POR TIEMPO INDETERMINADO
Por Alejandra Tenaglia
Tras esta edición, la última del año, El
Observador entra en receso por tiempo
indeterminado. Qué significa eso y por
qué, podrá descubrirlo en el pequeño alegato que figura en estas páginas. Sin
embargo, lo primero y fundamental es decirles que, estos ocho años se lograron
enhebrando mes tras mes, porque ahí del otro lado, dándole sentido a nuestro
trabajo, estuvieron ustedes, nuestros lectores, destinatarios y sostén de este
proyecto colectivo que burló con creces a los agoreros del “ya nadie lee”.
EL RECESO
Entrar
en receso significa que el presente es el último periódico de esta etapa de El
Observador. No cerramos el proyecto, queda abierta la posibilidad de regresar
de esta u otra manera. Y especificamos que es por tiempo indeterminado, porque
ello dependerá de muchos otros factores que ahora aparecen como inciertos y que
irán aclarándose a medida que pase el tiempo. O no, lo veremos en su exacto
momento. Pasado en limpio: el mes próximo no espere que le llegue un ejemplar a
su casa ni salga a comprarlo, porque por primera vez en estos 8 años, discontinuamos
la tirada.
LOS MOTIVOS
No
es por motivos económicos que entramos en receso. Bien podría serlo, en este
país que se caracteriza por tambaleos constantes y donde mantener en pie un
pequeño medio de comunicación, es realmente difícil. En los pueblos aún no se
incorporó la idea de que la publicidad es una inversión y no un gasto, y que el
apoyo a un proyecto comunicativo requiere sí o sí que se lo compre o que en él
se realicen anuncios. De todos modos, en este sentido no podemos quejarnos sino
más bien todo lo contrario. Salimos a la calle en marzo de 2010 con personas
que apostaron publicitar en estas páginas, en las que ni siquiera sabían qué
iban a encontrar. Esa confianza a ciegas, selló la posibilidad de trazarnos un
futuro. Lo he contado varias veces pero no está de más repetirlo: la primera
edición de El Observador, la pagó Sabina Monasterolo, una de mis amigas de
larga data. “Hacelo, yo te presto la plata”, me dijo sin dudarlo en una
sobremesa en la que le conté mi idea. No tengo vocación por el dinero, pero la
suerte quizás me acompañó y ni en esa ni en ninguna edición, el periódico me
obligó a poner dinero extra. Solito se sostuvo durante estos ocho años y hasta
me ayudó a sostenerme a mí, que ya es mucho decir. Es importante que estas
cosas se sepan, para tener más elementos a la hora de analizar lo que sucede
con los grandes medios que van a la quiebra al terminar este o aquel gobierno, solventados
en su mayor parte por publicidad oficial, convirtiendo en ficción su
permanencia que no debería tener otro puntal, que la aceptación o no del
público.
Volviendo
a los motivos: son netamente personales. Ingresé al mundo del periodismo por la
ventana, sin haber pasado por la academia que otorga ese título sino labrando
mi trabajo a mano, tal como se hace con los oficios. Impulsada por una devoción
por la palabra escrita, la comunicación en general y la necesidad de brindar
algo útil, participativo y bello, generando un espacio donde voces variadas pudieran
aportar lo suyo. Eso, creo, se ha cumplido. Pero la literatura, mi fiel
compañera, ha quedado relegada en el camino, por el trajín que implica la
dirección un periódico, al menos como yo me he tomado ese rol que elegí y en el
que me situé sin mucho pudor. El periodismo tiene como materia prima, la
realidad. La literatura, en cambio, talla en el espacio de la ficción. Cabalgar
con un pie en cada estribo, se me ha ido complicando cada vez más y, ha ido
creciendo en mí la necesidad de optar. No sé cuánto le pueda interesar al
lector mis vaivenes particulares, pero dada la cantidad de personas que me ha
consultado, es que me animo a robarle este rato con cuestiones íntimas y para
tal vez, si ello fuera posible, animar a quien desee dar pasos inciertos, hacia
un más allá de ensueño que puede convertirse en palpable concreción. Porque lo
cierto es que tras mi decisión de este receso, me ha llegado la notificación de
una editorial de Buenos Aires que publicará a comienzos del 2018, mi primera
novela, que se distribuirá en todo el país. Felicidad, que le llaman. No hay
otro modo de explicar, lo que ese logro implica para mí.
Es
también cierto que a partir de enero trabajaré junto al Presidente Comunal de
Chabás, Lucas Lesgart, en su cartera de prensa. Pero esa propuesta ha llegado
después y la he aceptado sin problemas, ya que para entonces no estaré ligada a
un medio de comunicación y a que allí o en donde sea, debo laburar para
procurarme el sustento. Estas explicaciones, son en post de mi gente cercana, a
la que le han preguntado esto y aquello una y otra vez. No soy yo partidaria de
darlas, convencida de que más allá de lo que escriba, cada cual adapta la
interpretación a sus necesidades, forzando el discurso y a los mismísimos
hechos, si ello fuera necesario. Pero a ellos se las debía, por las molestias
ocasionadas; y también a los que con buena fe, consultan, tras rumores de todos
los colores, que nunca faltan.
A ELLOS
Quiero
destacar, muy-muy especialmente, la tarea de los que vengo llamando, indistinta
y posesivamente: “mis redactores”. Gente valiosa por donde se la mire, que se
ha expuesto en estas páginas, dando contenido a las columnas temáticas que han ido
desarrollando en estos años, sin cobrar jamás un centavo. Responsables,
comprometidos, generosos. Aceptando mis sugerencias, mis correcciones, mis
obsesiones, mis exigencias. Preocupándose por temas que consideraban, debían
tratarse. Buscando aportar elementos para la construcción de una sociedad
mejor. Intentado ponerles el hombro a los lectores o provocándolos para
despabilarlos o dándoles una palmada frente a travesías bravas o brindando
datos para que puedan forjar una opinión más apta.
Muchos
son los que han pasado por esta casa, en los casi ocho años que llevamos. Vaya
mi cariño para cada uno de ellos y mi agradecimiento sincero, sentido, eterno.
Sí quiero mencionar a los que hoy por hoy, bajan conmigo este último escalón.
Entre quienes es justo destacar la labor de Carina Sicardi, que nos acompaña desde la edición número uno, sin
fallar ni una sola vez; ladera indispensable en esta travesía, cuyos artículos
recortados he visto pegados en más de una heladera o panel hogareño. La
mendocina Ana Guerberof, residente
en España desde hace tiempo, nos ha sacado a pasear por el mundo, nutriéndonos
de saberes y del encanto particular que tiene para narrar. Carlos Bonino ha logrado algo tan magnífico, difícil y bendito, como
hacer reír; sus disparatados discursos me han arrebatado carcajadas en esas
últimas horas de cierre, donde ni fuerzas poseía, y he llegado a comercios o
domicilios particulares, donde me han confesado que la sonrisa que traían, se
la debían a nuestro redactor. Julieta
Nardone y Lorena Bellesi son dos
lujos que nos hemos podido dar, sobre todo aquellos que disfrutamos el mundo de
los libros, películas y series; con prosas impecables, apasionadas y variadas,
nos sumergieron en el arte. Sebastián
Muape ingresó como periodista deportivo, en vísperas del mundial pasado y
enseguida advertí su destreza escrituraria, por lo que también nos ha permitido saborear su
literatura; ha sido un hallazgo de esos que suceden muy pocas veces, oirán
alguna vez hablar de él en otros parajes y recordarán que tuvimos la suerte de
tenerlo en Chabás. Romina Bianchini
permitió que conociéramos una gran cantidad de plantas medicinales y que las
incorporemos a nuestras vidas, logro suficiente para categorizar del tipo de
persona que estamos hablando. Verónica
Ojeda se inició en este proyecto con su rincón de paisajismo, extendiéndose
luego hacia la ficción, los espacios públicos y últimamente la ecología; una
gran compañera, entusiasta y dispuesta, animándose siempre a más. María Luz Barberán, con sus recetas, se
ha vuelto coleccionable, ganándose su espacio en cajones de alacenas o
cuadernos improvisados para la ocasión; un gustazo tenerla con nosotros estos
últimos años. María Virginia Cruña
ha intentado aclararnos las siempre complejas situaciones contables de este
país, con artículos explicativos, concisos, necesarios; fue una incorporación
de este último año pero la aprovechamos todo lo que pudimos.
Hemos
tenido también el privilegio de contar desde principio a fin, con los dibujos
del gran Dachi Fandiño, un amigo
entrañable, un profesional del trazo y el pensamiento compactados en una sola
viñeta.
Es
invaluable el trabajo que ha realizado toda la gente que distribuyó este
periódico casa por casa, desde los alumnos de las escuelas secundarias en los
comienzos, pasando por todos los nombres que han danzado después, finalizando
en dos personas muy importantes para mí: Lorena
Ale y su hijo Mateo Centanni, ahora
responsables del reparto completo, pero desempeñándose en el lado más grande
del pueblo desde hace años, dándome la tranquilidad de que todo lo hecho iba a
llegar en tiempo y forma, a destino.
Y
por último, agradecer a todas las chicas que pasaron por la cobranza y venta de
publicidades; también han sido muchas y les guardo un cariño singular. Hoy por
hoy ese lugar lo ocupa Romina Grisanti,
con una dedicación y rigurosidad que no me queda más que aplaudir de pie.
A USTEDES
Finalmente,
agradecerles a ustedes, los lectores; nuestro mayor orgullo. Muchas han sido
las personas que me advertían el ocaso, cuando en los comienzos les relataba mi
intención de generar un periódico de contenido, con un setenta por ciento del
espacio dedicado a ello. Alegaban que “la gente no lee”, menos “en un pueblo
como este”, menos aún “si deben pagar por ello”. Chabás ha rebatido esas
proclamas derrotistas y ha robustecido mi convencimiento de que, un buen
producto implica en primer lugar, un respeto por el otro, por su inteligencia y
su universo emocional. Es por eso que a mi entender, la aceptación que El
Observador tuvo, se enraíza en el podio especial en el que hemos situado al
lector. Ni mentir, ni ocultar, ni lamer zapatos. Ni inflar datos, ni lanzar
latigazos, ni prepotear para obtener espectacularidad. Ni subestimar, ni dejarse
arrastrar, ni atropellar. Buscamos despojar las noticias que fuimos
presentando, de malicia, saña o estúpidas egolatrías. Bregamos por abandonar
metáforas, eufemismos, gatopardismos y demás simulaciones, cuando la ocasión
requería palabras claras, datos desnudos y en su caso, opiniones bien
diferenciadas del resto del contenido, como un punto de vista más que podía
sumarse o contrariar a los demás, pero nunca adjudicándonos preponderancias
petulantes y aburridas hasta el hartazgo, para todo aquel que sabe lo amplio y
profundo que es el campo de batalla de la vida.
No
negaré haber pasado por momentos ingratos, reclamos, desprecios,
desentendimientos con ciudadanos de a pie. No negaré haber acumulado broncas y
asco, por el modo en que muchos políticos y sus soldaditos obsecuentes, han
usado como moneda corriente en su relación con los medios. No negaré que hay
personas con las que nunca compartiré ni un café, después de haberles conocido
procederes inmorales y hasta constitutivos de delito, pero tan bien
ornamentados que dificultan la prueba. No me da todo igual. He tenido que
explicar una y otra vez que las notas no se venden, que brindar información es
la tarea fundamental del periodista y que los temas que se eligen dependen
únicamente de la línea editorial, mas nunca de los intereses particulares de
este o aquel particular.
Hemos
cometido, seguramente, muchas equivocaciones. Hemos sido, seguramente, injustos
más de una vez, con asuntos que han quedado sin tratar. Hemos obrado, tal vez,
repetidamente, por debajo de sus expectativas. Pero quiero que sepan que
siempre, siempre, siempre, hemos actuado con buena fe.
Con
una especie de nostalgia apresurada, transité estos últimos días. Es que,
quizás El Observador sea lo más importante que haya hecho en mi vida. Y por
eso, mi agradecimiento hacia ustedes es tan grande. Nos han permitido entrar en
sus hogares, en la intimidad de su pensamiento, en la marejada de sus sensaciones.
Y nos dieron la oportunidad, a este lindo equipo que conformamos, de trazar un
diálogo acompasado de ocho años.
Los quiero,
intensamente. Me han hecho muy feliz.
Nos
encontraremos, en algún otro renglón.
¡Hasta
siempre!