El incendio
EL INCENDIO
Por
Verónica Ojeda / Téc. en Parquización Urbana y Rural
Dormía. Era entrada ya la primavera, una de
esas noches de tormenta y copiosa lluvia y si mi memoria no me falla, madrugada
de un sábado.
Como de lejos oía el sonido agudo de los
truenos, el tintineo del agua que en esa época era muy esperada, el viento
sacudiendo como un látigo. Entre sueños creí haber oído lo que estaba
ocurriendo.
De repente y como en un pestañeo, las paredes
de la habitación se habían teñido de luces rojas parpadeantes. Confundida,
medio dormida, me levanté para ver qué pasaba.
En
el corto trayecto que hay entre mi habitación y la puerta de entrada a la
casa, intentaba imaginar qué sucedía.
Cuando
logré abrir pude ver un paisaje rojo, aquel que a diario me regalaba su verde
con gentileza, ese que se mece con el viento del sur y me anuncia la llegada
del frío, el mismo estaba en llamas...
¡La araucaria! Con su ancho tronco áspero y grisáceo, de ramas extendidas
y delgadas como con una expresión de querer abrazar a quien desee admirar su gran
porte y presencia y defendiendo como un centinela a ese Hogar del enfurecido
viento del norte. Aportando su verde permanente, brindando esperanza
y compañía a los visitantes y moradores del lugar. Aquella que alberga en
su boscaje a numerosa cantidad de aves que buscan el refugio y anidar,
regalándole a cambio sus gorjeos como en una especie de pacto que con
el tiempo se transforma en la armonía casi perfecta. La mayor de un grupo
de árboles que la rodean como un ejército jurándole lealtad, estaba
en riesgo por culpa del azar. Esa enorme mole, verde y peliaguda, había sido alcanzada
por un rayo en una zona cercana a su cúspide; las ramas quejosas ardían, al
mismo tiempo que eran balanceadas por el viento que furioso pretendía ganar
toda la conífera.
El ápice se extendía hacia
arriba como queriendo ganar el cielo y escaparse del ahogo de las llamas.
Entre la lluvia y las luces se dejaba ver una
figura humana. En un intento de salvataje un bombero ávido de valentía y con vuelo
astuto subió en un abrir y cerrar de ojos, el agua golpeaba las hojas con fuerza,
pero el testarudo pudo más y ganó.
El
fuego cedió y se inclinó ante él y al fin dejó de abrasar a la vieja planta.
El muchacho descendió rápidamente por la
escalera, vencedor, ágil; sus compañeros los esperaban al pie de la catástrofe.
Terminado el trabajo todos partieron.
Desaparecido el rojo parpadeante, retornó la
oscuridad, instalándose además un silencio profundo, hondo, denso; seguía
lloviendo.
Me quedé observando y de algún modo al
cuidado de la araucaria. En lo negro de la noche se veían y se olían vestigios
del fuego, apenas una rama humeante, no se dejaban ver secuelas pero yo sabía
que allí estarían.
Me dormí pensando en lo ocurrido, preocupándome por las consecuencias.
A la mañana siguiente la tormenta ya casi
había pasado, el viento amainó su marcha, la quietud se acercaba. No lo dudé,
ni bien levantada me
dirigí hacia la araucaria para ver las heridas. Caminando sobre el césped
húmedo, percibía los resultados del infortunio.
Unas cuantas ramas laterales totalmente
quemadas.
La observé por unos minutos ahí parada,
debajo de su formidable sombra y supe que con el tiempo sólo quedaría el
recuerdo de aquel amargo instante.
Podía sentir mi pequeñez debajo de aquel
gigante, oler su frescura que transporta a los bosques de donde es originaria
su especie; imagino que guarda en su memoria, en su génesis, vaya a saber qué
leyenda de indios araucanos.
Y así fue, con el correr de los meses y el
verano ya entrado, con todo el brío de su esencia, al fin brotó y la herida se
curó.
Allí sigue como siempre alta, inalcanzable,
como un hito al final de la calle, con su verde intenso de espinas que la hace
centellear, amparándome de la sudestada y recibiendo a quien quiera hacer su
paso por allí.
Recomendaciones de verano
Sí sí sí señores, llegó el verano, que además de calor suele traer un poquito más de tiempo disponible para emprender la aventura de mirar una peli o leer un libro que el trajinar del año no nos permitió, con la comodidad pretendida. La idea de esta página central, es ofrecerles algunos títulos a tener en cuenta, para “desenchufarnos” de la realidad y, por el sendero de la ficción, volver a ella “modificados” gracias a la obra de los realizadores. Póngase cómodo, y disfrute la ocasión.
ELIGE TU PROPIA AVENTURA
PELÍCULAS
Por Lorena Bellesi
bellesi_lorena@hotmail.com
En los ochenta circuló una colección de libros que fue muy popular entre los más chicos, llamada Elige tu propia aventura. Cada obra en particular representaba una novedosa manera de leerse, ya que el lector tenía la posibilidad de determinar cómo continuar la historia iniciada en la novela. Sobre el final del capítulo tenía dos opciones, y a partir de allí debía optar por la que creía conveniente. Así sucesivamente, hasta llegar al desenlace. Por lo tanto, cada obra era un desafío, un incierto recorrido hacia un final nefasto o totalmente propicio. Las tres películas abajo reseñadas son propuestas muy diferentes entre sí, pero tienen la particularidad de que todas narran algún tipo de hazaña, en un punto álgido en la vida de los protagonistas, cuyas decisiones traen aparejadas consecuencias para sí y para su entorno. Persecuciones, suspenso, humor, cierto matiz asombroso están presentes en cada uno de los films, donde seres comunes o intrascendentes, son bravos partícipes de gestas épicas, de proezas cotidianas o de maniobras evasivas de fuerte carácter patriótico. Como advertía la tapa de la colección: Recuerda que tú decides la aventura, que tú eres la aventura.
ARGO
Basada en hechos reales, protagonizada y dirigida magníficamente por el actor Ben Affleck, la historia contada en Argo es altamente atractiva, dado su carácter casi absurdo y verosímil a la vez. Luego de un breve repaso histórico que contextualiza la situación, la cámara se detiene en la desesperación de los ocupantes de la embajada estadounidense en Irán, en el año 1979, quienes quedan atrapados en medio de un rechazo masivo hacia su país. A pesar de la intrusión intempestiva en el edificio de una muchedumbre enojada y armada, seis ciudadanos yanquis logran escapar y refugiarse en la casa del canciller canadiense. El gran inconveniente ahora, es cómo rescatarlos sin poner en riesgo sus vidas, ya que están anclados en medio de un territorio sumamente hostil. Las opciones no son muchas, ni tampoco muy apropiadas, el tiempo apremia, algo hay que hacer. Tras mirar en televisión El planeta de los simios, a un agente del FBI se le ocurre una idea bastante disparatada. Dada la tremenda popularidad de películas de ciencia ficción como Star war, Flash Gordon, propone simular una producción al estilo Hollywood, y así solicitar permiso para filmar en los exóticos escenarios naturales de Irán, con esa excusa se podría rescatar a las seis personas atrapadas allí. Situaciones ocurrentes, momentos de muchísima tensión y un final para comerse las uñas.
EL HOBBIT, UN VIAJE INESPERADO
El director Peter Jackson lo vuelve a hacer, recurre a Tolkien que tantas satisfacciones y premios Oscar le dio, y nos lleva nuevamente de paseo por la Tierra Media. Los hobbits son seres pacíficos, tranquilos, disfrutan de una vida rural sencilla sin sobresaltos, viviendo en comunidad apartados del mundo. Sin embargo, esa serenidad tan apreciada por el pequeño Bilbo Bolsón (el inglés Martin Freeman) un día es crucialmente truncada, de repente su casa se llena de enanos glotones y parlanchines, convocados allí por Gandalf, el mago (el gran Ian McKellen). El desconcierto del hobbit no decrece nunca, las inesperadas visitas con su descabellada propuesta de emprender un peligroso viaje, para matar a un dragón que le arrebató el hogar a los enanos, lo aturde y desencaja. Sin embargo, Bilbo tiene un corazón intrépido, su apariencia frágil (sólo mide noventa centímetros) disimula un aguerrido coraje que lo lleva a emprender una aventurada excursión por tierras nunca antes contempladas. Elfos, trolls y tantas otras criaturas fantásticas se cruzan en el camino de estos audaces personajes. Y ese maravilloso peregrinaje es recreado espléndidamente por Jackson, quien pone en funcionamiento innovadores efectos especiales, a la par de estremecedoras imágenes aéreas de bellísimos paisajes naturales (se filmó en Nueva Zelanda, al igual que la trilogía El señor de los anillos). Relato ágil y muy entretenido, ideal para verla con una bolsa de pochoclo en mano.
JEFF Y LOS SUYOS
Sin pasar por el cine, Jeff y los suyos cuenta una emotiva y agridulce historia sobre unos pocos personajes, que de una forma u otra son infelices; ya adultos, ninguno tiene la vida que soñó. La siempre creíble Susan Sarandon interpreta a una madre, viuda, que ve con angustia cómo la vida de sus hijos treintañeros se desmorona. Jeff (Jason Segel) es el menor, vive en el sótano de la casa de su mamá, no trabaja, no estudia, de vez en cuando se droga. Está obsesionado con la idea de destino, con encontrarle sentido a todo lo que pasa; a partir de una llamada preguntando por un tal Kevin, se lanza a un ridículo periplo interpretando esa comunicación como una señal. En su avance carente de toda lógica, obsesionado por ese nombre que oyó, se topa con su hermano Pat (Ed Helms) a quien no veía desde hacía algún tiempo. Éste tampoco la está pasando nada bien. Las casualidades harán que ese día, no sea igual a ningún otro, y las cosas cambien para todos. Buenas actuaciones, diálogos certeros, personajes espontáneos e imperfectos, un guión con alguna que otra sorpresa, hacen de Jeff y los suyos una película placentera.
LA LISTA PARA LAS VACACIONES
LIBROS
Por Julieta Nardone
julinardone@hotmail.com
Muchas personas esperamos las vacaciones para hacer lo que no pudimos durante el año: ver amigos y familiares, dormir como se debe, comer de más, relajarse, salir de gira hasta la claridad del día siguiente... Pero también estar en soledad con un libro es una buena opción, involucrarse en el mundo de papel sin correr el riesgo de tener que apagar la luz en el mejor momento de la historia. Y los libros nos esperan siempre, son leales como el eco de nuestra voz, como la propia sombra. Por eso, desde acá vamos a hacer una lista mínima de tres posibles lecturas para su tiempo libre. El común denominador de esta selección es sencillamente el hecho de que pueden leerse de un solo tirón, sin dormir ni comer, si se es lo suficientemente impresionable.
EL SUEÑO DE LOS HÉROES
El sueño de los héroes (1954), del gran narrador argentino Bioy Casares (1914-1999), sintetiza el paso inseguro y complicado de la adolescencia a la madurez de Emilio Gauna, un muchacho sin muchas aspiraciones que un buen día gana dinero en las carreras y decide compartir el éxito con sus compañeros de farra durante tres noches consecutivas de carnaval. Pero el encuentro con una misteriosa mascarita, y en especial, el olvido de lo sucedido la última noche atiborrará la memoria del protagonista con detalles inconexos y presentidamente alarmantes. Tanta será la fuerza de ese recuerdo olvidado que Emilio se verá inducido -algunos años después y ya estando casado- a tratar de repetir los hechos para recuperarlos y saber. El impulso ingobernable de llegar hasta el final de una situación que pareciera tallada en su destino. Así es que, lo que pudiera pasar por una simple y llana suma de casualidades, con un golpe entre sutil y seco, termina revelándose como un camino ineludible en el que la fatalidad atropella sin resuello al protagonista. El golpe maestro de lo fantástico. De manera silenciosa y embaucadora, el narrador nos hace circular por una trama serena hasta la irrupción nunca del todo identificable de lo extraño. Y a lo largo del relato flota, además, una idea muchas veces mentada por el autor: todos somos héroes, todos tenemos que contar con el coraje necesario para enfrentar el misterio de vivir. La punta del ovillo, quizás, se encuentra en la declaración siguiente de un personaje clave: “En el futuro corre, como un río, nuestro destino, según lo dibujamos aquí abajo. En el futuro está todo, porque todo es posible. Allí usted murió la semana pasada y allí está viviendo para siempre”.
EL CAMARADA
En otro registro y geografía, tenemos a Cesare Pavese (1908-1950), escritor, ensayista y traductor italiano, de quien proponemos una de sus primeras novelas, El camarada (1947). Si bien comparte con la anterior el hecho de ser una historia del proceso de maduración y la búsqueda de identidad, aquí, antes que misterio, se pretende narrar el oficio de vivir. El imperativo ético, la capilaridad entre arte y compromiso, literatura e ideas, son marcas de autor. El propio Pavese, en este mismo sentido, se encarga de dar cuenta de la fuerza intencional de su novela: “Muchos nos han contado cómo los jóvenes de las clases cultas burguesas maduraron a la vida y a la historia en los últimos años del fascismo. Hasta hoy está por averiguar cómo llegaron a eso los otros, los proletarios y los incultos (...) He imaginado en este libro a un jovenzuelo pequeñoburgués desocupado e inculto -algo peor que un proletario- y lo he enfrentado con ciertas realidades”.
Puede decirse que estamos ante una de las primeras novelas realistas que, sin embargo, su subleva frente al estilo efectista y meticuloso de la tendencia tradicional. La nueva forma de narrar, sobria y fluida, opone al detalle y explicación, la condensación de sentidos en lo implicado. La potencia de lo no-dicho. Entre los personajes –casi todos jóvenes- Pablo es el que encarna una forma distinta de ver el mundo y de experimentar la época. Lleva una vida tranquila, de hijo de la clase media; trabaja en una tienda familiar y toca la guitarra con cierta pasión. Basta un accidente, un hecho tangencial en la historia personal del protagonista, para que poco a poco empiece a sentir la soledad de la compañía ocasional, la apatía por los quehaceres diarios. Será el momento de abrirse a otros encuentros, a afilar la mirada de lo que lo rodea, a percibir la falta de libertad y justicia, a sentir el “instinto” de la clase oprimida. Un verdadero renacimiento, un acto de madurez que es al mismo tiempo el olvido de sí mismo, como pura individualidad.
CUENTOS BREVES Y EXTRAORDINARIOS
Y por último, proponemos una curiosa antología compilada por Borges y el mismo Bioy Casares, Cuentos breves y extraordinarios (1955). Selección que aglutina siglos y culturas diversas. Ideal para leer a sorbitos, en espacios cortos de tiempo. Un compendio de la palabra universal, con sus confluencias y sus notas particulares. Hay aquí, extractos de obras clásicas, de escritores y pensadores modernos, citas de fuentes árabes y china, e incluso se presume que mucho de los textos pertenecen a los propios compiladores. Es sabido que ambos, además de amigos entrañables, eran aficionados a este tipo de trampas y juegos. Al respecto, la esposa de Bioy solía decir que cuando escribían o leían juntos parecían dos niños insoportables porque reían a más no poder de las ocurrencias que surgían de esos trabajos colectivos. Y vale decir, además, que en este libro lo notable es la manera en que estos textos sintetizan el poder de lo narrativo, el ingenio y casi siempre el remate de lo inesperado y el humor.
Y así, cerramos “la listita” con una frase de un humorista de pura cepa, Groucho Marx: “Fuera del perro, el libro es el mejor amigo del hombre. Dentro del perro, quizá esté muy oscuro para leer”.
En un chispazo
BIBLIOTECAS
Por Antonio Cedró
cedroantonio@gmail.com
La
biblioteca de Alejandría en la antigüedad, fue creada para “compilar todo el
conocimiento de la humanidad” por los ptolomeos, portadores de la cultura helénica. Hoy en día
no se sabe a ciencia cierta quiénes incendiaron la biblioteca, los musulmanes
atribuyen el episodio a los cristianos y estos a los musulmanes. Los romanos
omiten el suceso en sus crónicas, porque también se los sindica como los
responsables. Lo que se sabe a ciencia cierta es que la biblioteca albergaba
todo el conocimiento de las culturas mediterráneas. Contenía 900.000 volúmenes.
Era el compendio de la sabiduría, la experiencia de miles de años. Y
desaparecieron en un chispazo. La costumbre de quemar bibliotecas, nefasta por
cierto, no encuentra su hecho único en Alejandría. Las bibliotecas de Cuzco
fueron quemadas por los españoles. La religión estuvo detrás del fuego
purificador en cada uno de los sucesos. Más recientemente, la quema de libros durante el
nazismo, continúa con la tradición. Es inevitable pensar en cómo repercutió eso
en su futuro (también en el nuestro), en el que tantos hombres se fueron formando
sin acceder a los saberes que estos libros ofrecían. Cuántas teorías debieron
ser comenzadas de cero nuevamente, cuánto tiempo perdió la humanidad. El
retraso en el conocimiento no puede medirse. Imagínese vacunas, máquinas,
procedimientos, comodidades, teorías que hubieran llegado antes y antes
hubieran salvado vidas, ahorrado guerras, evitado catástrofes y lágrimas. Todo
esto viene a que presenciamos recientemente, la quema de la biblioteca más
grande de la humanidad. Megaupload, la mayor web de intercambio de archivos del
mundo, fue cerrada por el FBI a principios de 2012, por considerar que se
vulneraban derechos de autor y propiedad intelectual de muchas personas y sobre
todo, de un puñado de corporaciones de Hollywood. Imagínese que alguien,
patenta la rueda. Todos deberíamos pagar por usarla, un monto determinado. No,
no se adelante, no es descabellado lo que digo. ¿Cuántos inventos, cuántas
proezas se hubieran podido sin la rueda? Ninguna. El conocimiento actual está
construido sobre la base de conocimientos previos de la humanidad, que no
tienen derechos de autor. ¿Se imaginan cuánto valdría la propiedad intelectual
del teorema de Pitágoras? Cualquier descubrimiento o invención actual, está
parado sobre los hombros y las ideas de miles de personas. Noten que escribo
los hombros, porque mientras por ejemplo, los clásicos griegos filosofaban en
sus foros, los campesinos eran los que cultivaban los campos que alimentaban
muy mundanamente esos debates que aportaron tanto a la humanidad. Entonces,
ningún saber fue parido, digámoslo así, de la nada. Pretender que Edison inventó
la lamparita sin conocer cómo templar el vidrio, que Leonardo pintó la Mona Lisa
con pigmentos también ideados por él o que el Dr. Tripathi de la India escribió
su tratado sobre farmacología sin haber aprendido a hablar y leer inglés en su
infancia acomodada, y habiendo desconocido las bases de su predecesor Fleming, son
necedades. Yo mismo había subido archivos creados a Megaupload. Que no violaban
ninguna propiedad intelectual, más que la de la señorita Eva, mi maestra de
primer grado que me enseñó a escribir. Suena presuntuoso incluir entre miles de
aportes, mis archivos. Pero eran “mi” aporte a la humanidad. Hoy existen en la
internet cientos de enlaces a Megaupload -todos caídos-, al libro del Dr.
Tripathi, que nos dirigen a un cartelón del FBI donde dice que se han levantado
cargos por “conspiración”, entre otros, contra el sitio. Alrededor del mundo
muchos no pueden ya acceder al
conocimiento de miles de temas. Megaupload era el huésped de archivos más grande
y sencillo de usar del mundo, por lo que era el más elegido por los usuarios también.
Claro
que debería existir una forma de resarcir al autor, al creador, al compilador,
incluso si afirmamos que la formación en sí es un resarcimiento a cuenta. Pero
eso es otra historia. Hoy mientras miro el aciago cartel, amenazante, estático
y muerto, pienso que hemos dejado quemar otra vez, la biblioteca de Alejandría.
La ciencia... y la astrología
Por Ana Guerberof
ana.guerberof@gmail.com
Desde España
La serie estadounidense The Big Bang Theory (de la que soy ferviente admiradora) comienza cuando Penny se muda a su nuevo departamento y conoce a Sheldon y Leonard, dos científicos superdotados de la universidad de CalTech en Pasadena, que tienen algún que otro problema de relación social, en especial con las mujeres. En este primer episodio y, de hecho, en muchos de ellos, Sheldon (el peculiar personaje interpretado por Jim Parsons) se burla de la astrología. Cuando Penny al presentarse dice que es Sagitario y agrega que quizás esto ya explica mucho de ella, él le responde: “Sí, nos dice que participas del delirio cultural colectivo que cree que la aparente posición del sol con respecto a constelaciones, definidas arbitrariamente, en el momento de nacer de alguna manera afectan a nuestra personalidad”.
Recientemente, quizás por la crisis económica y de valores imperante, observo una cierta tendencia a desacreditar a la ciencia, a los datos objetivos en favor de creencias “positivas” o casi “mágicas” de superación personal apoyadas a veces en “descubrimientos científicos” donde no cabe ni la enfermedad ni las adversidades propias del mundo en que vivimos y de aquel en que vivieron nuestros antepasados y, tal como pinta la cosa, en el que vivirán las generaciones futuras. Es evidente que la actitud que tenemos ante distintos hechos pueden modificarlos y hasta incluso marcar las oportunidades que se presentan, pero llegar al extremo de afirmar que nuestro pensamiento puede curar enfermedades y modificar eventos (fuera de nuestro control) valiéndose de cualquier teoría (como la de las cuerdas) es exagerado y puede resultar incluso peligroso si se juega con nuestra salud física y mental.
Las personas se enferman, la máquina deja de funcionar, los países entran en crisis. Claro que tenemos tendencia a somatizar y que, según qué dolencias, cabe un abanico de opciones de tratamiento, pero de ahí a atormentarse pensando qué hicimos mal o cómo hacer para controlar la enfermedad sin recurrir a la medicina “tradicional”, es arriesgado en exceso. ¿Por qué descartar su experiencia y resultados? La ciencia no es infalible, es cierto. Las personas, ergo los científicos, se equivocan, pero existen tratamientos con resultados más que probados y que sin embargo son descartados por otras “medicinas alternativas” más en boga pero casi sin resultados demostrados.
¿Por qué cuando la medicina cura más que nunca, las personas decidimos abrazar otras creencias y rechazar los datos más evidentes? ¿Será porque existe una necesidad de control en situaciones que no lo tienen? Estamos a merced de otros factores y entonces es más fácil creer que con tan solo desearlo nos curaremos de un cáncer o permaneceremos jóvenes o nos pagarán más. Un deseo de ser omnipotente a la vez que eterno. Creer que si las cosas van mal es tu propia y única responsabilidad y que si eres una persona positiva no enfermarás y tendrás todo lo que siempre has deseado. Y no digo que una actitud positiva ante la enfermedad no nos ayude a superarla o vivirla. Pero me parece una forma perversa del capitalismo, individualista en extremo, creer que todo depende de nuestra fuerza interior y de nuestra actitud y que nada tiene que hacer el Estado para garantizar a todos un trato igualitario en educación y sanidad o que no necesitamos la ayuda de los otros para superar la adversidad o sencillamente para vivir. “Primero quiérete a ti mismo y todo irá bien”, rezan algunos libros de autoayuda. Eso está muy bien, y en cierto modo es evidente, pero si vives en un mundo que te odia, no estoy tan segura de que todo vaya a ir tan bien.
Es posible acudir a los especialistas sin dejar de sentir curiosidad científica e intentar buscar la mayor cantidad de datos objetivos u opciones para solventar nuestros problemas. Lo demás me parece, tal como diría Sheldon, sencillamente un delirio colectivo que sólo conduce a la oscuridad.
Milongas compartidas
Por
Carina Sicardi / Psicóloga Mat. 2600
La Navidad conlleva en sí misma la
sensación o necesidad de nacimiento. Si bien tiene una connotación religiosa,
también desde lo cultural nos sentimos transversalizados por esa festividad.
Una vez más, fue, como mínimo, un tema
de conversación: “A la gente les gustan cada vez menos las fiestas”, “Yo me
dormiría el 24 y me despertaría el 7 de enero”, o, por el contrario, “A mí me
encantan las fiestas”. Lo que es raro es encontrar la indiferencia, la
verdadera, aquella que hace de la
Navidad un día como cualquier otro. Porque, aun sin tener
demasiado claro qué se festeja, nos encontró reunidos alrededor de una mesa,
con familia -o lo que queda de ella-, o con extraños conocidos, pero siendo
parte de algo con alguien.
Nos renegamos, nos convencimos durante
todo el año de que es una cuestión comercial, en la cual se llenan de plata
unos pocos; que los juguetes y determinadas comidas redoblan sus precios, etc.,
pero… unos días antes, cuando todo parecía vestirse de verde, rojo y dorado,
aquel viejo árbol navideño viajó desde el remoto rincón del más olvidado
mueble, hasta el lugar más cercano a la ventana que da a la calle, y se comenzó
a escuchar: “Che, ¿con quién pasan ustedes la Nochebuena?
Las jugueterías se encontraron con los
más previsores adultos, que, días antes, ya fueron comprando por anticipado los
regalos para los más pequeños de la familia (o de los afectos). Y también con
aquellos que año a año juraron no volver a hacer las inagotables colas del día
23 ó 24, soportando el calor y la espera; son quienes hasta el día anterior no
iban a regalar nada a nadie.
Entonces, la mítica figura de Papá
Noel, proveniente del lejano Polo Norte, apareció con amigos y detractores: “¿Le
escribiste la cartita a Papá Noel?”, “Pero cómo, en mi época era el Niñito Dios
el que te traía regalos”…
Y aún el esfuerzo de los que, para
mantener vivo el mito, decidieron disfrazarse con ropa invernal en diciembre 24
del territorio más cercano al Polo Sur, queda cuestionado, por ejemplo, por mi
sobrina Alma, de 4 años: “¿Y dónde deja el trineo si el año pasado vino en
auto?”
Los más intelectuales y filosóficos,
reflexionaron acerca de la posibilidad de generar cuestiones traumáticas en los
niños por sostener una mentira que, en el momento de descubrirse, haría no
creíble el discurso del adulto.
Son muchos los que recordamos, casi
con rencor, a aquel niño que, en un arrebato de sinceridad, nos dijo con un
dejo de sorna: “¿Todavía no sabés que Papá Noel y Los Reyes Magos son los
padres?” Desilusión total, inicial descreimiento, no puede ser, si yo un día le
vi la mano a Gaspar... Hasta que llega el momento más temido, el enfrentarse a
los únicos que pueden decirnos la verdad: los padres (o el adulto más creíble).
Estos, que esperaron ese instante, practicaron las más variadas respuestas,
ninguna científica. Es el comienzo un nuevo camino, ya nos sentimos grandes y
ellos también…
En el mundo de los adultos, la reunión
navideña trae aparejada la comparación con otras anteriores, tiempos idos,
donde las sillas estaban ocupadas por personas que hoy ya no están, porque la
familia se agrandó y se subdividió o porque ya no pueden ocuparlas…
Jorge Rojas hizo popular una canción
que fue producto de una carta ganadora de un concurso, que se llama “El último
deseo de Navidad” y es una historia conmovedora de la que me voy a permitir
transcribir algunos párrafos:
“Arrastro
sobre mis hombros casi 87 navidades, y son, uno a uno 87 recuerdos distintos y
hermosos que riegan mi cerebro de sangre fresca. En un tiempo que ya suena
lejano, la mesa era gigante, casi eterna… El patio de mi vieja fue la más
maravillosa de todas las pistas de baile que alguna vez recorrí, airoso del
brazo de la rubia más bella de todo Lanús… Nunca pudimos tener hijos, es
cierto, pero éramos felices, con sólo mirarnos éramos felices… La Navidad se fue llevando
uno a uno a nuestros invitados, de todos modos, con Ana Laura seguíamos
festejando la navidad como el primer día… En marzo del año pasado, Ana Laura
partió para siempre, la muerte me la llevó de un soplido, y sin poder poner
siquiera las manos, le dije adiós para toda la vida… En este instante hermoso y
eterno en el que cierro los ojos para recordarla, siento la necesidad de
pedirle a Dios un último deseo… Seguro que ella, la gran compañera de mi vida,
el amor de mi infancia, la amante de mis sueños, el amor de mi existencia,
vendrá a buscarme. No querrá pasar la navidad sola, se aferrará de mi brazo y
con un beso en la mejilla, me invitará a bailar la milonga más hermosa que
nadie antes escuchó…”
Para todos aquellos que tuvimos sillas
vacías, va este relato… Por muchas hermosas milongas compartidas…
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