Directo al corazón Octubre


FORMEMOS UNA FAMILIA JUNTOS…*

Por Alejandra Tenaglia

De aquellos tiempos en los que ella subía, alegre y entusiasta, al gusano que todavía hoy pasea niños por nuestro pueblo, y él cobraba el boleto, mucho ha pasado en la vida de nuestros protagonistas.
Comenzaron a “salir” en un cumpleaños, cuando la dama tenía apenas 15 años y él se acercaba a los 20. Las peleas constantes marcaron el ritmo alternado de esta pareja que sólo se veía una o tal vez dos veces por semana, y cada tanto en las salidas en las que coincidían, pues ella era muy joven para merodear con habitualidad la noche. Abocados a sus grupos de amigos, nunca se absorbieron ni fueron atrapados por esa especie de simbiosis que suele ocurrir entre los enamorados.
Un mes juntos, dos meses peleados y viceversa, fue la escenografía que cambió recién cinco años después. Ahí, el noviazgo comenzó a tomar una silueta más definida. No obstante, cuando la cigüeña anidó en ella, la decisión de él de formar una familia juntos, la sorprendió sin dudas debido a la inestabilidad que había caracterizado a la relación. Quince días antes de que el bebé naciera, se instalaron en un lugar pequeño y prestado con la idea de permanecer allí no más de 3 meses, que se convirtieron en 3 años. Nada fue fácil por aquel entonces, en muchos puntos eran dos extraños, con un hijo recién nacido, bajo un techo ajeno y en un espacio acotado. Lo más firme que poseían era el trabajo de nuestro caballero, a pesar de que ella siempre tuvo también su propio medio de ingresos.
Al año del nacimiento del niño que ahora tiene 14 años, fueron hasta el juzgado, solos y de la mano, y sin más vueltas se casaron. Los testigos habían sido avisados dos días antes y, temerosos de estar siendo víctimas de una broma, los esperaron a la hora prevista escondidos en la esquina. La necesidad de oficializar el lazo que robustamente ya los unía, fue la única causal del matrimonio que se concretó y recién después fue comunicado a familiares y demás allegados.
Con ansias de tener una morada propia, y después de otros intentos vanos, lograron construir la casa que hoy los alberga. Casa que hicieron casi completamente ellos mismos, con sus propias manos. Él pedía consejos, preguntaba, investigaba, y luego junto a su dama, obediente y eficiente, iban armando lo que sería un verdadero hogar.
Buscaron otro hijo, que hoy tiene 9 años, y aseguran que lo hubieran vuelto a intentar, si contaran con las comodidades edilicias necesarias.
Apegado a la familia, honesto y sensible, es como ella define a su compañero. Emprendedora, excelente madre y el puntal de la casa, es como él describe a su dama. Ambos coincidieron, sin saberlo, en afirmar sencilla y simplemente: nos complementamos, cuando uno está mal el otro lo levanta, y viceversa. Tanto es así que hasta, en un tierno gesto, llegan a mentirse para procurarse fuerzas cuando las adversidades los hacen trastabillar.
Cada pareja es singular y a la vez, un pequeño milagro que prospera a pesar de los sinsabores personales que suelen oprimir el alma, y de los inconvenientes que se presentan como escollos en el camino que en común deciden, con sus propias vidas, trazar. Un camino que, como en el presente caso, ofrece un horizonte amplio e infinito cuando aquellos que son alcanzados por el travieso Cupido, se animan, sin otra razón que el amor, a tomarse de la mano y avanzar. Será porque quizás, incluso cuando suele emparentarse al amor con la sinrazón, sea él la única razón indispensable, para el éxito de toda unión.

* Basado en una historia real cuyos protagonistas han pedido la reserva de sus nombres.

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