Astronomía

ESCORPIONES, ANZUELOS Y FUTUROS INTERROGANTES

EL OBSERVADOR DEL CIELO


Por Sergio Galarza
sergiogalarza62@gmail.com

Durante el año hemos hablado de diversas estrellas conforme avanzaba la noche sobre nosotros. Hace poco dije que Escorpio se alzaba por el Este y hoy puedes verlo caer sobre el Oeste; es majestuoso el modo en que sus pinzas -tres estrellas en abanico, debajo de una roja- se hunden primero; luego baja la cola, con sus brillantes estrellas azules, llamadas Shaula y Lesath.
La figura del Escorpión es inconfundible: la estrella roja, llamada Antares porque rivaliza con Marte, es su corazón; luego le siguen tres estrellas que forman el cuerpo, largo, apenas curvado –son estas estrellas azules, muy jóvenes y llenas de energía- por último, la hoz de la cola, una curva cerrada con las dos estrellas que dije y que dan una imagen o idea de púa.
El Escorpión es una constelación nacida en los pueblos de la media luna fértil, en el Asia menor. Allí proliferan estos bichos y es natural que los antiguos vieran su figura en el cielo. Lo curioso es que los niños, en nuestras escuelas, quienes no saben estas historias, sólo vean un signo de interrogación, allá arriba. Tal vez sea lógico que lo hagan pues un escorpión con su cola erguida se parece a un interrogante. Lo triste es que mientras aquellos asiáticos y griegos colocaban en el cielo al mundo animal que los rodeaba, nuestros niños vean símbolos abstractos de la escritura, inventos alejados de la realidad.
Veamos otro ejemplo. En Nueva Zelanda, los maoríes, ese bello pueblo que por ahí es hijo de los mismos viajeros que llegaron a América a través del océano Pacífico, hace 10.000 años, ven las mismas estrellas que nosotros, pues son culturas del sur. Esos hombres y mujeres que pintan sus rostros y que en el Rugby son imbatibles, se dicen a sí mismos que son descendientes de un héroe maorí, quien, en la antigüedad, pescó a la isla de Nueva Zelanda y la alzó desde el fondo de los mares para que todos sus hijos tuvieran donde vivir. El primer maorí, el primer hombre de aquellas latitudes, pescó para todos a su tierra del mar.
Pero, ¿con qué lo hizo? ¿Con qué anzuelo logró semejante hazaña?
Pues claro, con un anzuelo gigante que hasta el día de hoy ellos ven en el cielo, el anzuelo magnífico que los griegos creyeron Escorpio y que mis chicos ven como interrogante.
Hermosa, muy bella historia que los une a su medio ambiente, que los hace uno con la tierra y el mar que los rodea.
Estas historias escondidas en los astros, escondidas en las luces del cielo, lejos de hablarnos del infinito, nos hablan de nosotros mismos, de nuestras vidas anteriores, es decir, las de nuestros antepasados.
Las historias, los cuentos, las leyendas, son lo único verdadero, lo que nos une a nuestras raíces.
Hay una frase conocida: “quién ignora su pasado está condenado a repetirlo”.
La astronomía, al narrar las historias del ayer, le da a cada pueblo un futuro nuevo para construir.

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