La poesía, artículo de primera necesidad


JUAN GELMAN


Por Julieta Nardone
julinardone@hotmail.com

Entre las cosas que se dicen de la poesía, es moneda corriente la suposición de que es bocado exclusivo para quienes entienden bastante de la cocina de la escritura. O por lo menos eso opinábamos la mayoría en la escuela, cuando “nos obligaban” a leer la palabra en verso. Y uno/a –en la irreverencia típica de la edad- terminaba con la sensación de que esos tipos nos hacían el verso, que nada mejor tenían para hacer que ponerse a molestar con palabritas turbias y el ilógico desperdicio del renglón entero. Por suerte, y dicho en dos por cuatro: ahora todo eso ha quedado en el retrovisor...
Particularmente fue gracias a González Tuñón primero; e inmediatamente después, a Urondo y Gelman, entre otros, a quienes debo esta especie de reivindicación personal del género poético. Todos ellos tienen como mayor influencia la propia realidad, antes que cualquier saber libresco. Este aspecto es notorio incluso en sus artilugios creativos y no sólo en los asuntos abordados.
En esta ocasión procuraremos dar un vistazo por los primeros libros del escritor porteño Juan Gelman: Violín y otras cuestiones (1956), El juego en el que andamos (1958), Velorio del solo (1961) y Gotán (1962). Existen varias afinidades entre estos textos: el coloquialismo en el lenguaje, la amplitud de miras frente al contexto socio-político, cierto humor e ironía un tanto pudorosos y, de manera especial, la ternura más honda. Una ternura que no complace pasivamente; en todo caso pareciera confrontar las robustas esperanzas y los sinsabores de la vida personal del poeta, que en gran medida exhiben los de la historia continental.  
Poemas de tonada porteña que tocan el barro y rozan la nube, en los que se pretende afrontar el plan colectivo de llevar la poesía al pueblo para demostrar que es un artículo de primera necesidad, como el pan y el fusil. Hay que tener en cuenta el agitado momento de la historia en que se enumeran estas cosas como artículos elementales. Será la etapa inaugural de una generación de intelectuales que, no muchos años después, responderán con la palabra al golpe de fusta del terrorismo de estado –aunque vale decir que en algunos casos, como en el propio Gelman, también formando parte de la militancia armada por el sueño de una patria socialista.
Con su primer libro da inicio a una voz poética que es apenas vocera de los más postergados: Padre, desde los cielos bájate, he olvidado las oraciones que me enseñó la abuela... bájate un poco, contempla esto que soy, este zapato roto, esta angustia, este estómago vacío... (Oración de un desocupado). Luego, el porteño nacido el 3 de mayo de 1930, andará por el nostálgico amor en toda su amplitud; la presencia de lo que no llega todavía: Años futuros que habremos preparado conservarán mi dulce creencia en la ternura, la asamblea del mundo será un niño reunido; como también la presencia de lo ausente: Estás en mí como está la madera en el palito (Oración).
Pero es en Velorio del solo y en Gotán donde se hace más visible el trabajo sobre el lenguaje en busca de una lírica popular original y expansiva. A través de estos versos, la retórica del tango ve redefinidos sus tópicos para tensar la cuerda en dirección, fundamentalmente, a la pasión por transformar la realidad del país: Somos los que encendimos el amor para que dure, para que sobreviva a toda soledad. Hemos quemado el miedo, hemos mirado frente a frente al dolor antes de merecer esta esperanza... (Madrugada)
Hombre de fuertes anticuerpos, Juan resurgió por la palabra tantas veces, siempre convencido de que no se puede vivir de la poesía, pero sí para la poesía. Este Juan que puede llegar a ser otro sin olvidarse de sí mismo: Ha muerto un hombre y están juntando su sangre en cucharitas, querido juan has muerto finalmente. De nada te valieron tus pedazos mojados en ternura. Cómo ha sido posible que te fueras por un agujerito y nadie haya ponido el dedo para que te quedaras... Ya te abajaron, hermanito, la tierra está temblando de ti. Vigilemos a ver dónde brotan sus manos empujadas por su rabia inmortal. (Final)

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