Haciendo foco


PONER EL CUERPO

APUNTES SOBRE UN CUERPO IMPONDERABLE

La pintora mexicana Frida Kahlo ha dejado su nombre grabado en la historia del mundo cultural, a través de su obra. Sin embargo, también sus padecimientos físicos y el modo en que logró trasuntarlos al arte, la han convertido en un ícono; a lo cual se suma el haber sido esposa del también pintor mexicano Diego Rivera. En este mes se cumple un nuevo aniversario tanto de su nacimiento (6 de julio de 1907) como de su fallecimiento (13 de julio de 1954). A través de este trabajo de Diego Costa, evocamos su singular existencia y su legado imperecedero. 

Por Diego Costa

"Tómame tal cual soy".
 Frida Kahlo

A partir del accidente de tránsito ocurrido en su adolescencia, Frida Kahlo comienza a pintar en su cama para enfrentar la soledad y el aburrimiento. La pintura empieza a convertirse así en la expresión simbólica de su dolor físico, la liberación del padecimiento y el sopor al que su cuerpo roto la condena. En este sentido, se puede vislumbrar que a partir de lo accidental en la vida de Frida Kahlo, el cuerpo, más allá del ardoroso padecimiento de lo humano, se convierte en una fuente de liberación y trascendencia más que en el carnal presidio doloroso del espíritu.  Cuando el cuerpo prevalece de dolor e inmovilidad, invalida en la cultura predominante. Sin embargo, exponer el cuerpo, dar el cuerpo, poner el cuerpo, son las formas que dan origen a un sentido de la existencia en Kahlo. La creación artística de Frida es la enunciación manifiesta de su rutina íntima entrañada en su devenir corporal.

Vicisitudes del cuerpo
Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón nació en Coyoacán, México. Siendo niña, con sólo seis años, la poliomielitis la dejó con la pierna derecha trocada y reducida en relación a su pierna izquierda. A los 16 años, cuando era estudiante en la Escuela Nacional Preparatoria, resultó gravemente herida en un accidente de tránsito. Viajaba en un camión -que se usaba como transporte público- junto a un amigo, regresando a Coyoacán después de haber asistido a la celebración de la independencia mexicana. Un tranvía embiste al camión.
Las vicisitudes del cuerpo de Frida, las secuelas de su enfermedad infantil y las consecuencias irreparables del accidente de tránsito en su adolescencia, constituyeron en la experiencia de su vida acontecimientos que hicieron que su cuerpo se manifieste como una impresión presente, viva y permanente del dolor y de la soledad producto de la inmovilidad.    

La ortopedia que convierte al cuerpo en arte
"Desde niña, como se dice comúnmente, yo le tenía echado el ojo a la caja de colores. No sabría explicar el por qué. Al estar tanto tiempo en cama, enferma, aproveché la ocasión y se la pedí a mi padre. Como un niño, a quien se le quita un juguete para dárselo a un hermano enfermo, me la ‘prestó’. Mi mamá mandó a hacer con un carpintero un caballete... si así se le puede llamar a un aparato especial que podía acoplarse a la cama donde yo estaba, porque el corset de yeso no me dejaba sentar. Así comencé a pintar mi primer cuadro".
El caballete que le facultaba pintar en el indefenso reposo se convirtió en el soporte de su comunicación con el mundo. Recostada todo el tiempo en la inmovilidad doblegada por el sufrimiento físico, comenzó a pintar a partir del atril unido a la cama. Desde el accidente, el sustentáculo pictórico añadido al lecho se estableció como una prótesis de su cuerpo-camastro. Una prótesis irremediable e incómoda pero también habilitante y formadora de un nuevo mundo para Frida.  

Autorretrato
Luego, al tener un espejo cerca pudo verse a sí misma y pintar sus autorretratos que formaron una tercera parte de su obra. Pincelándose a sí misma reflejó su visión sobre la mujer, el sufrimiento, el aislamiento solitario y sobre su país.
“Me han preguntado mucho sobre esa persistencia en el autorretrato. En primer lugar, no tuve elección, y creo que es la razón esencial de esa permanencia del yo-tema de mi obra. Que alguien se ponga cinco minutos en mi lugar. Encima de la cabeza, tu imagen, y más precisamente tu rostro, ya que el cuerpo generalmente está bajo las sábanas. Tu rostro, pues. Obsesivo, casi agobiante. O la obsesión te devora, o la coges de cara. Hay que ser más fuerte que ella, no dejarse tragar. Tener fuerza, habilidad. Aunque de la manera más académica del mundo, hice de mí mi propio modelo, mi tema de estudio. Me concentré en él”.
A menudo se retrataba a sí misma con un collar de espinas, clavos o cortes en el cuerpo, plasmando un mensaje de dolor en su pintura.
Inicialmente sus obras mostraban un matiz realista, después a causa del ardor de los dolores, reprodujo su propio retrato combinado con imágenes oníricas a veces atroces, que han vinculado su obra con el movimiento surrealista.
Entonces su cuerpo deja de ser su arquitectura móvil para ser una edificación simbólica, donde su identidad se construye incesantemente.
Las ilustraciones de su dolor corporal interpelan el ideal de belleza femenina, produciendo con su arte una intimación al cuerpo, interpelando el canon estético tradicional de lo bello.

Cuerpo mexicano
Sus anchas cejas negras cercanas y su exiguo bigote se exhiben en sus autorretratos. La pintura fue una manera de inventarse y en ese punto de volver a asociarse con la vida. Fragua una estética identitaria con las raíces de México, recibiendo la herencia de una cultura forjada en la mixtura de los pueblos originarios y la hispanidad. Sus pinturas tienen los atributos de este cruce cultural, mostrando el mundo mestizo mexicano que surgió a partir de la destrucción del universo precolombino que tuvo lugar después de la conquista. La historia de México se anima en sus pinturas uniendo el tiempo que ella vivió con el pasado azteca. Frida Kahlo se sitúa como hija de la Revolución y del cambio de siglo, formando parte de una generación de mujeres que conquistó la libertad para participar de la vida pública, disponer de su cuerpo y manifestarlo en su arte.
El cuerpo es un territorio político, y poseer una estructura mutilada condicionó y concedió a su creación la posibilidad de ser una manifestación auténtica de su espacio y de su tiempo.

Vestir el cuerpo
Las imágenes de Kahlo tanto en sus autorretratos como en las fotografías que se conservan de ella, muestran elementos singulares cuidadosamente controlados en lo referente al cuerpo, sus ropajes y adornos. Frida Kahlo tiene un ropaje adecuado a su filiación cultural que la erige identitariamente.
Los vestidos largos que utilizaba servían para ocultar las lesiones que arrastraba su estructura física, pero simultáneamente agregaba la evidencia sobre la condición material de su esqueleto en la forma misma del ocultamiento, señalando tácitamente el pliegue corpóreo en la extensión de sus faldas.
El vestuario de la pintora expresaba auténticamente su mexicanidad. Las marcas étnicas en la vestimenta de tehuana y las joyas confeccionadas por artesanas de diversas regiones, su apariencia externa, constituyen evidentes íconos de identidad cultural, sellando la continuidad con el pasado originario y el sentido de pertenencia al mismo. Vistiéndose, Frida armonizó el ideario mítico de la mujer resistente, la matriarca, con la genuina mexicanidad, y hacía de la privación dignidad, convirtiendo el disimulo defensivo de sus roturas corporales en revelación provocadora y singular.   

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