en la cual el aire entra directamente por la cavidad bucal. Esta
modificación puede ser producida por causas orgánicas o funcionales. Las
primeras pueden ser resultado de factores obstructivos del paso del aire por la
cavidad nasal (alergias, desviaciones del tabique nasal, cornetes inflamados,
crecimiento de las vegetaciones adenoideas o de las amígdalas, infecciones
periódicas, etc.) Las causas funcionales son debidas a un mal hábito.
Las
dificultades que se pueden presentar en las vías aéreas superiores obligan al
cuerpo a respirar por la boca. Cuando ésta adaptación se vuelve crónica, trae
como consecuencia una serie de cambios faciales, craneales, dentales,
posturales y fisiológicos.
Consecuencias
- Se alteran el volumen, la cantidad y la calidad del aire que ingresa.
Este entra a los pulmones en menor cantidad, seco, frío e impuro, repercutiendo
en la salud general de la persona. Por lo cual suele generar antecedentes de
resfríos, anginas y otitis a repetición.
- Al
no tener actividad, los músculos de las orificios nasales se van atrofiando y
se altera el estado muscular de los labios, los cuales al estar permanentemente
abiertos, pierden su fuerza y se ven secos y agrietados. Generalmente se
observa el labio superior corto y el inferior evertido.
- La
lengua se ubica en una posición baja para permitir la entrada del aire, deja
así de ejercer presión contra el paladar y no genera el estímulo necesario para
su desarrollo, por lo cual el paladar se deforma y se profundiza, produciéndose
trastornos en la implantación y oclusión dentaria.
-
El aire deja de penetrar en ciertas cavidades que contribuyen al crecimiento
del esqueleto facial, el respirador bucal adopta entonces un aspecto
característico de cara larga.
- También puede haber
trastornos digestivos y perturbaciones de la nutrición, puesto que al respirar
por la boca el paciente tritura deficientemente sus alimentos y traga antes de
tiempo.
- La respiración,
succión, masticación y deglución son funciones que preparan la coordinación, la
fuerza y la agilidad necesarias para la adecuada articulación del lenguaje y se
sirven de la misma neuromusculatura. Cuando se altera algunas de estas
funciones, posiblemente se vea alterada la articulación de fonemas.
- La mala posición lingual y mandibular aumenta las posibilidades de
desarrollar un patrón deglutorio anormal y, consecuentemente, de producir alteraciones
en la articulación del habla.
- Respiración superficial que pone en juego músculos que no deberían
tener participación. Tal esfuerzo produce mucho cansancio a la hora de la
actividad física.
- Bajo rendimiento en las tareas intelectuales, pues la mala técnica
respiratoria impide una buena oxigenación de la sangre a nivel de circulación
cerebral.
- El desequilibrio que genera la respiración bucal en la
neuromusculatura puede causar trastornos posturales generales (hombros caídos,
pie plano, curvaturas anormales de la columna, etc.)
Cuando se detecta alguno de los síntomas y signos de
respiración bucal descriptos, es indispensable consultar a un especialista. Cuanto
más temprana sea su detección y corregida la causa por el médico
otorrinolaringólogo, la reeducación fonoaudiológica se verá facilitada.
Cuanto más tiempo de evolución lleve, mayores serán
sus problemas, en algunos casos desafortunadamente irreversibles.
Cuidemos el cielo - Noviembre 2º
Por
Sergio Galarza
sergiogalarza62@gmail.com
“¡Vámonos!”, dijo Yuri, y toneladas de
combustible lo llevaron al cielo. ¿Cuántos de nosotros ha visto la Tierra? ¿Cuántos la leve
curvatura? ¿Cuántos el nítido azul desdibujarse en el espacio absoluto?
El primer hombre que vio la Tierra desde el cielo fue
Gagarin, héroe ruso. Yuri trepó a la estratósfera y desde allá dijo: “¡Es
hermosa, cuídenla, no la destruyan!”
Ascendió en un cohete Vostok, orbitó
el planeta y cayó en paracaídas a sólo 110 kilómetros de donde
debía hacerlo.
Una campesina lo vio caer, se acercó
con su nieta, le preguntó:
-
¿Usted viene del cielo?
-
Ciertamente, sí -dijo Yuri- pero
tranquilícese, soy ruso.
Entonces corría el año 1961 y el hecho
fue una verdadera proeza. De hecho, la nave estuvo a punto de desintegrarse
durante el reingreso a la atmósfera.
Hoy, un par de millonarios ofrece
realizar tal ascenso como actividad turística.
Si dispones de 250.000 verdes puedes
comprar tu boleto para pasear. Esta rara propuesta se suma al reality que se
promocionó acerca de Marte. Tal empresa era falsa y sólo pretendía generar un
comercio espurio. Un viaje tripulado al planeta de la Guerra aún es imposible, lo
haremos en el porvenir. Pero un ascenso a la estratósfera es posible. De hecho,
un millonario ruso pagó unos cuantos millones para que lo varearan un tanto más
alto, y -hace poco- permitieron a un deportista saltar a 39.000 km de altitud. Este
cayó durante cuatro minutos, rompió la barrera del sonido durante la caída. Me
pregunto ¿para qué, para qué hizo eso?
La estratósfera es una región intermedia
de la atmósfera de nuestro planeta. Se la sitúa entre los 10 y 50 kilómetros de
altitud. A semejante altura de la superficie terrestre, la curvatura del
planeta es notoria y el color azul característico de nuestro cielo ha quedado
atrás. Los gases existentes no tienen la densidad necesaria como para dispersar
luz solar.
¿Por qué los gases atmosféricos merman
en tanto ascendemos? La razón es que por cada unidad de distancia que nos
alejamos del núcleo planetario, la atracción gravitatoria disminuye en cuatro;
luego, a cierta altura, la fuerza de gravedad no es suficiente para retener las
moléculas que la forman. Nuestro satélite –por ejemplo- genera atmósfera a cada
instante por interacción de sus átomos con las emisiones solares. Sin embargo,
así como se crea, se pierde por la gravedad insuficiente.
Yuri Gagarin, el héroe del pueblo, el
don Juan, el borracho, el trabajador socialista que murió a los 35 años -¡tan
solo eso, él, que tocó el cielo!- realizó su epopeya para estudio de las consecuencias
de la ingravidez sobre el cuerpo humano. Ese viaje permitió los que le
siguieron.
La empresa turística que promociona el
ascenso especula sin embargo con otros valores: desarrollos científicos
actuales, el espectáculo prodigioso, la banalidad de ciertas personas.
El ascenso no es juego ni debiera ser
tomado como un paseo. De allí surgirán próximos tours a la Luna y pronto algo tan
hermoso como el cielo se llenará de burgueses que mirarán lo creado a su
alrededor con displicencia, lo harán a través del lente de una cámara. Tal
sucede frente a las ballenas, los glaciares y, en cualquier domicilio, donde los
padres se concentran más en filmar el cumpleaños de sus hijos que en disfrutar el
momento al abrazarlos.
Así, los invito: ¡Vámonos! Observemos
el hermoso cielo, disfrutemos de su color y sus contrastes, de los ocasos
tornasolados, de las bellas constelaciones y de las estrellas fugaces.
Y quiero también, invirtiendo la frase
del héroe ruso, decirles: ¡Qué bello es el cielo! ¡Cuídenlo, no lo destruyan!
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