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Contratapa Octubre
CALLAS, LA INCOMPARABLE
Por Enrique Medina
Habiéndose cumplido en el pasado Septiembre un nuevo aniversario de la muerte de María Callas, ocurrida en su ostracismo final de París, vuelven a removerse historias y versiones sobre sus postreras decisiones. Aún no se sabe quién fue el último visitante ni quién habló con ella por teléfono antes de que su cuerpo se desplomara sin recupero. La soprano más destacada en la historia de la lírica tuvo una existencia bastante agitada por no decir poco envidiable. La traicionaron, se vengó, se portó mal, luchó, se desorientó como cualquiera en la vida; todo ello en un nivel en donde las cosas se desvaloran y deciden de manera seca y cortante. Por sobre todo, sufrió mucho más de lo que ella misma pudo imaginar. Poseía un don de Dios que había que desarrollar; y fue Giovanni Battista Meneghini, un millonario enamorado, quien se encargó de esos cuidados. No le fue mal, es más, le fue muy bien, y ella siempre lo dijo. Todo iba sobre patines hasta que ella chocó fiero. Bien sabido es que (sin ánimo de ofender ni menoscabar, pero es así y no hay que avergonzarse de los caprichos del corazón) la mayoría de las mujeres mueren por los cretinos. Estos las derriten y hasta les quiebran los conceptos con los cuales han vivido y luchado para ubicarse en una sociedad que aún les debe mucho. En 1959, la Callas sufre ese fiero choque cuando su amiga Elsa Maxwell, una de las primeras chimenteras del espectáculo, le presenta al cretino Onassis y ella cae rendida a sus pies. Nada tienen que ver ni los millones, ni barcos, ni lujos, ni todas esas pavadas. La María Callas se enamora del macho, y punto. Fácil es entender la situación si se piensa que ella estaba con un hombre que la adoraba y complacía en todo, bueno sí, pero 30 años mayor. De ahí, a chocar con un tipo que machacaba gente como quien come uvas, nada falta agregar. Onassis, además de gran macho tuvo el atractivo del misterio. El origen mismo de su fortuna es bastante complicado de explicar. Comenzó a crecer económicamente en Buenos Aires, donde tenía un local en la calle Libertad llegando a Corrientes, en el que vendía tabaco. Hay historias a patadas y para el gusto que se quiera, hasta se dijo que en ese tiempo hubo un crimen importante que rozó al griego y justificó su primer millón en efectivo. También ella, la Callas, mucho después, en el año 49, paseó por Buenos Aires: debutó en el Colón haciendo Turandot, Aída y Norma. Ni idea tenía aún sobre el hombre por el que 10 años más tarde abandonaría al marido. De una, mujer decidida que se entrega sin pedir, echó todo por la borda y se dedicó a ser feliz con el cretino como si él fuera la moneda que desde siempre le faltó para completar el peso. Con la idea de que su matrimonio con Meneghini quedara anulado, renuncia a su pasaporte estadounidense manteniendo sólo el griego, esperando que entonces Onassis le pida casamiento. El cretino se hace el oso. La Callas se despreocupa. Su voz y sobreagudos acarician el cielo. Enamora al planeta como ninguna. Hasta que el cretino muestra la hilacha y la deja por otra cretina, la viuda de Kennedy que, sin quitarle mérito a su destrozado corazón, habrá que convenir en que siempre fue una estupenda fotógrafa que supo hacer foco y encuadrar perfectamente el objetivo. Tan bien le sale la foto que esta vez sí, Onassis pisa el palito y se casa. A partir de entonces la Callas comienza su decadencia, su voz se debilita, no termina actuaciones, hay escándalos y necesita de los médicos. Pasolini logra restaurarla como figura, haciendo cine. Pero ella ya sabe que todo es en vano y que su momento de esplendor ha pasado. Meneghini la busca, la ayuda, le pide que vuelva, pero ella no. Pasa el tiempo y el cretino cae en la cuenta de que la fotógrafa es la horma de su zapato y lo ha transformado en un gil de letra de tango. Se separa con todas las de perder. La busca a la Callas que, con el corazón diciendo sí, le hace caso a la inteligencia y responde no; y de ahí el ostracismo definitivo. Muy pocas son las salidas que hace desde su piso en Georges Mandel 36. Son paseos fugaces con los amigos del alma, aquellos que además de admirarla la cuidaron. Cuando los deja, se queda sola en el living escuchando sus grabaciones, sabiendo que cada día que pasa, el infierno en su pecho se agranda sin piedad. En el 70 había pasado un fuerte susto por abusar de barbitúricos. Repite el abuso y la mucama la encuentra tirada en el baño. Al llegar al hospital el 16 de septiembre del 77, a los 53 años, ya estaba muerta. Se explicó ataque al corazón, y eso fue todo. Hoy, esa conclusión se desecha porque se sabe que fue suicidio por amor. Sobre ella, los especialistas ya dijeron todo lo que había que decir. Quizás, quien logró sintetizar mejor y con mayor estrictez la misión que el Eterno le encomendó a la Callas en la corta vida que le dio, fue el musicólogo Kurt Pahlen: “Su canto fue una herida abierta, como si ella fuese la memoria del dolor del mundo”. Eso, y ya.
Directo al corazón Octubre
FORMEMOS UNA FAMILIA JUNTOS…*
Por Alejandra Tenaglia
De aquellos tiempos en los que ella subía, alegre y entusiasta, al gusano que todavía hoy pasea niños por nuestro pueblo, y él cobraba el boleto, mucho ha pasado en la vida de nuestros protagonistas.
Comenzaron a “salir” en un cumpleaños, cuando la dama tenía apenas 15 años y él se acercaba a los 20. Las peleas constantes marcaron el ritmo alternado de esta pareja que sólo se veía una o tal vez dos veces por semana, y cada tanto en las salidas en las que coincidían, pues ella era muy joven para merodear con habitualidad la noche. Abocados a sus grupos de amigos, nunca se absorbieron ni fueron atrapados por esa especie de simbiosis que suele ocurrir entre los enamorados.
Un mes juntos, dos meses peleados y viceversa, fue la escenografía que cambió recién cinco años después. Ahí, el noviazgo comenzó a tomar una silueta más definida. No obstante, cuando la cigüeña anidó en ella, la decisión de él de formar una familia juntos, la sorprendió sin dudas debido a la inestabilidad que había caracterizado a la relación. Quince días antes de que el bebé naciera, se instalaron en un lugar pequeño y prestado con la idea de permanecer allí no más de 3 meses, que se convirtieron en 3 años. Nada fue fácil por aquel entonces, en muchos puntos eran dos extraños, con un hijo recién nacido, bajo un techo ajeno y en un espacio acotado. Lo más firme que poseían era el trabajo de nuestro caballero, a pesar de que ella siempre tuvo también su propio medio de ingresos.
Al año del nacimiento del niño que ahora tiene 14 años, fueron hasta el juzgado, solos y de la mano, y sin más vueltas se casaron. Los testigos habían sido avisados dos días antes y, temerosos de estar siendo víctimas de una broma, los esperaron a la hora prevista escondidos en la esquina. La necesidad de oficializar el lazo que robustamente ya los unía, fue la única causal del matrimonio que se concretó y recién después fue comunicado a familiares y demás allegados.
Con ansias de tener una morada propia, y después de otros intentos vanos, lograron construir la casa que hoy los alberga. Casa que hicieron casi completamente ellos mismos, con sus propias manos. Él pedía consejos, preguntaba, investigaba, y luego junto a su dama, obediente y eficiente, iban armando lo que sería un verdadero hogar.
Buscaron otro hijo, que hoy tiene 9 años, y aseguran que lo hubieran vuelto a intentar, si contaran con las comodidades edilicias necesarias.
Apegado a la familia, honesto y sensible, es como ella define a su compañero. Emprendedora, excelente madre y el puntal de la casa, es como él describe a su dama. Ambos coincidieron, sin saberlo, en afirmar sencilla y simplemente: nos complementamos, cuando uno está mal el otro lo levanta, y viceversa. Tanto es así que hasta, en un tierno gesto, llegan a mentirse para procurarse fuerzas cuando las adversidades los hacen trastabillar.
Cada pareja es singular y a la vez, un pequeño milagro que prospera a pesar de los sinsabores personales que suelen oprimir el alma, y de los inconvenientes que se presentan como escollos en el camino que en común deciden, con sus propias vidas, trazar. Un camino que, como en el presente caso, ofrece un horizonte amplio e infinito cuando aquellos que son alcanzados por el travieso Cupido, se animan, sin otra razón que el amor, a tomarse de la mano y avanzar. Será porque quizás, incluso cuando suele emparentarse al amor con la sinrazón, sea él la única razón indispensable, para el éxito de toda unión.
* Basado en una historia real cuyos protagonistas han pedido la reserva de sus nombres.
Paisajismo Octubre
JARDINES NOCTURNOS
Por Verónica Ojeda de Razzini
Así como hay quienes disfrutan el jardín durante el día, hay quienes por distintas circunstancias lo hacen por la noche. Entrada la primavera y con las primeras temperaturas del verano, vale la pena un asado en la galería o simplemente al aire libre, y por qué no darse un chapuzón para encontrar el relax y renovar energías para el día siguiente.
También hay quienes aprovechan para realizar el riego diario y conectarse consigo mismos alertados por algún aroma que sutilmente puede regalar un jazmín o una enredadera.
La buena noticia para los que pernoctan el jardín es que existen especies que florecen por la noche y hasta son polinizadas por animales e insectos a esas horas, que es cuando suelen producir mayor cantidad de néctar y aroma.
Con respecto al color, en su mayoría son blancas o crema, colores mas visibles en la oscuridad. Entre las flores nocturnas se encuentran algunos Cactus, enredaderas como la Dama de noche y algunas orquídeas.
Otras son del día pero permanecen abiertas durante la noche, como el jazmín chino y la madreselva, las cuales también son muy perfumadas.
Utilicemos elementos que tengamos guardados, como esa hamaca que trajimos de las vacaciones y no sabemos cómo y dónde usarla. Es el momento de planificar un lugar en el que no sólo encontremos reposo sino también la satisfacción de una vista agradable, en donde acompañe una fragancia y si queremos ser pretenciosos también un sonido.
Es importante para que todo el paisaje reluzca, iluminar ciertos puntos del jardín focalizando la mirada hacia un lugar puntual, un estípite, una figura o la silueta de un árbol.
Es por eso que los que trabajamos en el diseño de jardines tratamos de incluir estos detalles para que el espacio sea completo, vivido íntegramente, y si se puede las 24 horas, a la larga el cliente lo agradecerá.
A veces es difícil que el comitente comprenda lo que sucederá en ese lugar a la distancia, pero es como contar un cuento en donde ambos debemos utilizar la imaginación, asegurándonos de que el final, sea feliz para todos.
La mirada propia y la de los demás
LA MIRADA PROPIA Y LA DE LOS DEMÁS
Por Carina Sicardi
Llegó la primavera y con ella, un sinfín de cuestionamientos: ¿coincidirá el estado anímico con la prometedora estación?, ¿podrá la catarata de colores teñir nuestra realidad?
“Cómo quisiera yo pasar la vida entera, como estudiante en día de la primavera”, citó mi compañera, aun a riesgo de parecer adolescente. Queriendo probablemente con ello simbolizar la algarabía; la reunión en grupos de amigos que se convertirá, a corto plazo, en una masa ondulante, cuasi afinada detrás de una canción que quizás, dure sólo esa temporada (direccionemos la mirada hacia un pasado -¿no tan lejano?-, y sonidos de pegadizas melodías vacías de contenido, acudirán raudamente a nuestra memoria, dejando aparecer una nostálgica sonrisa); y la inmensa emoción al desprenderse de la oscura ropa invernal que se ha encargado de tapar determinados encantos, prestos para reaparecer.
- ¡Qué voy a hacer cuando tenga que sacarme el chaleco!, preconizaba hace tiempo una paciente. Lo que sucede es que, la temperatura ambiental atenta contra la inocente actitud de esconder y/o disimular lo innegable, ese cuerpo que tenemos y que somos; ese que, aunque imperfecto, nos presenta ante los demás.
Y si bien para muchos es un orgullo participar de este lento strip tease de los abrigos, aunque siga soplando un gélido aire sureño, otros sostienen las camperas intentando ignorar los rayos del sol que, tímidamente, comienza a desplegar su dorado fulgor, aferrados a la esperanza de que funcione la dieta de último momento o avancen los glaciares y se instalen para siempre allí donde se necesiten.
Los consultorios de las nutricionistas se llenan de pacientes y los gimnasios florecen como los jardines.
Estos hechos, simples para muchos, enfrentan a otros con una realidad en muchos casos negada: la imagen corporal que nos devuelve el espejo; y las cifras, en centímetros y kilos, que pretenden decirnos quiénes somos y quiénes debemos ser.
Esta es la lucha por “entrar” en el modelo que nos imponen aun desde tablas estandarizadas; y también en el pantalón, que se niega a que ingresemos en él, convirtiéndose en enemigo en complicidad con los probadores, ambos de tamaño demasiado pequeño para nuestras expectativas.
Pero más allá de las distancias que nos separan de la supuesta normalidad de las tablas, están aquellos que hacen rato no son mirados, ni siquiera por ellos mismos; aquellos cuyos hogares no tienen espejos, los que desde hace mucho tiempo no se re-conocen; aquellos a los que ya ni siquiera les importa no entrar en un pantalón, simplemente porque no hay pantalones para ellos; esas personas que sufren el rechazo casi permanente de los demás por ser considerados “faltos de voluntad”. Como si sólo se tratara de eso…
Sobre una supuesta “normalidad” -lo que marca el medio, lo que sugiere la mayoría-, los que ocupan los lugares más alejados son los que sufren: los más bajos, los más altos, los más flacos, los más gordos… Para no sufrir buscan estrategias, se esfuerzan por agradar, son buenos, simpáticos, solidarios. Se ríen de ellos mismos, para no sentirse objeto de burlas ajenas (“La pinta es lo de menos, vos sos un gordo bueno, alegre y divertido, sos un gordito simpaticón”, versa una pegadiza canción que, supongo, habrá nacido en primavera).
El costo de ser aceptados, queridos, respetados. La posibilidad de ser mirados más allá del “envase”. Porque la primera mirada siempre es sentida como condenatoria, causa irrefutable de todos los males. No vale que los aqueje una dolencia, todo será inevitablemente simplificado en “primero adelgazá, después charlamos sobre las posibles soluciones”.
Por eso se esconden, se limitan, se camuflan; para la mayoría de ellos los colores de la primavera no los identifican, porque muestran, exponen lo que no quieren dejar ver ni mirar: ese cuerpo que rechazan, que muchas veces sienten que no les pertenece.
Estamos en primavera, todo reverdece, la naturaleza se despereza lentamente; será cuestión de desperezarnos también nosotros, de las miradas prejuiciosas.
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