MAYWEATHER VS PACQUIAO
Por Sebastián Muape
sebasmuape@gmail.com
El 2 de
mayo pasado -madrugada del 3 en Argentina-, el mundo asistió a la pelea que
disipó las dudas respecto de quién es el mejor boxeador de todos los pesos, desde
la época de Leonard, Hearns y Hagler, hasta nuestros días. Mayweather venció a Pacquiao
por decisión unánime, en un fallo inapelable, y le arrebató el título wélter de
la Organización Mundial del Boxeo.
La noche más esperada
Para entender lo que este combate representaba a nivel
expectativa o qué lugar ocupa en la historia conforme la consideración de los especialistas
y fanáticos del box, habría que remitirse al 6 de abril del ‘87, fecha en que
se enfrentaron Sugar Leonard y Marvin Hagler o un poco más acá, por ejemplo al
9 de noviembre de 1996, cuando coincidieron por primera vez en un ring Mike Tyson y Evander Holyfield.
No hubo, desde aquellas noches, una velada tan esperada,
pero tan necesaria también. Desde hace quince años, Pacquiao y Mayweather, con
36 y 38 años respectivamente, dominan de manera sobrada la escena del deporte
de los puños. Dado que son los últimos dos exponentes de una elite, que
pareciera no tener sucesores a la vista, enfrentarse era un deber, una materia
ineludible para ambos, un final de carrera a la medida de sus propias historias.
La pelea llega tarde, es innegable, al menos cinco años.
En este aspecto y a las interminables
negociaciones entre las cadenas Showtime (televisa al norteamericano) y
HBO (hace lo propio con Manny), se suma un dato poco conocido. En el año 2009,
con los promotores en acuerdo, Mayweather exigió un exhaustivo control
antidoping, al cual su rival se negó de manera indeclinable. El año pasado se
retomaron las conversaciones y fue ahí donde el peleador filipino, no sólo
aceptó el control sino que además resignó a manos de Floyd, más de doce millones
de la moneda verde, que formaban parte de los haberes a repartir.
La pelea
No existía ningún tipo de secreto acerca de cuál iba a
ser la estrategia usada por cada uno. Dos estilos netamente antagónicos.
Pacquiao, el contundente noqueador zurdo que intentaría acorralar al rival y
conectarle veloces combinaciones de cuatro o cinco golpes, como para quitarle
movilidad y dañarlo físicamente, al punto de buscar el nocaut. Por parte del
americano, el estilista absoluto que iba a mantener la media distancia en base
a su espectacular juego de piernas, su rapidez y precisión y su mayor alcance
de brazos; como para desanimar a su oponente, neutralizándole su ataque con una
defensa casi inexpugnable y contragolpeando con quirúrgicas combinaciones.
Esto sucedió casi al pie de la letra mientras Manny tuvo
físico para hacerlo, conectó a “Money” con una derecha en el cuarto y cuando este
buscó la cuerda para refugiarse, se quedó sin resto para ir a buscar el
desenlace; luego alcanzó a ganar el sexto round. A partir de ese momento, la
pelea decantó hacia el rincón de Floyd de manera notable. El norteamericano,
que salvo pasajes de las primeras vueltas había cedido la iniciativa, fue
retomando alternadamente el centro del ring y mostró que estaba intacto y con
oxígeno y piernas de sobra. En esta tónica transcurrió la segunda mitad de la
pelea. Pacquiao fue perdiendo movilidad y llegada y Mayweather se mantuvo a distancia,
retrocediendo y contragolpeando a voluntad. Las combinaciones de Manny quedaban
desdibujadas en el aire y hasta lucía lento y descordinado. Su rival, por otra
parte, supo moverse y salir rápido de las cuerdas para mantenerse lejos del
alcance del puño zurdo filipino.
Los últimos tres asaltos mostraron a un Floyd dominante y
con mayor iniciativa, a esa altura del combate su dominio mental era notorio,
el filipino no logró volver a ponerlo en apuros y resignó toda chance de ganar
por nocaut una pelea que, en las tarjetas le era inmensamente desfavorable. El
norteamericano ganó por un margen amplísimo, no menos de siete puntos de
diferencia lo cual resulta abismal, teniendo en cuenta la enorme categoría de
su rival.
El final del pleito se vio envuelto en silbidos para
Mayweather, los dieciséis mil asistentes a la velada, le reprocharon su actitud
de no plantarse a intercambiar golpes; lo cual sería inadmisible para un
boxeador tan cerebral y táctico y mucho más sabiendo que desde el sexto asalto
tiene una ventaja indescontable en la consideración de los jurados.
Ciertamente la pelea no fue todo lo maravillosa que se
esperaba, producto de la merma física de Pacquiao quien adujo además, haber
peleado con una lesión en su hombro derecho; y como resultado de una
superioridad notable de Mayweather, lo cual le permite optimizar recursos como
nadie, sin tener la necesidad de ir a buscar asalto tras asalto los puntos para
ganar.
De esta manera Floyd Mayweather mantiene su invicto y su
inmaculado record de 48-0. Esta era, sin dudas, la pelea que le faltaba por si
alguien osaba discutir su reinado de dieciocho años. Podrá el público
manifestar que no le agrada el estilo, podrá decir que prefiere a aquellos que
salen a tirar golpes a mansalva. Lo que no se puede discutir es la hegemonía de
un campeón superlativo, un deportista sin curva descendente que ha dominado el
ring a discreción, venciendo con holgura a cuanto oponente le presentaron.
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