¡Por Júpiter!
Por Sergio Galarza
sergiogalarza62@gmail.com
¡Qué hermoso es el cielo de verano!
Apenas la noche se cierne sobre el pueblo, desde patios y cuadras oscuras
podemos ver las estrellas más luminosas. Entre ellas, destaca una luz muy
brillante que se alza por el Este y llega a lo más alto a eso de las nueve de
la noche. Hablo del astro más luminoso de febrero, es un planeta: el gigante
Júpiter.
Planeta quiere decir Vagabundo. En la
antigüedad los griegos observaron que había unas estrellas que vagaban entre el
resto. Estas fueron nombradas como dioses: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, y
Saturno, los cinco planetas visibles a simple vista. Gigante, en el sistema
solar, quiere decir que Júpiter es, él solo, mayor que el resto de los planetas
en conjunto.
En el cielo de las fiebres, destaca
Júpiter por su brillo, es magnífico a ojo desnudo, en binoculares se distinguen
sus cuatro lunitas, y en telescopios es increíble, muestra su disco cual moneda
de un centavo y distingues muy nítidas unas rayas o marcas que coinciden con la
alineación de sus lunas. Esas marcas son tormentas fenomenales, visibles desde la Tierra. Las franjas claras de
esas nubes son corrientes frías, descendentes, y las franjas oscuras son zonas
más calientes, que ascienden. Estas tormentas, al contrario que las producidas
en casa, obtienen energía desde el planeta, que irradia tanto calor como el que
recibe del Sol.
Júpiter no tiene superficie sólida, es
gaseoso. El hidrógeno es el elemento que predomina, seguido por el helio y
otros. Es en realidad una estrella fallida; si hubiese poseído mucho más masa,
habría podido brillar también él y nuestro sistema hubiera sido doble (con dos
soles), como tantos que por allí hay.
El hidrógeno es el elemento más liviano
y puede formar nubes, mares o rocas, según la presión que soporte. En ese
planeta, forma las capas de gas que le dan cuerpo, los mares que hay debajo
(como el mercurio, aquí en la tierra), y su núcleo masivo, fuente del calor que
emite al espacio.
Júpiter ocupa la quinta órbita desde
el sol (aunque entre Marte y él hay una órbita ocupada por los asteroides, un
mundo que no fue), y su año es de doce como los nuestros; su día, por el
contrario, sólo insume nueve horas. Esta velocidad de giro sobre su eje causa
que Júpiter no sea esférico, sino oval. En los binoculares puede verse su disco
achatado sobre el Ecuador.
Las lunas de Júpiter son fantásticas: Io, Europa, Ganímedes y Calisto. Son las
llamadas galileanas, descubiertas en 1610 por el genio florentino.
Io es amasada
de continuo por la gravedad del gigante y por ello es la luna con mayor
actividad volcánica del sistema solar. Lo que en la Tierra sucede con el agua
-que forma mareas- en Io ocurre con
sus placas y manto, el cual es expulsado al exterior por sus volcanes
infinitos.
Europa es otra a
considerar. Su superficie está formada por hielo que muestra rajaduras propias
de la deriva de bloques que flotan sobre agua salada, tal como sucede en
nuestros polos. Esto ha convencido a los científicos de que Europa alberga un mar prodigioso.
Incluso se observan chimeneas por las cuales este agua respira, razones todas
que favorecerían la aparición y desarrollo de la vida.
Ganímedes es la mayor
luna del sistema, mayor que Mercurio, posee atmósfera.
Calisto es de las
cuatro la más oscura y deja ver sus cráteres de impacto tal como en casa lo
hace nuestra Luna.
Júpiter es el garante de nuestra vida.
Con su masa tremenda genera una gran fuerza de gravedad (más del doble que el
resto de los planetas), con ella absorbe la mayoría de cuerpos pequeños que, en
su caída hacia el Sol, de impactar con la Tierra podrían cambiar las condiciones geológicas
que nos mantienen con vida.
Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y
Saturno son los nombres que dieron vida a nuestros días de la semana, junto a
Luna y Sun, el sol. A Júpiter, como sospecharán, le corresponde el jueves.
La mar no estaba serena
“CAPITÁN
PHILLIPS”
Por Lorena Bellesi
bellesi_lorena@hotmail.com
Es
el comienzo de otro día de trabajo, camino al aeropuerto, Richard Phillips conversa con su esposa sobre cuestiones de su
cotidianeidad que lo preocupan, como por ejemplo, la irresponsabilidad de uno
de sus hijos, la ligereza con que encara sus estudios. El mundo cambió, dice el
hombre, es incomparable al de su juventud, hoy es menester estar fuertemente
preparado para poder ingresar al mercado laboral, el cual está atestado de
postulantes en contienda permanente por un puesto de trabajo. Esta reflexión no
es banal, es el prólogo o el marco al posterior desarrollo de la acción, y
tiene que ver con los nuevos –y no tan nuevos, casi un reciclaje de lo que alguna
vez fue- paradigmas sociales. A grandes rasgos, en el globalizado siglo XXI las
realidades difieren drásticamente entre sí, lo que sigue inmutable es que son ellas
las que determinan qué lugar ocupa cada uno, vivir en el primer mundo parece
implicar en el imaginario más oportunidades, chances adecuadas a cada
personalidad. Traducido sería, no es lo mismo nacer en África que en Estados
Unidos. Esta instancia de ameno intercambio verbal es breve, los momentos de
distención prácticamente no existen en el film “Capitán Phillips”, que narra lo sucedido en el año 2009, cuando
piratas somalíes abordan y secuestran un barco comercial americano en aguas
africanas. El cineasta Paul Greengrass no nos da respiro, maneja increíblemente
la tensión y las emociones de tan desventurado viaje, desestabilizando la calma
del recorrido gracias a un incesante ritmo de incertidumbres y amenazas.
Tom
Hanks interpreta magistral y convincentemente al capitán del navío, aunque este
año la Academia no quiera reconocerlo. Richard
Phillips comanda con rigurosidad su barco mercante, es estricto en el
cumplimiento de las normas, protector de su tripulación y un muy hábil negociador
bajo presión. Astutamente sabe sacar provecho de las ventajas que tiene a mano,
como ser el conocimiento detallado de su propia embarcación, la cual recorre en
su totalidad, él para controlar su buen funcionamiento, nosotros lo seguimos
para reconocerla. Su contrafigura es Muse
(un ignoto Barkhad Abdi, que sí está nominado al Oscar) el osado líder somalí,
quien con tres hombres más acosa la mole americana desde un bote precario a
toda velocidad. Si este pequeño grupo se construye como EL enemigo, obedece a
que portan poderosas armas, por lo tanto controlan la situación bajo la
demencial posibilidad de una ejecución instantánea. El accionar de los piratas
es condenable al incurrir en el atroz delito de arrebatar despóticamente la
voluntad y libertad de otros.
Además
de los personajes, hay otros dos protagonistas estelares cuya presencia auxilia
la dinámica narración. Cada angustioso instante está afianzado en un escenario
particular, asilado. En la primera hora todo transcurre en el interior de un
inmenso barco carguero, con disimulados vericuetos, de andar lento, pesado. En
la segunda parte, la historia se traslada a un pequeño bote salvavida naranja
chillón, herméticamente cerrado, sellado al exterior, liviano, veloz.
En
esta ocasión, los más afortunados serán los desmemoriados, aquellos que no
recuerdan este episodio internacional y su desenlace. Lo digo porque “Capitán Phillips” es el producto ideal para
combatir la abulia, sus 134 minutos de duración producen un despilfarro de
ansiedad en el espectador, sustentado por un enardecido clima de intranquilidad
que traspasa la pantalla.
¿Qué misterio tiene Clarice?
FELICIDAD CLANDESTINA
Por
Julieta Nardone
Es la pregunta que eleva la voz limpia
de Caetano Veloso en una de sus primeras canciones. Clarice Lispector (1920-1977)
fue una escritora brasileña que desde niña supo que escribir era una necesidad;
desenvolverse desde pequeña en ello algún día le permitiría tener la lengua en
su poder. Toda su vida y su obra vienen recubiertas de un misterio que ella
misma se encargó de alimentar. Una loba
fascinante, como la llamó un poeta de su tierra. Otra escritora declaró que
era lo que Kafka hubiese sido de ser
mujer... Incluso, entre las impresiones que causaba, se dijo que no era una
persona, era un animal... Hembra sensual
y de un pensar feroz, penetrante: algo que lastima los ojos. O tal vez haya un
lado ilegible en ella que únicamente puede acontecer en su escritura: “Lo
indecible sólo me será dado a través del lenguaje”, precisó alguna vez.
Léanme... parecía exhortar a los
críticos y entrevistadores que perseguían descubrirla y de los que ella rehuía sin
claudicar. Allá vamos, entonces, con la lectura de los cuentos reunidos en Felicidad clandestina (1971), donde se
asume como materia esencial la experiencia interna.
El cuento que da título al libro, es
la historia de una pequeña que desea intensamente lo que otra nena tiene pero que
casi no aprecia. Se trata de un libro de literatura infantil. La dueña del
mismo ejerce un plan cruel y así, se convierte también en dueña de la felicidad
ajena. Del mismo modo, en Restos de
Carnaval describe sensaciones encontradas, la necesidad, los costos, los
remordimientos de la alegría. Una
criatura espera ser parte de esa fiesta aunque la agitación de la tragedia habite
la casa por la enfermedad de la madre. El disfraz, quizás, pueda permitir
ocultar una infancia expuesta a los golpes duros de la vida.
Una
historia de tan grande amor es un relato de profunda comunión entre frescura
y sensibilidad. También se trata de una niña, quien se encuentra al cuidado de
las gallinas de su casa. Ese cuidado se traduce en un amor humano hacia esos
animales sin capacidad de amar: “Las
gallinas parecían tener una suerte de pre-ciencia de su destino y no aprendían
a amar a sus dueños ni al gallo. Las gallinas están solas en el mundo”.
Pero llega el momento de comerlas y desde ahí se nos pone frente al mayor peligro
de tanto amor: ¿distorsionar, corromper, aplastar? Desde otra óptica, El primer beso es la historia amorosa de un niño que nace a partir
del beso a una estatua que chorrea agua; cuando a primera vista él sólo buscaba
saciar su sed, ocurre el cambio vital.
Pero también hay relatos aquí que no despuntan
desde la infancia. El vínculo entre ellos podría encontrarse en la suerte de
metafísica intuitiva que nos suspende en esos misterios que Lispector plantea
de manera original y como parte de asuntos aparentemente banales o de hechos
ordinarios que se convierten en determinantes para sus personajes. Estos roces
de elementos simples inmediatamente hacen aparecer el fuego de una profunda
indagación por la vida interior. Para nombrar sólo algunos, Perdonando a Dios y El huevo y la gallina son ejemplares de esta rara especie que
manifiesta un efervescente juego en el pensar. Me limito a citar sólo un
fragmento de los tantos que resultan iluminadores: “No sabía que es sumando las
incomprensiones como se ama verdaderamente. Porque sólo por haber sentido
cariño pensé que amar era fácil. Y porque rechacé el amor solemne, sin
comprender que la solemnidad ritualiza la incomprensión y la convierte en
ofrenda”.
Este libro, amigos, nos envuelve con tonalidades
modestas. Sol oscuro de Brasil (como
la llamó el argentino Eloy Martínez) que alumbra con su escritura simple y desnuda, por eso hiere...
Ponerse en movimiento
Por Carina Sicardi /
Psicóloga
casicardi@hotmail.com
Es indiscutible que diciembre está
emparentado con las despedidas y balances. Reflexiones y finales. Apuros y
corridas. Calendarios completos y estómagos que no resisten el desequilibrio
que generan las orgías de alimentos y bebidas alcohólicas. Pero enero, que
debería ser por continuidad temporal, el mes de los inicios, parece no
responder al mandato natural. Todo se aletarga… Como si el sol abrasador nos
detuviera el cuerpo y los pensamientos, días de resaca aún para los abstemios…
Un paréntesis hasta para los que no han dejado la cotidianeidad laboral.
Hay algo en común a todas las familias
que tienen hijos entre sus integrantes: ellos sí disfrutan del receso escolar;
y con esto un abanico de posibilidades se abre para que la organización que
tomó forma en el curso del año, se derrumbe cual castillo de naipes. Los tan
resistidos horarios de las actividades anuales, que transforman a los padres en
avezados remiseros, por momentos son deseados en relación al caos que reina por
la desacostumbrada inactividad que culmina con un temible y reiterado: estoy
aburrido.
Lapidaria frase, tan corta y tan
contundente. ¿Cómo se combate el aburrimiento? ¿Cómo se entretiene a un niño en vacaciones?
Es que, durante el año, los tiempos de
encuentro son diferentes, no hay lugar para el temido aburrimiento, porque, o
bien el niño tiene muchas actividades que lo educan y/o entretienen, o los
padres no tienen tiempo para escuchar esa frase.
Las vacaciones habilitan espacios casi
nulos durante el resto del año. Es el momento del reencuentro de una familia cuyos
miembros vuelven a reconocerse con todo lo que nos gusta y enamora del otro… y
también con lo que no.
Aquí radica el problema. No hay telones
detrás de los que podamos escondernos. Aquí estamos de frente, mirando a la
cara a los seres que amamos, sin saber cómo encontrar la armonía entre los
diferentes ritmos que cada uno elige.
Me detuve en la observación de la
manera de relacionarse, de comunicarse e incomunicarse, de las familias en
vacaciones: discusiones entre padre e hijo adolescente en defensa de su madre;
celos desmedidos de un joven hacia su novia, quien caminaba silente y apurada,
para no perder el paso de aquel que no escatimaba en palabras ofensivas, sin
importarle el dolor ni la vergüenza… La cara de hastío de los padres, ante el
cansancio del final de un día de playa y la demanda del famoso “quiero
upaaaaa”… Y la arena quema y el mar es frío y la gente aturde, y la soledad
asusta…
Pese a todo, el final del día siempre
nos encuentra con un gesto que borra todo lo que mencioné: una sonrisa
cómplice, un “te quiero”, un encuentro en el abrazo, un “hasta mañana” que
augura otro día juntos, para elegirnos aún ante la diferencia.
Por eso, robo por un rato el monólogo de
Héctor Alterio en la película “Caballos Salvajes”, en el cual dice:
Se puede vivir una
larga vida sin aprender nada.
Se
puede durar sobre la Tierra sin agregar ni cambiar una sola pincelada del
paisaje.
Se
puede simplemente no estar muerto sin estar tampoco vivo, basta con no amar,
nunca, a nada ni a nadie; es la única receta infalible para no sufrir.
Yo
aposté la vida a todo lo contrario, y definitivamente había dejado de
importarme si lo perdido era más que lo ganado, creía que ya estábamos a mano
el mundo y yo, ahora que ninguno de los dos respetaba demasiado al otro.
Pero
un día descubrí que todavía podía hacer algo para estar completamente vivo
antes de estar definitivamente muerto…
Entonces… Me puse en
movimiento.
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