SEGUIMOS INDIGNADOS
Por Ana Guerberof / Argentina residente en España
Desde la última crónica de esta fiel colaboradora creo que no se ha producido un evento más cautivador que el movimiento 15M surgido en España pero extendido ya a otros países del entorno, como Grecia o Italia, o incluso más allá de las fronteras europeas.
Veamos: desde que escribiera sobre las acampadas y las elecciones ha llovido bastante. Quizás las imágenes más impactantes fueron aquellas que mostraban la carga de la policía autonómica (mossos d’esquadra) contra los que estaban acampados en Plaça Catalunya argumentando que debían iniciar una tarea de limpieza. La violencia de los mossos fue tan desproporcionada que los ciudadanos se indignaron aún más y acudieron ese mismo día a una manifestación espontánea en la plaza. Se pedía la dimisión del concejal de interior, Felipe Puig, quien había ordenado la acción. Por un lado, Felipe tuvo la poca vista de iniciar una carga sobre un movimiento pacífico formado por ciudadanos (reitero nuevamente que es un movimiento global y no sólo de unos cuantos jóvenes jipis o estudiantes) en una época en que se cuenta con medios tecnológicos para publicarlo de inmediato y, por otro lado, el hecho mismo de emplear tal despliegue policial para iniciar una supuesta tarea de limpieza, hacen que lo veamos como lo veamos, este señor debería dimitir de inmediato por su carencia de valores democráticos y su falta de inteligencia. La intervención policial no sólo consiguió que los acampados no se fueran de la plaza sino que acrecentó el apoyo mundial al movimiento.
Otro hecho importante, amén de la sentada frente al Parlamento catalán para impedir el acceso de los políticos, ha sido la marcha multitudinaria que se produjo el 19 de junio (19J) en más de 50 capitales españolas. El baile de cifras de participación según la fuente consultada no se diferencia en exceso de otras manifestaciones anteriores. El caso es que había miles de personas, más que en cualquier otra desde aquella multitudinaria protesta en contra de la participación de España en la guerra de Irak, congregadas para mostrar su desacuerdo con el Pacto del Euro, un paquete de medidas destinado a combatir la crisis que recorta más beneficios sociales de los trabajadores y no necesariamente impulsará la economía y el empleo.
Estaría bien plantearse, sobre todo para los que están atentos a estas noticias allén de los mares, qué aportación está haciendo este movimiento a la difícil situación actual y qué posibilidades existen de que se implementen algunas de las demandas. Parece bastante claro que este movimiento influye en la opinión pública y, por ende, en los partidos políticos, quienes comienzan a desear arrimarse a los indignados porque intuyen inmensos beneficios electorales. Quien consiga su apoyo, conseguirá asimismo el apoyo de un amplio sector de la sociedad y, por tanto, más votos. Aunque el motivo no sea del todo honesto, las medidas que se implementen beneficiarán a que exista una democracia más real.
Mientras tanto, los recortes siguen ocurriendo en un segundo plano y se acrecienta el sentimiento de que ya está todo “el pescado vendido” (como dicen acá) a un nivel muy alto por aquellos poderes económicos, aliados con el poder político, que se beneficiaron antes, durante y, seguramente, después de la crisis. Ahora, estos mismos poderes dejan que unos cuantos indignados se quejen y pataleen pero, en realidad, los recortes seguirán y se conseguirá la precariedad laboral de, por ejemplo, el Reino Unido sin los salarios ni el nivel económico de este país.
Sea como fuere los últimos acontecimientos servirán para canalizar propuestas y mantener vivo el sentimiento de que sí se puede influir en la política y cambiar la situación a largo plazo. Lo que está claro es que la sociedad española, al menos parte de ella, ha decidido no quedarse de brazos cruzados mientras se recortan sus derechos y desean que el mundo sepa que estas medidas no cuentan con su beneplácito. Por todo ello, sólo resta decir: Ole, ole y ole.
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