Mar adentro


¿VIOLENCIA DE LAS INSTITUCIONES O INSTITUCIONES DE LA VIOLENCIA?

Por Marina Moya*

El partido Belgrano – River disputado en Córdoba fue suspendido durante 20 minutos, luego de que espectadores “hinchas” de River rompieran el alambrado e ingresaran a la cancha para agredir a los jugadores de su equipo. La manifestación de docentes de Santa Cruz instalada frente al Ministerio de Trabajo fue reprimida con camiones hidrantes luego de no haber prosperado el encuentro con los funcionarios correspondientes, por un conflicto salarial planteado desde  principios de año. Un Sr. oriundo de Santo Tomé golpeó a uno de sus hijos, de 3 años, porque éste tomo sin permiso  el dulce de leche, ocasionándole la muerte.
Noticas que dejan atónito a cualquiera por más indiferente o “naturalizador” de los hechos o situaciones de la vida cotidiana que pueda ser.
No son situaciones que puedan ubicarse en un plano de comparación o igualdad en su análisis, ni que puedan disponerse u ordenarse “de mayor a menor” gravedad porque refieren a cuestiones que en cada caso deben comprenderse puntualmente.
Ahora bien, aun con sus diferencias comparten algunos tópicos: la violencia, la falta de diálogo y la poca tolerancia frente a la frustración: “pasa lo que no deseo o quiero que suceda”.
Partiendo de lo que compartimos en tanto humanos, en tanto sujetos, podríamos hipotetizar o conjeturar formas o modos de prevención de “las violencias” a las que asistimos todos los días, ahora sí, no como espectadores sino como “protagonistas”, porque en nuestras relaciones, en los ámbitos por los que transitamos –la escuela, el trabajo, el club, el grupo de amigos, el barrio-, solemos encontrarnos con situaciones que pueden identificarse con aquellos tópicos.
Las instituciones en su sentido amplio –que abarca tanto la materialización de una relación de fuerzas que se condensan en un cuerpo social llamado “x”, como la institución en tanto construcción simbólica- se construyen en lo cotidiano. Para llevarlo a los casos citados, estaríamos refiriendo tanto al Ministerio de Trabajo de la Nación como a la institución “trabajo”, “sindicato” o “protesta social”; tanto al Sr. Horacio Hugo Quinteros como a la institución “paternidad”; tanto al Club River Plate como al “hincha”. En esta construcción de la “institución” aportan la historia, el reglamento o las leyes que la rigen, las “prácticas” o cultura institucional, los intereses, los deseos y las pasiones individuales, etc. Entender la “institución” como resultado de una “construcción” es poder repreguntarse acerca de sus “modos”. Es poder cuestionarlos, modificarlos. Es poder “desnaturalizarlos”. Es poder ser consciente de la relevancia de lo “uno” -lo propio-, en el conjunto. Es trabajar para no repetir inconscientemente. Es poder advertir lo que cada uno puede hacer por “las instituciones” paternidad, club, trabajo, escuela, en la proposición de por ejemplo, el diálogo.
Lo que hace ruido, lo que molesta, es en algún punto lo que nos indica sobre qué falta trabajar. El síntoma funciona a modo de indicador, es la temperatura de la institución,  es el aspecto que necesita de la “medicación” (la cura).
Para que la violencia no sea parte de lo que se institucionaliza –de lo que queda fijado y no se cuestiona- en nuestras instituciones tenemos que poder tener el valor de parar la pelota y abrir el juego, invitar e insistir con el espacio del diálogo. Escuchar aunque duela, no me guste o no esté de acuerdo. Proponerse ser un militante de la palabra a pesar de los pesares, porque en el intento diario y constante por comunicar a los demás lo que nos pasa, lo más sano es que lo que circule sea el diálogo y no medios como los referidos al comienzo de este artículo, cuyas consecuencias son altamente costosas para la dignidad humana.

* Lic. en Trabajo Social

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