Contratapa y Tapa del Nº 17


CONTRATAPA


HOLYFIELD Y GATICA

Por Enrique Medina
 
Es mi amigo Diego Kenis, albergado con Alejandra por unos días en el Hayat, quien me invita a un desayuno en el hotel para presentarme a “alguien” que quiere conversar sobre mi novela “Gatica”. Ese alguien es nada menos que Juan Larena, ícono viviente de “Combates Space”, genial programa televisivo de box del que soy fanático. Diego  hace aflorar en el singular periodista una enormidad de anécdotas de los boxeadores que han sabido dejar su huella en el cuadrilátero. Por el celular, le dice a Alejandra que ya estamos todos, que no se olvide que la Tenaglia es la prologuista del libro y se la espera, que sea responsable, pero parece que ella aún se está peinando. Larena me pregunta de dónde saqué esas fotos que puse dentro de la novela, esas de Evita con el pelo suelto, tan eróticas y conmovedoras, y las de Perón practicando box. Antes de que le responda nos dice que Holyfield lo está esperando. ¿Me estás cargando?, le digo, ¿Evander Holyfield?... Sí, el mismo. Dejamos el desayuno sin terminar y descendemos hacia la entrada. A mí se me cruzan las pestañas que me quedan, le doy la mano y no sé si mirarle la oreja que le mordió Tyson convirtiéndolo en el Van Gogh del box, pedirle un autógrafo, o preguntarle en mi tarzanesco inglés quién es esa belleza que lo acompaña. Larena me aclara que es su abogada. Se lo ve  impecable, un Súperman de mármol ebanado. Larena me presenta con las mejores credenciales de un Gatica revivido. El gigantón sonríe, y yo le cuento que mi padre también fue boxeador y que Gatica tuvo una implicancia social fuerte. Él toma el libro y lo hojea. Se detiene en la foto donde a Gatica lo bautizaron Joe. Me lo señala. Trato de explicarle quién fue y le menciono a Ike Williams que lo derrotó para siempre. Me informa que a Williams acaban de hacerle una escultura. Le pregunto atropelladamente si al resistir los primeros golpes de Tyson ya sabía que podía ganarle, si quedaron amigos o no se pueden ver, si aún sigue interesado en la religión. Como alargo el rollo innecesariamente, Diego, ya con la camarita en la mano, le pregunta si le molesta que nos tomemos la foto para la historia. Sonríe complacido, mucho mejor que Tyson como bailarín. Diego nos ordena: yo a la izquierda, Larena a la derecha y la pareja en el medio. Y Holyfield disciplinado en la generosidad de los grandes me pone la mano en el hombre y me dice: “para que vean que somos amigos”. Oh, sí, por supuesto. Y nos reímos todos. Llega el auto. Me invitan al paseo. No puedo. Debo ir al Hospital Español porque tengo internada a mi mamá, ya en los 92 pirulines, y que por suerte nos turnamos con mi hija para cuidarla. Larena le traduce mi inglés atropellado y Holyfield deja de sonreír, levanta el pulgar y guiña un ojo amistosamente, que se mejore, sí, seguro. Con Larena nos damos un abrazo de despedida, mientras me dice que tiene planes para un libro de recuerdos y anécdotas sobre su experiencia en el mundo del box. Parten. Che, Diego, ¿sacaste bien las fotos, no?... Por supuesto que sí, terminemos el desayuno. Volvemos a la mesa y la encontramos a Alejandra, bien cepillada, bebiendo el jugo de naranja. Diego le dice que por lerda se lo perdió a Holyfield. Ella, primero cruza esas piernas únicas y absolutas que en cualquier ring vencería por nocaut a todos los campeones mundiales juntos apenas insinuara cimbrear las caderas, luego, casi en cámara lenta, desparrama el pelo en la espalda, y, por fin, con ese desgano teatral y letal que tanto inquieta, de yapa, compasiva y brutal, sin dejar de mover la cucharita en el café, se digna mirarnos, para verificar el dominio del último renglón, su categoría de personaje irremplazable, despótico y absorbente. Pero la jorobo. Me niego a dejarle el cierre. Holyfield y Larena se la perdieron. Pero Gatica se quedó. Aún con posibilidades.

Directo al corazón... roto


APENAS…

Por Ariel Nicassio

Hoy mi voz no es necesaria. No después de escuchar la voz del que sufre la alegría, del que sonríe resignado y realizado. Voz de viento y de galope, de silencios incómodos, de laberínticos recuerdos roncos, que decía:

Siempre Mariela. Parecía a punto de sonreír y pasaba a mi lado sin mirarme. Lo sé, me miraba. Ya ve cómo lo digo, cara a cara a su pasado, a la mujer que fue mientras su corazón marcaba el pulso de mis alegrías.
Todo rutina su existencia, llena de esquemas y de teorías. Por las noches un té y una fruta, martes y jueves gimnasio, viernes de música bailable con la escobilla. Lo sabía todo Mariela, y lo callaba, era nuestro secreto de mentiras.
Quizás aún no lo entiendas…Quizás ya lo entendías... Verte mostrador de por medio, una tarde cualquiera a la hora de siempre, cruzando por la acera de los sueños; no me miraba, y al pasar reía. Qué alivio pronunciar su nombre: MARIELA, como si fuese entonces. Hoy quisiera volver a la época en que odiaba verla tan lejana... En la maraña de posibilidades que tenía, barajar maneras de acercarme, hablar del tiempo, hacer un chiste, silbarle (menos mal que no lo hice)… Salí a la calle y le pedí fuego, sacó el encendedor del bolsillo derecho del tapado negro, y sin darme cuenta yo tenía el mío en la manoSe rió, y charlamos no sé qué cosa de su viejo.
Luego, no recuerdo nada, como las víctimas de una gran sorpresa o una catástrofe, un largo tiempo… Tiempo inmensurable y ajeno a mis horas, tiempo insípido de consternación. ¿Dónde habrá andado ella en ese entonces, mientras yo como ahora, en este desahogo, la pienso?
Creo que fue un sábado, otoño tormentoso… ¿o invierno? Refugiada de la garúa, rodeada de amistades, reía como loca con el morocho ese de la corbata que al final no era tan amigo; y me vio entrar pero como si nada; y yo parecía caminar al ritmo de “la pantera rosa” hacia el fondo del bar. Se hizo tarde, quedábamos pocos; o estaba lleno, no sé ¿y qué importa? Pero fue esa noche, acordamos vernos, ¿en verdad tanto tiempo había pasado? Me fui alegre a casa. Al llegar lo vi clarito, me estaba tomando el pelo. Y yo sacando cuentas…
Por fin, después de tanto caminar a cualquier hora cerca de su casa, de salir a la vereda a intervalos cortísimos, ridículamente seguro de que pasaría, sin mirarme, sonriendo, decidí pasar yo en el auto a buscarla. En ese tiempo no todo el mundo tenía teléfono, ¿qué hubiese sido de nosotros con teléfono?... Ah, sí, pasé a buscarla, en el auto; en realidad no era la primera vez que pasaba a buscarla, pero era la primera vez que “por casualidad la encontraba”.
Obviemos detalles. Fuimos a casa, yo vivía en ese tiempo en una esquina, o al lado de una esquina. Entramos y, esto lo recuerdo bien, fui hacia el tocadiscos, puse “My Ideal” de Charlie Parker, sonreí a lo Bogart… Intenté abrazarla, pero no funcionó… Hasta que se dejó llevar por el vaivén del saxo, que era como su boca, y mis dedos de piano le armonizaban la espalda, pequeños golpes de jazz; y sin darme cuenta el saxo era yo, y su mano en mi espalda el piano desgarrador de esa música… qué música… ya no se hace más.
Así fue que bailando, besando, golpeando, al compás del bajo fuimos caminando hasta la mesa, ella de espaldas, o yo de espaldas, no recuerdo… Pero recuerdo bien que ya no sonaba “My Ideal” y en cambio el saxo era agudísimo, como un aullido. Y no lo escuchamos, me faltaba boca para tomar aire, y me faltaba tiempo para sentirme satisfecho. Me faltaba darme cuenta que tenía en las manos esa materia omnipotente, esa posibilidad inmensa, esa razón caprichosa, ese nihilismo bello, ese efecto sorpresa que hoy… No es más que este espejo de agua…


Paisajismo


¿QUÉ SECRETO GUARDAN LAS ROSAS?

Por Verónica Ojeda de Razzini
Técnica en Parquización Urbana y Rural

veronicaojeda48@hotmail.com

Un sinfín de poesías las incluyen como protagonistas dentro de sus versos; leyendas y mitos giran a su alrededor. Símbolo del Romanticismo por excelencia. ¿Dónde repara su secreto? ¿En el color, en el aroma?
La rosa data de épocas remotas. A través de los siglos estuvo al lado del hombre y ha tenido un peso importante en innumerables hechos de la historia de la humanidad. Las podemos ver en pinturas y esculturas; a manera de ornamentación en muchos objetos de arte y como flor de corte con elegante presencia en reuniones sociales hasta nuestros días. Además es utilizada como materia prima de perfumes, cremas y tés.
Hasta fines de 1800 eran arbustos de grandes dimensiones que crecían y polinizaban solos por lo que tenían una sola floración; luego, ante la gran demanda, en 1867 se obtuvo la primera rosa híbrida producida por el hombre.
El género Rosa pertenece a la vasta familia de las Rosáceas, son arbustos de hábitos y crecimiento diferente, de distintas formas y colores, tamaños, con o sin perfume, dobles, semidobles, pueden tener entre 50 y 70 pétalos y las hay con más de 100.
Hoy en día son muy cultivadas, utilizadas como trepadoras son floribundas y  su denso follaje permite crear una especie de cortina que oficia de seto; además con flores y aroma; ¿qué más les podemos pedir? Se adaptan muy bien a estructuras, lo que permite que podamos cultivarlas en macetas.
Hay especies muy bien logradas que permiten crear setos bajos cargados de flores, como por ejemplo la Rosa Iceberg de una floración densa y de color blanco que va muy bien acompañando caminos o accesos a entradas principales, o formando grandes macizos en espacios públicos. Verdaderamente una postal.
En el mundo hay más de 40.000 especies clasificadas y otras tantas sin clasificar, no todas están a la venta, algunas sólo son de exposición. Dentro de esta clasificación encontramos a las Silvestres, que son las variedades de rosales encontrados en su estado natural, sin la intervención de la mano del hombre.
Las Rosas Antiguas datan del año 1500, donde el hombre comenzó a cruzar las especies; se presume que desde la época de los romanos se realizaban muchas de estas prácticas. Tienen una sola floración y son muy perfumadas, necesitan espacios amplios para crecer.
Las híbridas de té nacen de una cruza de rosales europeos y otras originarias de China. Son las más famosas entre las rosas, se las llama así porque se utilizaban como flor de corte para ornamentar la mesa a la hora del té y no por su color.
Las floribundas son las que nos proporcionan muchas flores en una misma planta. También son fruto de una hibridación, las plantas son más pequeñas pero cargadas de ramilletes, a veces con perfume; otras vienen en distintas formas y colores y florecen continuamente, lo que hace que sean muy utilizadas para grandes canteros y para combinarlas con herbáceas.
También hay una especie de Rosales Miniatura resultado de hibridaciones, permiten el cultivo en maceta y pequeños jardines no requiriendo grandes cuidados.
Las Arbustivas pertenecen a un nuevo grupo y son híbridas que resisten mucho el frío ya que provienen de Europa con abundante y constante floración.
Los Rosales Ingleses, símbolo de ese país desde épocas medievales, tienen la forma, el carácter y la fragancia de la rosa antigua con la ventaja de las rosas nuevas, un mayor rango de colores.
Por último las trepadoras, provenientes del hemisferio norte, eran grandes masas verdes con una sola floración al año, con el tiempo y las hibridaciones se fueron logrando y mejorando variedades de trepadoras de una infinidad de colores, tamaños, varias floraciones y constantes; son muy utilizadas en pérgolas y estructuras.
Un rosa guardada en un libro, una rosa en la mano de una novia, una rosa robada y que alguien regaló en secreto. Por su belleza, por su fidelidad y su nobleza, por ser capaz de guardar las más grandes emociones y porque seguro en algún momento una rosa movilizó algún sentimiento con su fragancia, un lugar, un momento, un recuerdo de la infancia, el primer novio; y porque a pesar de las espinas valen la pena, cultivemos una rosa.



El enigma de la palabra


Por Carina Sicardi

¿Cómo poder centrar el pensamiento en una idea cuando giran tantas otras sin un orden establecido? ¿Cómo responder a la famosa pregunta “en qué estás pensando”, si llegar a un resultado certero sería casi como descifrar el enigma de la esfinge?
Me maravilla y asombra pensar la complejidad y perfección con que encastran las funciones cerebrales, en un orden único, aun para las acciones que, desde la percepción, parecen más simples.
Pero lo psíquico es más complejo aún.
Alejado de lo racional, la lógica del inconsciente es atemporal, es por eso que los pensamientos se agolpan en nuestra conciencia como provenientes de una catarata, sin saber cómo llegamos al último si llegamos a saber cuál fue el primero. Ponerlo en palabras escritas u orales es intentar darle un orden para que nos podamos entender con otro que quiera escucharnos.
Creo que éste es el primer paso en la comunicación: tratar de entendernos con otros cuyos trayectos en la vida los han hecho transitar por experiencias únicas e irrepetibles, por lo tanto diferentes a las nuestras, con la palabra y con el cuerpo.
Interpretamos el discurso del otro también desde nuestra estructura, por eso no es raro encontrarnos de repente con alguien que dice: “Nunca olvidaré lo que me dijiste ese día…” y dice una frase que, en su expresión o interpretación, no podemos identificar como propia. Y pensamos, a una velocidad maratónica, tratando de que los gestos faciales no nos delaten, “en qué momento y lugar dije semejante sandez…” Imposible, los mecanismos de defensa han operado y no logro recordar. Ya no importa, esa frase ha dejado de ser mía para pertenecer a ese otro.
Aquello que decimos deja huellas en nosotros y en los otros. Por eso es un compromiso esto de hacer circular la palabra. Un compromiso maravilloso, un desafío.
Siempre pienso que, de ser conscientes del peso y el poder que tiene la palabra, quizás no nos atreveríamos a hacerla circular. Pero de eso se trata, de decirla para que no nos lastime, pero de tal manera que tampoco lastime al que la reciba, se trata de no violentar en nombre de la palabra.
Nos servimos del discurso del otro para evaluar. Tan sólo por un saludo, creemos conocer a nuestro interlocutor: ¡qué amable!, ¡qué culto!, ¡qué ordinario!, ¡qué corto!, ¡qué divino!, nos deja como resultado un simple: Hola.
Claro que aquel que es evaluado, quizás diste del que imaginamos, porque también cuenta el deseo: lo que queremos ver del otro. Por eso quizás dos personas hablen de otra sin coincidir para nada en la descripción: “¿Viste que inteligente?” “Para mí es un chanta…”
Dolina dice: “Detrás de ese disfraz, tenían otro más. La gente era quizás, puro disfraz”.
Tratar de descubrirnos, de encontrarnos y después reconocernos, es el camino de la terapia, porque escondernos detrás de esos disfraces, como defensa, parecería que es nuestra meta.
Tapamos el dolor porque mostrarlo aleja a la gente. La sonrisa, la alegría y la felicidad es lo que vende: la buena onda. No importa si es real o el disfraz de Piñón Fijo. Se venden miles o millones de libros que dicen cómo lograrlo. Por supuesto que es más fácil que acercarse a la verdad, a descifrar finalmente el enigma.
Les transcribo ese tan famoso enigma del que les hablo al principio, aquel de la esfinge:
“Existe sobre la tierra un ser bípedo y cuadrúpedo, que tiene sólo una voz y es también trípode. Es el único que cambia su aspecto de cuantos seres se mueven por la tierra, aire o mar. Pero, cuando anda apoyado en más pies, entonces la movilidad de sus miembros es mucho más débil”.
Será cuestión de empezar a descubrir la respuesta.
  
  

Cine

CORAZONES DESASOSEGADOS

“LOS AMANTES”
Por Lorena Bellesi


La película Los amantes (“Two lovers”) vuelve, una vez más, a discurrir sobre una cuestión que afecta, de un modo u otro, a todos por igual: el amor. A pesar de las discrepancias que esta cuestión acarrea, existe una coincidencia general que supera cualquier egocentrismo recalcitrante: la necesaria presencia del Otro. El director James Gray, entonces, centra su atención en la construcción de pocos pero sólidos personajes, los cuales consiguen verse sumamente auténticos gracias a las grandes interpretaciones de los actores en cuestión.
Lo melodramático se cuela por entre el argumento, para poner en primer plano los sentimientos. El crucial momento que viven sus infortunados protagonistas, se caracteriza por la incertidumbre de las circunstancias que les toca sobrellevar. Fundamentalmente, la cámara sigue a Leonard (Joaquin Phoenix), un joven, no tan joven, que después de fracasar en una relación de muchos años, lo que lo llevó a intentar suicidarse, vive ahora con sus padres en Brooklyn. Una velada tensión se sucede minuto tras minuto, y tiene como principal protagonista a este ser desestabilizado, que se ve tironeado por la presencia en su vida de dos mujeres: Michelle (Gwyneth Paltrow)  y Sandra (Vinessa Shaw). Ambas representan valores y mundos totalmente opuestos.
Desde el primer momento que la ve, Leonard se siente irracionalmente atraído por la encantadora y de porte refinado, Michelle, su nueva vecina. Una independiente joven que resultará estar tan dañada como él, ya que sufre las miserias de ser la amante de su propio jefe. Como emblema de los tiempos que corren, los dos, Leonard y Michelle, padecen trastornos definitivamente actuales: él es bipolar y ella fue diagnosticada, en su momento, con TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad). El director sólo menciona esta coincidencia para hacer contemporánea la historia, para que quede registrado el rótulo con que la sociedad los estigmatizó y, en cierta medida, los condenó.
Por otro lado, las apariciones de Sandra, en general, están enmarcadas en el ámbito de lo familiar. Se trata de una joven que aporta muchísima calidez al film. La serenidad y la amabilidad con la que se desenvuelve, hacen de ella un puntal enorme, que compensa la inestabilidad emocional de Leonard. Sus palabras son sinceras, no tiene nada que ocultar y está segura de lo que desea. Además, entre las familias de ambos está pendiente la posibilidad de una fusión empresarial (son dueños de tintorerías), que fortalecería, en gran medida, el futuro del joven. Pero lo más significativo resulta ser, el hecho de que los dos son miembros de la comunidad judía. En consecuencia, la tradición se patentiza en los diferentes rituales que comparten. Los mandatos están ahí sin imponerse del todo, aunque regulan la intensidad del relato. Isabella Rossellini interpreta a una benevolente madre, quien le deja muy en claro a su hijo, que por encima de todo está la felicidad de él. De esta forma la presión parece ceder unos centímetros.
Los amantes es una película que para nada banaliza el romance, todo lo contrario. Lo emocional transita a la par del conflicto existencial. Dice Leonard: “Ni siquiera entiendo cómo es ser yo mismo en este momento”. Tal encrucijada lo confina a un estado de inseguridad, totalmente contraproducente para su propia integridad. Dispuesto a tomar el mando de su propio destino, enfrenta los riesgos de no dejar pasar las oportunidades. En consiguiente, las certezas se desvanecen y crece en él una punzante angustia que le devuelve el vértigo de estar vivo. Con una fotografía que prioriza la gama de los grises, la neutralidad de los colores combina perfectamente con la inquietud interior de la mayoría de los personajes. Con esos seres preocupados, pero dispuestos a intentarlo una vez más.



Poema Nº 3 para mi hija


POEMA N°3 PARA MI HIJA

Tata, te dedico el “tres” poema                                              
Perdoná cualquier desliz                                                                                                                   
Va a empezar la algarabía
Y que seas muy feliz.                                                                 

Ya ves, estoy disfrutando                                                           
De anticipado tu enlace                                                            
Porque se casa mi hija       
Y esto habrá de festejarse.                                                        

Por ser “yo” el que decida
Me nombro ser el padrino                                                          
Ya me compré ropa nueva
Creo que estaré divino.

Ahí estaré con mi vieja                                                                   
Y el resto de la familia
Van a ir de punta en blanco
Todos seremos la envidia.

Cuando te tome de mi brazo
Para a la iglesia entrar
Andaré con paso firme                                                                    
Nada me verás temblar.                                                                    

Ni pensaré que te llevo
Para casarte al altar
Pensaré que sos mi nena
Y te llevo a bautizar.
 
Y cuando ceda el lugar
Al que te irá a hacer su esposa
Ni siquiera miraré
Tal vez piense en otra cosa.

Tus hermanos  y tu madre
Seguro que llorarán
Yo sólo estaré pensando
Cuánto comer y bailar.

No miraré tu vestido
Blanco y radiante ha de estar
Ni tu mano temblará 
Llevando el ramo de azahar.

Me parece que sos chica   
Por el paso que vas a dar
Todavía no creciste
Mirá qué petisa estás.

Volvamos hacia la iglesia
Ahí está mi problema                                                                               
Yo me iré quedando triste
Vos casada, yo sin nena.

Tan sólo dije hasta ahora                                                                            
Creo, pienso, pensaré,
Ves que soy un viejo falso
Seguro que lloraré

Cuando entremos al salón
Que estarán los invitados
Que vivan, vivan los novios
Dejemos atrás lo pasado.

Bailaré con vos el vals, tango con mis
Hermanas, ranchera con la madrina
Y un ligero pasodoble
Si es que tu madre se anima.

Y así con baile y comida
Cotillón y gritería
Se irá pasando la noche
Hasta llegar otro día.

Va a ser un domingo opaco
Todos estaremos cansados
Los estómagos repletos
Y con los pies bien hinchados.

Cuando ya todos calmados
Y las mentes renovadas
Comenzarán las preguntas
¿Qué hará la tata casada?

Cuando entremos a tu cuarto
E ir tus fotos mirando
Tu madre y yo pensaremos
Qué solos que estamos quedando.    

Nosotros no somos viejos
Pero los años ya pesan
Y hemos trabajado mucho
Para que ustedes bien crezcan.

Pero esa es la obligación
Que le atañe a cada padre
Espero que hagas lo mismo
Por retoños de tu sangre.

Rezaré por ti, no dudes
Y pediré en mis plegarias
Que tu vida le dé nietos
A mi vida solitaria.

Quiero varón para vestirlo de gaucho,
Y tu madre una chancleta
Danos de todas las clases
Así la disputa se aquieta.

Y ya dejo de escribirte
Pues se me borra el renglón
Y estoy soltando una lágrima
De tristeza y emoción.

Que Dios te guarde Carina
Que seas feliz, hija mía
Seguirás siendo mi nena
Para el resto de mi vida.

Carlos Alberto Sicardi