Foto: Leo Malizia
Texto: Alejandra Tenaglia
Dando un portazo, el hombre se marchó con sus bolsos a cuestas. El atardecer fue ganando el interior del departamento. La mujer levantó la cabeza sin dejar de llorar, notó la oscuridad, buscó el interruptor de la luz con la mirada como anticipándose a lo que debía hacer, y lo que vio fue el sombrero de él… Arrancarlo del perchero, abrir la ventana y lanzarlo fue casi un solo acto. Volver al sillón, abrazar sus rodillas e intensificar el llanto, también.
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