Al periodismo, ¡salú!*
Por
Sebastián Muape
En el teatro de operaciones, frente a la luz de la cámara
o en el vestuario local, con valor desigual van hilando oraciones. Esquivando
misiles, en cómodas butacas o en la escena del crimen, se quedan con el himen
de la página nueva; algunos la cuentan de a miles y otros transcriben
convicciones, cada cual huele a lo que quiere, de todo quedan pruebas.
Profundos, livianos, punzantes y esquivos. Sabios,
conversos, manifiestos y reflexivos. Elitistas, inolvidables, corporativos o
maestros, de todo hay en lo nuestro; tantas plumas como vertientes, yo cuento
entre los más valientes a los que hicieron historia y viven en la memoria, dejando
ejemplos y certezas: gratitud entonces para el “miope” Rodolfo y para el
“gordo” Cabezas.
De pendejo se sueña, con el once contra once. Si no nos da
el bronce para pisar el pasto, se busca dejar reseña, desde el estudio, en la
cabina o por descarte en redacción; se adivina fácil la canción, total de
“fóbal” sabemos todos, pero pisamos el lodo, creyendo que todo vale y así sale
lo que sale, enemigos de la profesión que buscan ser “vip” en la noche; la
audiencia como broche de cálculos y mediciones, vendiendo convencimientos,
maleando las opiniones.
Conspicuos, parlanchines, temporales y perennes, no todos
salen indemnes del fogueo del que oye, sepan que hay un éter,
superpoblado de archivos, berretas pero masivos, no todos demuestran pasta, no
todos son de esa casta, de cátedra y de pupitre, pocos bancan lo salitre, de la
crónica por dos monedas, esos que buscan lo creíble, morfando lo que se pueda.
Capos de la palabra, con trazo de pluma firme y tipeo
enardecido, micrófonos conocidos que embelesan con sus verdades, para todas las
edades, la belleza de lo cierto, el periodismo no ha muerto y aunque quieran
comprarlo, no van a poder matarlo, ni con balas ni a golpes de hacha, a los
valientes se les notan los huevos o los ovarios, y a los perejiles les asoma la
hilacha.
Desde Mariano Moreno hasta hoy, navegando las aguas de la
historia, hubo luminarias y escoria, y así también seguirá; por eso le pido,
amigo lector, sea usted muy pensante, no premie con su confianza ni un
instante, a quienes le muestran dobleces, y esquive los reveces de los que
empuñan la palabra, para rifar la verdad, tiñéndola de abracadabra.
* El 7 de junio fue
el Día del Periodista, saludo a mis colegas.
Llamada perdida
Por
Ana Guerberof
ana.guerberof@gmail.com
Desde
España
Hanan Mahmoud Abdul Karim
vive en Amán, Jordania. Tiene treinta y seis años, y hace tan solo cuatro días,
tuvo a su primer hijo en una clínica privada del centro de la ciudad. El niño
al que quieren llamar Abdul, en honor a su bisabuelo, pesó al nacer nada menos
que 4,8 kg. El día 24 de abril el ginecólogo de Hanan decidió practicarle una cesárea
porque el niño no estaba bien colocado, venía de nalgas.
Cuando le dan el alta en
el hospital, le informan que se sentirá cansada durante la primera semana pero
que luego todo volverá a la normalidad. Hanan nunca imaginó que ese cansancio
le impidiera casi moverse. Sí, piensa, está feliz por haber tenido al
primogénito que tanto deseaba y que tanto había tardado en llegar, pero le
cuesta compartir la alegría de sus familiares y amigos. A veces le duele hasta
reírse. Da gracias a Alá por su pequeño milagro y le pide que le dé fuerzas
para recuperarse. Por ahora, su madre, Majeda, se encarga de todas las tareas
del hogar mientras ella intenta aprender a darle el pecho a su hijo que siempre
parece tener hambre, justo al revés de lo que le ocurre a ella.
Al segundo día de estar
en casa, Hanan siente unos fuertes dolores abdominales que ella piensa son
debidos a la operación y el agotamiento. Hanan duerme una media de tres horas
diarias. Decide, entonces, que se recostará un rato en la cama mientras Majeda
le prepara una tisana. Sólo necesita descansar. Cuando Majeda vuelve a la
habitación, encuentra a su hija muy pálida y a su nieto llorando. Hanan no
puede casi moverse y suplica a su hijo que deja de llorar. Pero el niño pasa de
un llanto quejoso a un berreo desesperado. Su abuela intenta tranquilizarlo sin
éxito así que lo coloca en el regazo de su madre mientras ayuda a su hija a
darle de mamar. Así, logran que se tranquilice durante unos momentos.
Los dolores abdominales
no cesan, Majeda advierte que su hija pierde en ocasiones el conocimiento a
causa del dolor y decide salir a la calle y pedir a un taxista que la ayude a
llevar a su hija de vuelta a la clínica para que la examinen. Desde el taxi,
llama a su yerno, Jamal, quien casi no puede entender las explicaciones de la
suegra porque su hijo ha comenzado a llorar de nuevo y el ruido es ensordecedor.
Finalmente, quedan en encontrarse en la puerta de la clínica.
Una vez allí, el médico
de guardia les explica que los dolores son frecuentes en los casos de cesárea y
que tanto Hanan como su hijo se encuentran en un óptimo estado de salud y añade
que el ginecólogo realizó un gran trabajo teniendo en cuenta la posición tan
complicada del feto. Se deben considerar afortunados, les dice. Majeda insiste,
presiona, vuelve a explicar que su hija ha perdido el conocimiento por el dolor
y pide que la ingresen. Pero el médico la invita a que se tranquilice y que
vuelvan todos a casa, así, en ese ambiente de comodidad, aclara, la
recuperación será más rápida. Jamal le dice que es mejor que se vayan.
En el camino de vuelta,
Abdul deja de llorar y se queda dormido plácidamente en el coche de su padre.
Sin embargo, Hanan se sigue quejando del dolor y comienza a decir frases
incoherentes, y a gritar: «¡Quitadme al diablo! ¡Quitádmelo! ¡Alá, ten piedad
de mí y haz que me ayuden!» Majeda toca el vientre de su hija —que todavía está
abultado— y siente una vibración. Esta se detiene unos segundos y luego vuelve
a reanudarse. Tras varios intervalos, la vibración finalmente se detiene.
Majeda y Jamal se miran unos instantes y llegan a un acuerdo tácito. Jamal da
un volantazo, gira a la izquierda en Príncipe Al Hasan y toma Al Taj hasta
llegar a la puerta de urgencias del hospital público Al Bashir.
El equipo de urgencias de
Al Bashir examina a Hanan, escucha la explicación de sus síntomas y decide
hacerle una radiografía. Los médicos descubren atónitos un objeto extraño –demasiado
parecido a un celular– en el abdomen de la mujer y deciden operarla de urgencia
esa misma tarde. Durante la operación, extraen el objeto que es, en efecto, un
teléfono de una conocida marca de celulares con múltiples llamadas perdidas. Por
fin, Hanan está fuera de peligro.
El despistado ginecólogo acude
ese mismo día al shopping Taj Mall para adquirir el último modelo en celulares
porque no puede recordar, por mucho que lo intenta, dónde extravió el anterior
y, la verdad, es que sin el celular se siente como perdido.
Para prevenir la oxidación
FITOTERAPIA
Existen sustancias denominadas
“antioxidantes” que ayudan a combatir la acción maligna de los radicales
libres, esto es, protegen al cuerpo de problemas cardiovasculares, evitan el
deterioro celular, combaten el envejecimiento y hasta se estima que podrían
colaborar para prevenir el cáncer. El organismo produce algunos antioxidantes,
pero podemos además incorporarlos a través de una gran variedad de alimentos.
Veamos cuáles.
Por
Romina Bianchini / Farmacéutica – Dra. en Cs. Químicas
Toda
célula del organismo necesita realizar
procesos de oxidación para vivir, motivo por el cual consumimos oxígeno. Parte
de este oxígeno se transforma en especies reactivas, entre ellos radicales
libres, los cuales son nocivos para la salud. En condiciones normales los
sistemas antioxidantes presentes en el cuerpo atrapan y neutralizan el exceso
de radicales libres, pero para ello se
requiere de un organismo sano.
Por
otro lado, con el trascurrir de la edad, nuestro cuerpo va mermando su
capacidad de producir compuestos antioxidantes, motivo por el cual envejecemos.
El
estrés
oxidativo es la acumulación excesiva de radicales libres en el
organismo, afectando a células, tejidos y órganos, determinando el
envejecimiento prematuro y la posibilidad de generar un gran número de
enfermedades.
Entre
sus causas figuran desórdenes alimentarios (excesos y déficits de determinados
nutrientes), exposición a contaminantes, sobreexposición solar,
sedentarismo, entrenamiento deportivo
excesivo, estrés nervioso y malos
hábitos (tabaco, alcohol, drogas).
Existen
sustancias denominadas antioxidantes que ayudan a combatir
la acción maligna de los radicales libres. Así, protegen al cuerpo de problemas
cardiovasculares, evitan el deterioro celular, combaten el envejecimiento y
además se estima que podrían colaborar para prevenir el cáncer. Si bien el
organismo produce algunos antioxidantes, también pueden ser incorporados a
través de los alimentos o de diferentes suplementos dietarios.
En
la actualidad se puede encontrar una gran variedad de antioxidantes presentes
en los alimentos. Entre los más destacados figuran las vitaminas A, C y E, que
estabilizan a los radicales libres y estimulan el sistema inmunológico.
ü Vitamina
C: es una de
las vitaminas más conocidas por su potente capacidad antioxidante. Es necesaria
para la producción de colágeno, que es la base de uñas, encías, dientes, huesos
y piel. Se la encuentra en frutas, especialmente los cítricos, bayas y kiwis y
en vegetales: tomates, brócoli, berros y pimientos.
ü Vitamina
E: es otra de
las vitaminas más conocidas por su acción antioxidante. Las fuentes de esta
vitamina son los vegetales aceitosos (girasol, maíz y aceitunas), el germen de
trigo, las nueces, las semillas, la espinaca y la palta.
ü Vitamina
A: es
necesaria para mantener la piel, la vista y el sistema inmunológico saludables.
Además protege de las enfermedades degenerativas. La fuente de esta vitamina es
el retinol, presente en productos lácteos como el queso, la manteca y la
margarina, en la yema del huevo y en los pescados aceitosos. Está presente
también en frutas y vegetales amarillos y anaranjados: zanahorias, mango, duraznos,
batatas, pimientos y vegetales de hoja.
ü Carotenoides:
se trata de
sustancias antioxidantes precursoras de vitamina A.
Los colores de los alimentos
Una
de las mejores formas de incrementar el consumo de alimentos ricos en
antioxidantes, es atendiendo al color que presenten.
ANARANJADO: estos alimentos se destacan
porque en ellos encontramos betacaroteno, que en el organismo se transforma en
vitamina A. También son ricos en otros compuestos antioxidantes como flavonoides,
vitamina C, licopeno y luteína, entre otros.
ROJO: dicho color se debe principalmente a
su contenido en caroteno. Y, por ejemplo, a este grupo pertenece el licopeno,
un pigmento natural que ejerce en nuestro organismo una acción antioxidante.
En
ellos también encontramos vitamina C, mientras que las frutas de color rojo oscuro
son ricas en antocianina, otro compuesto capaz de proteger a las células del
daño oxidativo.
AMARILLO: los alimentos de color
amarillo contienen principalmente una gran cantidad de vitamina E; uno de los antioxidantes
más importantes que existen, y que encontramos principalmente en los aceites de
origen vegetal.
VERDE: las frutas y verduras ricas
en color verde cuentan principalmente con ácido fólico, luteína y vitaminas C,
A y K, que ayudan a potenciar la visión y a protegerla de los distintos daños. Colaboran
también en minimizar y prevenir de las enfermedades cardiovasculares y del
corazón, cuidando incluso la salud de nuestra piel contra las diferentes
agresiones ejercidas por las radiaciones ultra violeta en la piel.
Hierbas medicinales ricas en antioxidantes
Uña de gato:
es ideal a la
hora de aumentar las defensas, ya que actúa como estimulante inmunológico,
antioxidante y antiinflamatorio.
Debido
a su acción tónica sobre el sistema inmunológico ayuda a combatir infecciones crónicas,
virales y enfermedades degenerativas.
Se
utiliza como tratamiento complementario en distintos tumores, además de ayudar a
contrarrestar los efectos secundarios de la quimioterapia.
Debido
a su potente actividad antinflamatoria resulta eficaz en problemas
inflamatorios de las articulaciones.
Espino blanco: ayuda contra problemas tanto
cardíacos como circulatorios. Contiene varias sustancias que refuerzan la salud
de las arterias y se emplea (con prescripción médica) para tratar o prevenir
problemas circulatorios como la ateroesclerosis y la mala circulación
periférica. También protege de los cálculos vesiculares y renales.
Romero: las propiedades medicinales
del romero son muchas y se basan en sus potentes antioxidantes, los cuales
tienen sobre todo la capacidad de retardar los procesos de envejecimiento en
todos sus niveles. También contribuye a mejorar el estado de la piel
manteniéndola suave o elástica por más tiempo y reduce el riesgo de las
enfermedades neurológicas, lo cual se traduce en prolongar la juventud.
Té:
las
investigaciones han demostrado que los polifenoles antioxidantes junto a las
vitaminas C y E presentes en el té verde ayudan a perder peso, a tratar
inflamaciones y actúan contra tumores. No ocurre lo mismo con el té negro, el
cual se deja fermentar perdiendo la gran mayoría de sus compuestos
antioxidantes. Por el contrario, el té blanco, que se prepara a partir de las
yemas más jóvenes, tiene el nivel más alto de polifenoles.
Arándano: los frutos de esta planta
aportan una gran cantidad de vitamina C. Tienen además potentes propiedades
desinfectantes que actúan sobre el sistema urinario y gastrointestinal. Esta
acción tónica y antiséptica del arándano sobre el sistema urinario lo convierte
en un remedio muy eficaz para la cistitis, infecciones urinarias y para tratar
problemas de la glándula prostática. Además si se consume durante un tiempo
prolongado, mejora la salud de los ojos, de las arterias y venas (principalmente
de las más equeñas) y puede aliviar problemas circulatorios.
Vid: Son bien conocidos los
efectos benéficos del vino tinto sobre el corazón. Las investigaciones han
confirmado las propiedades antioxidantes del extracto de uvas, rico en
resveratrol, el cual refuerza los vasos sanguíneos y resulta muy eficaz en
problemas circulatorios crónicos, arteriosclerosis y enfermedades vasculares
periféricas. Bebiendo dos copas diarias de vino tinto se obtiene una gran
cantidad de resveratrol, por lo que no sería una mala idea para poder prevenir
muchos accidentes cardiovasculares, entre otras cosas.
Malo, malo, malo eres
Por Carina
Sicardi / Psicóloga
casicardi@hotmail.com
Un
ruido llegado de quien sabe dónde, la despierta de su inquieto sueño… Una noche
más en que la recurrente pesadilla se confunde con la realidad. Aún en
penumbras, estira su brazo para corroborar lo que su precepción ya sabe: sólo
la ausencia de su hombre amado la acompaña…
La
noche auguraba encuentros con promesas incumplidas. El ruido de las risas, la
música sonando tan fuerte que apenas se podía pensar, hizo que el tiempo tomara
ritmo propio. Sólo el silencio que ensordece cuando la multitud se va y la
música se apaga, marca que la noche llega a su fin.
Y
la frustración de una noche de fracaso como tantas otras, lo acompañaba en las
solitarias calles que lo llevarían a su casa. Y con ella a la realidad, a esa
realidad de su mujer esperando y reclamando lo que nunca vendría: otro hombre
que él no era…
Los
rasgos de la personalidad son patrones de pensamiento, reacción y
comportamiento que permanecen relativamente constantes y estables a lo largo
del tiempo. Cada ser humano tiene patrones característicos de percepción y de
relación con otras personas y situaciones (rasgos personales). Esto es, todas
las personas tienden a enfrentarse a las situaciones estresantes con un estilo
individual pero repetitivo. Por ejemplo, algunas personas tienden a responder
siempre a una situación problemática buscando la ayuda de otros. En cambio hay
quienes siempre asumen que pueden manejar los problemas por sí mismos. Algunas
personas minimizan los problemas, otras los exageran.
Aunque
los sujetos tienden a responder siempre del mismo modo ante una situación
difícil, la mayoría es propensa a intentar otro camino si la primera respuesta
es ineficaz. En contraste, las personas con trastornos de la personalidad son
tan rígidas que no pueden adaptarse a la realidad, lo cual debilita su
capacidad operacional. Sus patrones desadaptados de pensamiento y
comportamiento se hacen evidentes al principio de la edad adulta, frecuentemente
antes, y tienden a durar toda la vida. Son personas propensas a tener problemas
en sus relaciones sociales, interpersonales y en el trabajo.
La
puerta se abre abruptamente, y la mezcla de emociones, como un torbellino
irrefrenable, aparece sin pedir permiso. La alegría de saberlo nuevamente a su
lado, el pedido casi convertido en rezo, que esta noche regrese ese hombre
dulce y seductor que la enamoró en esos tiempos adolescentes en los que todo
parecía posible, bello y luminoso, y el miedo tremendo que cala los huesos y
sangra el corazón: que simplemente todo se repita otra vez. El dolor nubla la
vista y los sentidos…
Él
también sabe que no encuentra lo que busca, ni aturdiéndose en historias
prestadas ni volviendo a los brazos de esa mujer que cree que le pertenece pero
que no puede amar bien, ni dejarla ir. “Apareciste una noche fría, con olor a tabaco sucio y
a ginebra, el miedo ya me
recorría, mientras cruzaba los
deditos tras la puerta. Tu carita
de niño guapo se la ha ido comiendo el tiempo por tus venas y tu inseguridad machista se refleja cada día en mis lagrimitas”, canta Bebe.
Y
todo sigue igual. El silencio o el grito que ensordece de la misma forma, que
inhabilita y que violenta tanto o más que un golpe, cuando no es acompañado por
él.
Y
todo sigue igual. Es difícil el amor en tiempo de guerra. Una persona muy
especial y querida, me dijo: “Son tiempos
difíciles para el amor, está herido de guerra. Las palabras, los sentimientos,
los valores no son iguales. El amor ahora es un corazón en el what…”
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