Cine - Un reino bajo la luna

NO HAY EDAD PARA EL AMOR

Por Lorena Bellesi

El concepto “cine de autor” combina libertad y personalidad, a la par que porta un estilo singular, firmado con nombre y apellido. Alejados de los posibles apremios de las grandes compañías cinematográficas, los “emancipados” directores filman a su antojo, a partir de guiones que ellos mismos escriben. Los primeros minutos de Un reino bajo la luna (“Moonrise Kingdom”), son material suficiente para comprender que Wes Anderson encarna a uno de estos, hacedor de memorables escenas artificialmente concebidas, que hacen palpable la presencia del director. En la secuencia que abre la película los personajes se mueven como si estuvieran inmersos en una casa de muñecas, los cuadros que cuelgan en las paredes reproducen el paisaje del afuera, apuntalando la idea de estar inmersos en un microcosmos, esparcido cual juego de mesa. Todo transcurre en la silvestre isla de New Penzance, lugar prácticamente apartado e incomunicado, sin caminos pavimentados, la naturaleza en plena libertad. Es el año 1965, las cartas son el vehículo comunicativo de la época. Cuando el pequeño Sam Shakusky se encuentra por primera vez con la hermosa Suzy Bishop, una chispa se enciende -algo similar le ocurrió a Romeo y Julieta- ambos lo comprenden inmediatamente, por eso dan inicio a una íntima y sincera relación epistolar. A pesar de su precocidad, tienen doce años, ninguno la está pasando nada bien. Se sienten solos, apesadumbrados ante la incomprensión o la indiferencia de aquellos que los rodean; por eso el muchachito concibe un astuto plan: huir juntos, lanzarse a la aventura surcando los inhóspitos recodos de la isla.
Sam Shakusky es un niño encantador, miembro activo del grupo de los Boy Scout, su entrenamiento es la clave para poder sobrevivir lejos del mundo urbano, al igual que su pragmática sabiduría. Ambos factores le permiten capitanear la fuga, avanzar en los terrenos inexplorados, hostiles de la isla; y como recompensa SU chica no puede dejar de admirarlo. Suzy parece estar constantemente enojada, sin embargo, su expresiva mirada, su semblante insondable dejan traslucir cierta sensualidad. En sus cuerpos se agita el frenesí de un erotismo sugestivo, irrefrenable.
Los adultos son tan peculiares como los niños, cierto toque ridículo y absurdo ultiman su caracterización. El superior de los Scout (Edward Norton) comanda el campamento con rigidez y disciplina, al mejor estilo castrense. Será uno de los pilares de la búsqueda de los “amantes”, junto con el melancólico y solitario policía local, interpretado por Bruce Willis. La pintoresca familia de Suzy también va tras ella, madre y padre son abogados (Frances McDormand y Bill Murray), paradójicamente la palabra está ausente en su relación, no tienen mucho que decirse uno a otro.
La persecución quebranta la monotonía del lugar, incluye fantásticas peripecias, imprevistos casi bíblicos –diluvio-, y enfrentamientos armados con resultados lamentables. En New Penzance los niños se portan como adultos e inversamente los adultos detentan actitudes infantiles; entonces, mucho humor flota como partículas sutiles por toda la encantadora película. Cada plano está cuidadosamente dispuesto por el director, nada parece espontáneo, la estupenda fotografía y la selectiva musicalización tienen una incidencia notoria en el desarrollo argumental. Cuando Suzy lee las historias fantásticas y maravillosas que tanto le gustan, sus palabras son un espejismo de “Un reino bajo la luna”, especie de alucinada fantasía que quedará grabada en nuestra memoria por algún tiempo.

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