La mirada propia y la de los demás


LA MIRADA PROPIA Y LA DE LOS DEMÁS


Por Carina Sicardi

Llegó la primavera y con ella, un sinfín de cuestionamientos: ¿coincidirá el estado anímico con la prometedora estación?, ¿podrá la catarata de colores teñir nuestra realidad?
“Cómo quisiera yo pasar la vida entera, como estudiante en día de la primavera”, citó mi compañera, aun a riesgo de parecer adolescente. Queriendo probablemente con ello simbolizar la algarabía; la reunión en grupos de amigos que se convertirá, a corto plazo, en una masa ondulante, cuasi afinada detrás de una canción que quizás, dure sólo esa temporada (direccionemos la mirada hacia un pasado -¿no tan lejano?-, y sonidos de pegadizas melodías vacías de contenido, acudirán raudamente a nuestra memoria, dejando aparecer una nostálgica sonrisa); y la inmensa emoción al desprenderse de la oscura ropa invernal que se ha encargado de tapar determinados encantos, prestos para reaparecer.
- ¡Qué voy a hacer cuando tenga que sacarme el chaleco!, preconizaba hace tiempo una paciente. Lo que sucede es que, la temperatura ambiental atenta contra la inocente actitud de esconder y/o disimular lo innegable, ese cuerpo que tenemos y que somos; ese que, aunque imperfecto, nos presenta ante los demás.
Y si bien para muchos es un orgullo participar de este lento strip tease de los abrigos, aunque siga soplando un gélido aire sureño, otros sostienen las camperas intentando ignorar los rayos del sol que, tímidamente, comienza a desplegar su dorado fulgor, aferrados a la esperanza de que funcione la dieta de último momento o avancen los glaciares y se instalen para siempre allí donde se necesiten.
Los consultorios de las nutricionistas se llenan de pacientes y los gimnasios florecen como los jardines.
Estos hechos, simples para muchos, enfrentan a otros con una realidad en muchos casos negada: la imagen corporal que nos devuelve el espejo; y las cifras, en centímetros y kilos, que pretenden decirnos quiénes somos y quiénes debemos ser.
Esta es la lucha por “entrar” en el modelo que nos imponen aun desde tablas estandarizadas; y también en el pantalón, que se niega a que ingresemos en él, convirtiéndose en enemigo en complicidad con los probadores, ambos de tamaño demasiado pequeño para nuestras expectativas.
Pero más allá de las distancias que nos separan de la supuesta normalidad de las tablas, están aquellos que hacen rato no son mirados, ni siquiera por ellos mismos; aquellos cuyos hogares no tienen espejos, los que desde hace mucho tiempo no se re-conocen; aquellos a los que ya ni siquiera les importa no entrar en un pantalón, simplemente porque no hay pantalones para ellos; esas personas que sufren el rechazo casi permanente de los demás por ser considerados “faltos de voluntad”. Como si sólo se tratara de eso…
Sobre una supuesta “normalidad” -lo que marca el medio, lo que sugiere la mayoría-, los que ocupan los lugares más alejados son los que sufren: los más bajos, los más altos, los más flacos, los más gordos… Para no sufrir buscan estrategias, se esfuerzan por agradar, son buenos, simpáticos, solidarios. Se ríen de ellos mismos, para no sentirse objeto de burlas ajenas (“La pinta es lo de menos, vos sos un gordo bueno, alegre y divertido, sos un gordito simpaticón”, versa una pegadiza canción que, supongo, habrá nacido en primavera).
El costo de ser aceptados, queridos, respetados. La posibilidad de ser mirados más allá del “envase”. Porque la primera mirada siempre es sentida como condenatoria, causa irrefutable de todos los males. No vale que los aqueje una dolencia, todo será inevitablemente simplificado en “primero adelgazá, después charlamos sobre las posibles soluciones”.
Por eso se esconden, se limitan, se camuflan; para la mayoría de ellos los colores de la primavera no los identifican, porque muestran, exponen lo que no quieren dejar ver ni mirar: ese cuerpo que rechazan, que muchas veces sienten que no les pertenece.
Estamos en primavera, todo reverdece, la naturaleza se despereza lentamente; será cuestión de desperezarnos también nosotros, de las miradas prejuiciosas.


  
  
  

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