Por Antonio Cedró
La piratería, entendida como la forma de reproducir una obra ignorando los derechos de autor, es más vieja que la red. Seguramente se acuerda de los casettes grabados, por ejemplo; o ese cd no original que tiene allí. El nacimiento de la piratería informática impulsó inmediatamente medidas antipiratería, formas de protección, sistemas de validación, insertar códigos alfanuméricos, llamadas telefónicas de activación, etc. Pero todas ellas fueron vulneradas, incluso las más extremas. Allí, los piratas iniciales encontraron un desafío: ser capaces de vencer esos sistemas de protección, y luego poder alardear en su comunidad de haberlo hecho. Así nacieron los hackers, intentando sortear la seguridad de un sitio o programa.
Como ya hemos dicho en otros textos, con la venida de la internet compartir información fue más fácil, y piratear más todavía. Imagínense esto: en 1994 intenté conseguir un cd determinado, me dijeron que sólo podía comprarlo en Londres; acabo de buscarlo en Taringa, es una descarga de 5 minutos. Pero descargar productos non sanctos fue revolucionado cuando una empresa le dio una forma más organizada: Napster. Fue un caso famoso, la empresa con sede en EEUU tuvo que cerrar luego de que Metallica le ganara un juicio millonario. Pero fue la punta. ¿Para qué necesitar una empresa con servidores gigantes, si los usuarios dispuestos a compartir su música (entre otras cosas) tenían juntos una capacidad de miles de Terabytes de información? ¡Exacto! La forma de distribuir contenidos era compartiendo, literalmente, el contenido de nuestros discos rígidos con miles de usuarios del mundo, a través de programas como Emule y Ares, por ejemplo. Y enseguida apareció el formato Bit Torrent, que sería algo parecido a lo anterior con la diferencia de que uno debe buscar el archivo que desea descargar, en la web… El formato torrent explotó con “The pirate Bay”, una de esas páginas que funcionaban como motor de búsqueda de torrentes. Unos pibes de Suecia, donde las leyes no castigan “redireccionar información”, crearon esta empresa que hacía justamente algo así, enlazaba a aquellos que querían compartir información. Y fue un espectáculo ver la lluvia de cartas documento de abogados de compañías como Warner Bros, Universal, Sony, etc., que llegaban con amenazas apocalípticas y que estos chicos publicaban en la web, junto con la propia respuesta, mofándose del lenguaje tecnicista de los legistas. Por fin, el precepto casi originario de la internet, de que la información debía ser libre y fundamentalmente gratis, parecía real. Pero no. El método para cercar a “The pirate Bay” fue el mismo que se usó después para atacar a Wikileaks: obligar a sus proveedores de servicio de conexión, a darlos de baja. Es como si usted tiene un delivery de comidas y le cortan el teléfono. Sin embargo aún resiste y hasta creó un partido político: “The Pirate Party”, que aspira a algún escaño en el parlamento europeo y a pelear legalmente contra el poder de las corporaciones.
Por otro lado, en el horizonte apareció el software GNU. Es software open source, “fuente abierta”, que usted puede usar, modificar, comprar, descargar gratis, como por ejemplo Linux y Mozilla Firefox, el navegador que cada día le arrebata miles de usuarios al Internet Explorer de Microsoft.
Pero volviendo a la piratería en la red, ¿es ilegal? Para Joaquín Sabina, “el barco pirata” de la piratería le lleva menos dinero que el transatlántico de las corporaciones. Un grande Sabina. Y músicos como los de Calle 13 y Manu Chao, dicen que así su música puede llegar a lugares donde antes no. Otros como Luis Miguel piden por favor que compren sólo sus discos originales. Son estilos, distintas formas de ver. Para mí no es un delito. Nadie puede tener derechos exclusivos sobre algo en lo que han trabajado miles. Y me confieso, el Word desde donde estoy escribiendo, es tan pirata como su Windows, señora. O dígame… ¿cuánto pagó por él?
Visiten http://thepiratebay.org/
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