4 manos / 1 texto (4º entrega)



ESPUMA DE MAR

(Continuación) 

18

“…un  nuevo acorde te hace miraaaaarme a los ojos, aún tengo al sol para besaaaaar tu sombraaaa…” –gracias totales Gustavo, nada puede ir mal con semejante canción- se dio ánimo Blas mientras se iba acercando a su objetivo sin ser visto. En el momento en que Juana se da vuelta con una copa en la mano, un hombre sale al cruce hablándole al oído. Ella escucha, sonríe y asiente; un momento después, los dos están en la galería que da al mar, sentados en un camastro. La luna y unos braseros completan la escena. Viendo que la conversación continúa, Blas decide aquietar la jauría sin dejar de monitorear la situación, vuelve con Claudia y le pregunta si quiere otra cerveza. 
- Es muy linda, pero parece un poco mayor que vos, vas a tener que remar amigo -soltó Claudia entre risas. Chequeó su celular, fue al baño, y al volver dijo que tenía que irse, pero antes agregó– Mirá, se ve que está cómoda, pero me parece que el tipo habla bastante más de lo que escucha; tenés una chance Cárdenas, tu bala de plata, apuntá bien.
Las palabras de su consejera amiga lo llenan de valor, la lectura desinteresada de una mujer en ese preciso momento es el complemento exacto para lo que está sucediendo: Juana parece haber empezado a aburrirse, agotó las sonrisas del principio y ya ni siquiera escucha a su acompañante con atención.
Falta Júpiter y se alinean los cinco, ¡vamos carajo!, se envalentona Blas. Punto para partido; el final llega en el instante en que el hombre, con un celular que alumbra como una baliza, intenta sacarle una foto. Fin. Gracias boludón, escribiste el manual del rebote, piensa Blas mientras camina apurado hacia el baño y se prepara para entrar a escena. Frente al espejo se acomoda el pelo y la camisa. Cambia el chicle y respira hondo. Sale a la galería con dos copas de champagne. Se para al lado de Juana en la misma posición que ella, que en ese momento está apoyada en un barandal mirando el reflejo de la luna en el agua.
- ¿Durazno o Cassis? -consulta sin mirarla a los ojos.
- ¿Vos qué me recomendás? -responde Juana acusando, con nuevas sonrisas, la sorpresa de encontrarlo ahí.
- Que no te aburras con acompañantes que hablan más de lo que escuchan.
Juana suelta una carcajada:
- ¿Me parece o me estuviste controlando?
- Observando; el champagne va perfecto con el Cassis, salud –dice Blas, ahora parado de frente a la mujer, entregándole la copa burbujeante. Ella lo mira, brinda, y aprovecha la oportunidad:
- Gracias por lo de hoy a la tarde y perdoná la descortesía, pasa que cuando escribo…
- ¿Aceptar una copa es parte de tu penitencia? –interrumpe él minimizando la explicación que Juana ensayaba.
- Puede ser…
- Ah okey, a mí me toca poco y nada entonces.
- Bueno, no taaaaaan poco –dice Juana divertida con la muestra de sensibilidad del muchacho- Te podría haber dicho que prefería irme, también...
- Es verdad, me quedo con eso; ahora soy yo el que agradece –dice Blas apoyándose en el barandal de espaldas a la playa.
- A mano. Qué linda noche y qué buen lugar éste, ¿no?, hace meses estoy en la ciudad pero es la primera vez que salgo –dice Juana mirando alrededor.
- Hace meses la ciudad está más linda, más interesante -agrega Blas en tono suave y sugerente.
Charlaron durante una hora, parados en el mismo lugar. “Tu bala de Plata…” daba vueltas continuamente por la cabeza de Blas; estaba absolutamente subyugado por Juana y también por la situación. Conociendo ahora un poco más del momento sentimental del cual ella había salido recientemente, entendió que era preferible no avanzar sobre ciertas fronteras. En realidad Juana sólo le dijo que se instaló en Mar del Plata por cuestiones de trabajo, con su pareja. Pero que ahora quedó mano a mano con el mar y su destino y eso para él, fue información suficiente.
Salieron del bar y caminaron hasta el estacionamiento. Juana insistió inútilmente con un taxi, Blas le hizo saber que no había chances de que se vaya sola del lugar. Diez minutos después estaban estacionados frente a la casa de ella.
- Bueno muchas gracias Señor Bombero, por las copas y por traerme sana y salva a casa.
- ¿Viste? Te dije que iba despacio Juana -responde Blas y viendo que ella se dispone a abrir la puerta del auto, agrega- Quiero volver a verte. 
- El lunes viajo por unos días a Uruguay a una rueda de prensa, pero a la vuelta vemos…
Atenta a que Blas mantenía el auto en marcha, lo cual la descolocó un poco, y para evitar la incomodidad típica de esos momentos, Juana se dispuso a saludarlo. Él la besó en la mejilla al tiempo que le pasó la mano izquierda por sobre el hombro derecho, reteniéndola contra sí unos segundos más.
- Bueno, hasta algún momento -dijo Juana bajando del auto.
- Hasta cuando quieras –concluyó él, viendo cómo la mujer se alejaba a paso ligero.

Blas suspiró al acelerar por la avenida de la costa; Juana lo hizo al quitarse el abrigo en la habitación. Él se preguntó si ella había entrecerrado los ojos cuando la tomó del hombro. Para Juana, la mano de él en su espalda traía muy buenas noticias. Advirtió que en ese simple gesto del muchacho, subyacía una fugaz e intensa demostración de afecto y eso era mucho más de lo que buscaba cuando unas horas antes, salió de su casa.

19
A pesar de los kilómetros que lleva recorridos, viajar le sigue provocando a Juana una doble sensación inseparable: felicidad y estrés. Nunca duerme bien la noche antes de salir.
¿Intranquilidad? ¿Ansiedad? Vaya uno a saber a qué estupidez le temo esta vez, piensa la mujer mientras da vueltas en su cama.
Las luces de la ciudad penetran a rayas por entre las hendijas de la persiana y de la oscuridad del cuarto. Juana vuelve a girar, incapaz de conciliar el sueño. Prende el velador, revisa su equipaje, el bolso de mano, la ropa estirada sobre el sofá que tiene junto a la ventana, lista para la mañana.
Todo está bien, dormí Juanita, por favor; si no mañana, quién te arregla la cara, se dice en voz alta, metiéndose en la cama, arropándose, quedándose nuevamente en la semi penumbra.
En ese momento, cuando el cuerpo siente el bienestar que le produce el calorcito de la liviana frazada de polar, vuelve a su cabeza la imagen de Blas. Su sonrisa. Sus gestos nerviosos. Su galantería. Su simplicidad. La presión de su mano en la espalda, reteniéndola. Encima es lindo, dice casi en un murmullo, con los ojos tan abiertos como un niño al que han obligado a acostarse temprano. Sin embargo ya son casi las 5 de la mañana; Juana, de reojo, ve centellear los números en el reloj digital que la acompaña a todas partes.
Qué pena que detrás de tan bellas cualidades, haya, siempre, defectos… La verdad, no quiero conocerlos. Prefiero quedarme con la fugacidad de lo bueno. Piensa. Convencida. O convenciéndose. Y cierra los ojos en un nuevo intento por ingresar al mundo de Morfeo.

20
Blas llegó pronto a la conclusión de que Juana no se parece mucho a las mujeres con las que acostumbra salir. A decir verdad, no se parece en nada. En principio es mayor, si bien él no sabe con certeza la edad; poniendo en paralelo sus líneas de tiempo pudo deducirlo. Ella tiene un discurso que evidencia una postura orientada a la supervivencia en situaciones potencialmente dolorosas y demuestra una permanente búsqueda del bienestar. Da toda la sensación de ser una mujer valiente, esa es la palabra, valiente. Está viviendo un gran momento profesional que usa como antídoto para combatir ponzoñas que puedan irritar sus días.
Juana le había dejado ver, al menos por fuera, una seguridad casi avasallante respecto a aquellas cosas que quería vivir y más enfáticamente cuáles eran aquellas que no pensaba permitir. En esas tablas él intentaba entrar a cuadro sabiendo que podía desaparecer de la escena sin aviso previo y con bajo costo. Ese vértigo le resulta atractivo y perturbador a la vez y además como hombre advierte en la posibilidad de seducir a una mujer como Juana, un reto mayor. Sabe también, que la estadía de ella en la ciudad tiene vencimiento.
Blas consideró un recurso barato y desleal investigarle la carrera y su momento de éxito en las páginas web. Cualquiera lo hubiera hecho para potenciar simpatías y además a ella le habría parecido un atajo estúpido.
El no haberle contado a su círculo de amistades y compañeros de trabajo el casual encuentro en el bar y la cita pendiente, también era inédito. Para Blas significaba toda una novedad. Más de una vez sus propios allegados habían insistido en saber los detalles de sus conquistas. Instintivamente, algo de esta nueva situación quiso preservar, no sabe bien por qué, quizás ella le importe demasiado. Todas estas cavilaciones son una alarma para él, se desacostumbró a estar pendiente de una mujer y actuar en consecuencia. Tuvo una sola historia seria de tres años, que dilapidó por su fanatismo en el testeo de sábanas. Está por cumplir treinta y se autoconvence de que es un buen momento en su vida como para amigarse con la chance de algo estable. Camina por la peatonal, sin darse cuenta dejó de pensar en cañas importadas de grafito y Kevlar y reeles de carga frontal. Entra en una librería y busca, desestima rápido la mesa de saldos, va a la batea de recomendados y encuentra: “Espaciotiempo” de Juana Garnier, lee la sinopsis y sonríe, paga y se sienta a leer al sol.

(Continuará...) 

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