Directo al corazón


Nada como ir juntos, a la par… *

Por Alejandra Tenaglia

El viejo debate entre causalidades y casualidades se hace también extensivo al terreno del amor. Veamos: poemas, canciones, teorías y amplias reflexiones se suceden desde el comienzo de los tiempos en torno a este sentimiento que colma el alma y cambia la vida cuando además de sentirse, es correspondido.
La historia que hoy nos ocupa comenzó en septiembre de 2007. Por entonces nuestra protagonista era una joven de 26 años, fotógrafa, familiera y luchadora. El protagonista era un joven de 23 años, transportista, y también familiero y luchador. Ambos habían terminado recientemente con sus respectivas parejas, esto es, estaban solos y con la confusión propia de los finales.
En aquella primavera contrajo matrimonio una de las hermanas de él; y nuestra fotógrafa fue contratada para la ocasión. Ese sábado a la noche, su madre la llevó hasta el pueblo lindero donde tenía lugar la fiesta. Con desgano, por ir a trabajar mientras todos se reunían a festejar, cumplió con su labor; y entre flashes y cotillón, conoció a toda la familia de los recién casados. Por lo cual, allí estaba nuestro galán, quien ya finalizando la noche se acercó a la fotógrafa y la invitó a bailar. Ella, por matar su rutina profesional, aceptó, pudiendo así descubrir que ese muchacho que lucía tan serio, en realidad era divertido, tratable y simpático. Y a pesar de que ese primer encuentro le gustó, se fue de la boda sin imaginar que había conocido a quien prontamente se convertiría, en el compañero de su vida.
Entretanto, los amigos de lo ajeno entraban al local de venta de ropa que ella tenía, vaciándolo sin pudor. Cuando él se enteró y, casi agradeciendo que los ladrones le dieran la excusa, la llamó para ponerse a su disposición. Superado el mal momento, comenzaron salidas compartidas en aparente grupo de amigos, pues él aprovechó la cercanía de otra de sus hermanas con nuestra fotógrafa, para sumarse a la rutina nocturna que ellas tenían. Y en la primera ocasión en que quedaron solos, le manifestó su amor. Ella adujo confusiones y otras nubes dilatando la decisión. Él, como buen caballero, prometió esperarla, pero todos los días viajaba de un pueblo al otro para que ella supiera que la cosa, iba en serio. Pasaron noches enteras charlando sobre la raíz cuadrada del rabanito y la influencia de la luna en las cosechas; descubriéndose; seduciéndose; y con la misma naturalidad con la que fluye un manantial, se enamoraron. Viajaron juntos a Salta, y el amor se afianzó como cardo en la llanura. Acordaron que, de quedar ella embarazada, se casarían. Y cuando aún no hacía un año del comienzo de esta historia, el bebé ya estaba en el seno de su madre y el matrimonio legalizado y bendecido.
Él, sincero y afectuoso, es de los que abren rumbo a mano limpia si se encuentra sin pala. Ella, valiente y madraza, tiene el mismo fervor que su hombre, esto es: ambos son partidarios de la acción. Quieren algo, lo quieren ya, y no dudan en salirlo a buscar. Portadores de fuerte carácter, suelen disputarse el mando; sin embargo ello no ha sido obstáculo a la hora de tomar resoluciones: en menos de tres años se casaron, se fueron a vivir juntos, tuvieron un hijo, compraron un camión y un terreno no con sobrante de dinero sino hipotecando esfuerzo futuro, y tienen proyectos como para sembrar una huerta completa. Han debido además, hacer frente a los problemas de salud de su pequeño hijo, complementándose en vulnerabilidades y enterezas, aferrándose uno a otro para batallar la mañana cuando amanece impiadosa.
Disfrutan de la familia, que es lo primero en sus vidas. Y de todo aquello que no pueden compartir durante los días en los que el camión lo aparta a él de los suyos. Acertar en el plan no es tarea sencilla, ya que el asiduo viajero, cansado de andar por ahí, quiere quedarse en casa. Y ella, cansada de estar en su casa, quiere andar por ahí. Pero como el amor tiene la capacidad de volver dócil al rebelde y hacer emerger colores en medio del más hosco paisaje, el acuerdo siempre llega. Y entonces, el conocido pasaje de la canción de Papo Napolitano se convierte en realidad concreta, contundente, simple y bella: nada como ir juntos, a la par…

* Basado en una historia real cuyos protagonistas han pedido la reserva de sus nombres.

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