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DECÁLOGO DEL ASPIRANTE A EXITOSO "PERIODISTA-AV*"
(SEGUNDA PARTE)
Por Enrique Medina
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Sea coloquial siempre. Cuando lo crea necesario póngase serio, muy serio, ¡indígnese! Haga referencias simpáticas sobre el fútbol, la gente dirá “es sencillo como uno”. No olvide que este deporte tiene más adeptos que cualquier religión o partido político. Si el horno está para bollos, mándese un espiche revelador: hable del gran negocio que envuelve, de la droga y de sus mafias. Y si es valiente tire alguna mala palabra, como al descuido. Algún oyente suspirará y otro pensará: “cómo se juega éste”. Si la cosa no está para bollos hable de “este noble deporte, pasión de multitudes”. A cualquier fulano que entreviste, aunque sea el hijo de Mao o el presidente norteamericano, trátelo como si se conocieran como chanchos: “¿Qué tal, cómo está, todo bien?” La audiencia se percatará de que usted es un tipo piola, de mundo, que se trata de igual a igual con quien pise la raya.

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Nunca se limite al contenido específico de su programa, hable de todo, sepa o no sepa. No importa que ignore la diferencia entre el “si no” condicional y el “sino” adversativo; no importa que diga “las antípodas” en lugar de “los antípodas” (total nadie sabe si son plantas o aves migratorias); no importa que abuse del “esteee” y el “eeeh” y no vocalice como un inglés; la audiencia igual estará convencida de que usted es un genio y lo perdonará cuando haga un gol con la mano. No hable de sus colegas: algún día pueden trabajar en el mismo medio, incluso en el mismo programa. Pero si decide hacerlo, cuente sus vanidades y trapitos sucios, gáneles de mano. Es muy importante adelantarse a las cosas y no que las cosas se adelanten a uno. Esta frase puede adjudicársela a Ortega y Gasset, aproveche y repita el chiste de que son dos autores. Siempre ha dado resultado. Además, hoy ya nadie lee a Ortega y Gasset. Ni saben quién es.

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Recuerde que por sobre todo usted eligió una profesión ética, y ello implica una conducta. La suya, claro. Da rédito dejar sin redondear y en brumas, un pensamiento en el que subyaga alguna sospecha. Esto lo distinguirá como profundo y circunspecto por un lado, y por el otro la audiencia lo recibirá como guiño fraternal y cómplice. Proclame su espíritu democrático y su respeto a la opinión de los otros. En el rubro “llamadas de oyentes”, haga hincapié en que usted (subraye el “yo”) no selecciona las llamadas. Que su productor o su operador hagan lo contrario no es cosa suya. Cuando le digan “lo felicito por el programa, muy bueno”, no se atolondre, créalo, agradezca con humildad y repita el mensaje a cada rato aunque sus colaboradores hayan reconocido la voz de su mamá y de toda su parentela. Halague al soberano, y aunque los oyentes tartamudeen o digan pavadas, déjelos pasar a la historia: le da tiempo para el cafecito, echarse un meo, llenar el espacio. Y no tenga pudor de repetir los mensajes que, además de catalogarlo como inteligente y valiente, afirman que usted es bonito.

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De tanto en tanto haga un intervalo íntimo en pleno programa, una pausa grave casi confesional, manifestando (dolorosamente) lo difícil y complicado que es desempeñarse en esta profesión ética (recalque “ética” como si fuera sinónimo de Dios). Recurra a una frase célebre, si es en latín mucho mejor. No olvide mencionar a Borges, hasta los concejales, senadores y diputados saben quién es. También puede decir cualquier cosa y achacársela a Sócrates. Nadie le preguntará dónde y cuándo lo dijo, además salvo Menem nadie leyó sus obras completas. Recuerde, al sumar lo culto a lo coloquial estará cada vez más cerca de su meta de periodista: el multimedios.

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Cuando entreviste, nunca deje que el entrevistado termine la respuesta. La audiencia puede sospechar que por algo lo deja hablar, o pensar que el entrevistado sabe un montón y usted ni un pomo. Evite quedar como un salame. Lo más triste para una audiencia es descubrir que su comunicador es menos inteligente de lo que creían. Pero todavía hay algo mucho peor: que usted mismo se dé cuenta de ello. Sáquelo de tema y llévelo al que usted domine. Repregunte y repregunte, cualquier pavada. Repreguntar da chapa de incisivo, inteligente, astuto, vivo, piola. Y además confunde al entrevistado y lo deja malparado ante la gente. En cambio usted queda impecable, como recién salido de tintorería. No olvide que lo importante no es lo que dice el entrevistado, sino lo que usted le impone. Si se le retoba y se las ve mal, hágase el gil, lamente que se haya cortado la comunicación y de inmediato tómese 5 minutos para destrozarlo. No más de eso, y que sea con inocente gracia y delicadeza, pero, eso sí, que no se puedan juntar los pedazos. Usted tiene derecho, el programa es suyo. La ESTRELLA es usted.

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En este último punto usted ya debe tener en claro que lo único que le debe importar del programa y la audiencia es que den rating, para estar más cerca de la obtención del multimedios, el resto es literatura. Si cree que debe agregar algo a este decálogo, este punto 10 está a su disposición. Y si le surgiera cualquier duda o inquietud sobre esta noble profesión que usted tomó por asalto, la respuesta la hallará en el punto 1. 

(*)  Audio-video.

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