Editorial

El 11 de septiembre se celebra el Día del Maestro (fallecimiento de Domingo F. Sarmiento); y el 17 el Día del Profesor (muerte de José Manuel Estrada). Con liviandad, se suele repetir que nada es tan importante como la educación, sin que luego nos importe, por ejemplo, qué plan tiene al respecto el postulante de turno en las elecciones, que en la mayoría de los casos apenas refiere al tema; y si lo hace, abunda en frases trilladas y conceptos genéricos. Ahora bien, corriendo a los políticos de escena, también ha dejado de ser el principal valor a inculcar desde la familia, lo que se revela fácilmente en las golpizas que los padres propinan a docentes o el modo en que se refieren a ellos, lo cual demuestra todo menos respeto. Ni hablar de los medios de comunicación, que repiten hasta el hartazgo casos de movilidad social lograda por otros carriles o llaman éxito a podios tales como el ser panelista especialista en opinología sobre aspectos de la vida privada de los demás, o conseguir 5 minutos de pantalla sin talento o virtud para compartir que no sea el sonreír, exhibir cuerpos, protagonizar escándalos. Entonces, ¿qué tan cierto es que consideramos a la educación como lo más importante?

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