Cierro con vos



Por Alejandra Tenaglia

Y sí, ya es mayor de edad. Pensar que ese ¿tercio, cuarto? de la vida de un humano, le ha significado a él abarcar muchas más historias de las que se podrían contar. Porque entre sus brazos -que son sus paredes- cobijó innumerables tandas de chabasenses, forasteros errantes o deliberadamente direccionados, apátridas en busca de puertos nuevos y desterrados momentáneos. Allí han sucedido amores, roces, arrebatos, peleas explícitas, compañerismos ocasionales copa mediante y nostalgia en puño, galanteos premeditados frente al espejo, charlas multiplicadoras de ideas y desvaríos irreconciliables con la realidad. También muchas carcajadas y sonrisas, anidando segmentos para la posteridad.
Cita previa antes del boliche, plan principal, o receptáculo al que volver a jugar a las cartas después de una noche en la que el impulso era ir más allá de la claridad por la que asoma el día. Contención de domingo a la tardecita, cuando el comienzo de la semana aprieta el paso y uno no quiere abandonar la maravillosa holgazanería de estar, simplemente, sentado con amigos en un bar.
Esquina céntrica y mítica, punto de encuentro con los pares, cardinal estratégico para florearse ante quien corresponda, y hasta misa donde las parejitas -sentadas codo a codo- oficializan sus romances frente a la mirada general. Bodegón al que la tecnología con sus mil variantes titilantes y electrónicas, no le ha podido quitar ese aliento arraigado de familia numerosa. Si hasta tuve una hermana que trabajó allí, de moza, como tantas otras chicas, llegando incluso a mí, que he ido a hacer algún reemplazo.
¿Quién no ha festejado o asistido a un cumpleaños allí? ¿Quién no ha bebido una pena hasta el fondo del vaso, acodado en la barra frente a Burgos o Carlos? ¿Quién no ha charlado, al menos unos instantes, en la mesa del fondo y del tema menos pensado, con Teté y su café? ¿Quién no ha ido viendo crecer a los hijos de los hijos de los dueños y demás pibada aledaña, los cuales han mamado de pequeños la música fuerte y el bullicio entre desconocidos? ¿Quién, en ese recinto, no ha gritado un gol, el estribillo de alguna canción, un dolor, un acierto, un error, un adiós con portazo enojado posterior? Quién, de los que lo han conocido, no siente que la presencia del Vasco aún deambula entre las mesas, con sus lentes de ver de cerca en la punta de la nariz, sus salidas inesperadas siempre dispuestas, y ahora seguramente además, con el orgullo de ver a Viejo Bar llegando a la mayoría de edad y aún en manos de los suyos.
Sole me dijo hace unos días, con esa ilusión tan espontánea que tiene en la mirada y la palabra: ¡Viejo Bar cumplió en noviembre 21 años, ya es mayor de edad! Y entonces, como ropero apretado hasta el tope, cuyas prendas empiezan a caer ni bien abrimos la puerta, los recuerdos comenzaron a fluir, dando paso a las mil muecas con las que el rostro logra mostrar al menos en parte, las sensaciones que arrebatan el alma. Sé que muchos de ustedes, seguramente, podrían escribir un texto como este o similar, narrando sus propias percepciones o vivencias. Porque lo cierto es que, como también sucede con otros lugares tradicionales de Chabás, Viejo Bar forma parte no sólo del pueblo sino de la historia personal de todos los que por allí pasamos.
Es por eso que, aunque con un mes de retraso, le digo a esa esquina entrañable: queloscumplasfeliz, queloscumplasfeliz. Gracias por ser marco de tantos momentos, reproducibles con su primigenia emoción cada vez que optemos por la evocación. Y no sé, ya que ahora es mayorcito de edad, si me invita una copa, podría aceptar... Digo, para celebrar la vida y la continuidad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario