BIBLIOTECAS
Por Antonio Cedró
cedroantonio@gmail.com
La
biblioteca de Alejandría en la antigüedad, fue creada para “compilar todo el
conocimiento de la humanidad” por los ptolomeos, portadores de la cultura helénica. Hoy en día
no se sabe a ciencia cierta quiénes incendiaron la biblioteca, los musulmanes
atribuyen el episodio a los cristianos y estos a los musulmanes. Los romanos
omiten el suceso en sus crónicas, porque también se los sindica como los
responsables. Lo que se sabe a ciencia cierta es que la biblioteca albergaba
todo el conocimiento de las culturas mediterráneas. Contenía 900.000 volúmenes.
Era el compendio de la sabiduría, la experiencia de miles de años. Y
desaparecieron en un chispazo. La costumbre de quemar bibliotecas, nefasta por
cierto, no encuentra su hecho único en Alejandría. Las bibliotecas de Cuzco
fueron quemadas por los españoles. La religión estuvo detrás del fuego
purificador en cada uno de los sucesos. Más recientemente, la quema de libros durante el
nazismo, continúa con la tradición. Es inevitable pensar en cómo repercutió eso
en su futuro (también en el nuestro), en el que tantos hombres se fueron formando
sin acceder a los saberes que estos libros ofrecían. Cuántas teorías debieron
ser comenzadas de cero nuevamente, cuánto tiempo perdió la humanidad. El
retraso en el conocimiento no puede medirse. Imagínese vacunas, máquinas,
procedimientos, comodidades, teorías que hubieran llegado antes y antes
hubieran salvado vidas, ahorrado guerras, evitado catástrofes y lágrimas. Todo
esto viene a que presenciamos recientemente, la quema de la biblioteca más
grande de la humanidad. Megaupload, la mayor web de intercambio de archivos del
mundo, fue cerrada por el FBI a principios de 2012, por considerar que se
vulneraban derechos de autor y propiedad intelectual de muchas personas y sobre
todo, de un puñado de corporaciones de Hollywood. Imagínese que alguien,
patenta la rueda. Todos deberíamos pagar por usarla, un monto determinado. No,
no se adelante, no es descabellado lo que digo. ¿Cuántos inventos, cuántas
proezas se hubieran podido sin la rueda? Ninguna. El conocimiento actual está
construido sobre la base de conocimientos previos de la humanidad, que no
tienen derechos de autor. ¿Se imaginan cuánto valdría la propiedad intelectual
del teorema de Pitágoras? Cualquier descubrimiento o invención actual, está
parado sobre los hombros y las ideas de miles de personas. Noten que escribo
los hombros, porque mientras por ejemplo, los clásicos griegos filosofaban en
sus foros, los campesinos eran los que cultivaban los campos que alimentaban
muy mundanamente esos debates que aportaron tanto a la humanidad. Entonces,
ningún saber fue parido, digámoslo así, de la nada. Pretender que Edison inventó
la lamparita sin conocer cómo templar el vidrio, que Leonardo pintó la Mona Lisa
con pigmentos también ideados por él o que el Dr. Tripathi de la India escribió
su tratado sobre farmacología sin haber aprendido a hablar y leer inglés en su
infancia acomodada, y habiendo desconocido las bases de su predecesor Fleming, son
necedades. Yo mismo había subido archivos creados a Megaupload. Que no violaban
ninguna propiedad intelectual, más que la de la señorita Eva, mi maestra de
primer grado que me enseñó a escribir. Suena presuntuoso incluir entre miles de
aportes, mis archivos. Pero eran “mi” aporte a la humanidad. Hoy existen en la
internet cientos de enlaces a Megaupload -todos caídos-, al libro del Dr.
Tripathi, que nos dirigen a un cartelón del FBI donde dice que se han levantado
cargos por “conspiración”, entre otros, contra el sitio. Alrededor del mundo
muchos no pueden ya acceder al
conocimiento de miles de temas. Megaupload era el huésped de archivos más grande
y sencillo de usar del mundo, por lo que era el más elegido por los usuarios también.
Claro
que debería existir una forma de resarcir al autor, al creador, al compilador,
incluso si afirmamos que la formación en sí es un resarcimiento a cuenta. Pero
eso es otra historia. Hoy mientras miro el aciago cartel, amenazante, estático
y muerto, pienso que hemos dejado quemar otra vez, la biblioteca de Alejandría.
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