NADA ES PARA SIEMPRE
“EL ARTISTA”
Por Lorena Bellesi
La película El artista (“The Artist”), sobresale. Al repasar la actual oferta cinematográfica, nos percatamos de su singular propuesta. Enteramente rodada en blanco y negro, centra su atención en la imagen por sobre la palabra dicha, el gesto reemplaza a la ostensible frase enunciada, y la música apabullante se vuelve indispensable al momento de contar la historia. ¿Por qué aún hoy, siglo XXI, una película muda, filmada como en los comienzos del XX, resulta atrayente? O, ¿por qué mirar ahora un film de estas características, existiendo tantos que lo precedieron, y muy buenos? Quizá no exista una respuesta contundente a ambas cuestiones, lo cierto es que el director y guionista, el francés Michel Hazanavicius, parece intentar reconstruir, materializar, la nostalgia, la mirada evocadora del recuerdo. Como manifestación artística, el cine ostenta el poder inquebrantable de contar, de representar. Cada nueva película forma parte y engrosa el linaje cinematográfico de la tradición a la que pertenece. Es una heredera, una descendiente. Mirar El artista significa para el espectador 2.0, cuyo entorno es la web y sus laberínticas propuestas, una anacrónica experiencia. Y lo interesante, después de todo, es comprobar que lo esencial sigue intacto. Más allá de los recursos utilizados para contar, ya sea el 3D de Avatar o el rutilante Technicolor de Lo que el viento se llevó, nunca permanecemos impasibles ante lo que nuestros ojos ven, nos reímos, lloramos, nos conmovemos, nos aburrimos, pensamos, disfrutamos.
Es el año 1927, se estrena otra película del afamado actor George Valentin, estupendamente interpretado por el francés Jean Dujardin, quien tras el telón aguarda la recepción del público. La ovación no se hace esperar, la vemos, sin embargo no la escuchamos. Esta primera escena, ya produce una extraña impresión, a la que nos iremos acostumbrando. George Valentin es la estrella indiscutida de los Estudios Kinograph, todas sus películas son mudas; la artificialidad de sus exagerados gestos fuera y dentro de la pantalla, son su marca registrada. Persona y actor son indivisibles. Superlativamente carismático, no deja las muecas ni en su propia casa, aunque la relación con su esposa no puede ser descripta como simpática. Cuenta con una troupe de admiradoras que lo persiguen cual “rock star” o ídolo teen contemporáneo. Sonríe todo el tiempo, seguro, siempre acompañado de su inteligente y fiel mascota, un adorable Jack Russell Terrier. Dicho perro ganó en el 2011 la "Palma de Perro" en el Festival de Cine de Cannes por la cinta y en el 2012 fue elegido en Hollywood como el “Mejor perro del año”, en la primera entrega de los Golden Collar Awards (Collar Dorado). Una genuina figura.
El enorme ego de Valentin, su orgullo de autosuficiente, no le permiten dimensionar el futuro, se resiste a aceptar el natural progreso: el cine sonoro. Su tozudez lo encamina a una profunda crisis y derrumbamiento. Pero El artista tiene romance, un romance clásico como los de antes, de encuentros y desencuentros casuales, de miradas elocuentes; una atracción irresistible sin besos. Peppy Miller (Bérénice Bejó) una admiradora de George, aspirante a actriz, será su incondicional ángel guardián.
Con un formato innovador que nos retrotrae a siglos pasados, El artista, mediante el devenir del actor Valentin, repasa tres hitos de la historia cinematográfica: el cine mudo o silente, inicio del sonoro y la comedia musical. Por tal motivo es considerada por la crítica en general como un “homenaje al séptimo arte”. Pasaron ochenta y tres años para que nuevamente, una película muda sea nominada al Oscar. La vuelta al glamour del elegante frac, a la imagen melancólica del blanco y negro, celebra un merecido reconocimiento al celuloide, y a esa fiesta nos unimos.
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