Por Laura Diaz / Psicóloga -
Sexóloga
www.psicosexualidad.com
Qué es la ansiedad
La ansiedad es una emoción psicobiológica básica que
tenemos todos los seres humanos. Es adaptativa, nos permite defendernos de un
peligro o desafío presente o futuro reaccionando nuestro cuerpo con el sistema
de alarma (sistema nervioso simpático).
Por ejemplo, si escuchamos ruidos extraños en nuestra
casa, nuestro sistema nervioso va a reaccionar frente a esta posible alarma
agudizando el oído para lograr detectar de dónde viene, dilatando las pupilas
para ver a distancia, bombeando más rápido el corazón para que circule más
sangre por el torrente sanguíneo, tensando los músculos, etc., todo esto
permite que nuestro organismo frente a esta situación se prepare para luchar o
huir.
Este ejemplo anterior nos posibilita poder diferenciar
lo que llamamos ansiedad funcional de ansiedad disfuncional. La primera nos
permite adaptarnos a una situación de peligro, es la alarma frente a un
desafío. Nos posibilita la concreción de metas u objetivos. En cambio la
ansiedad es disfuncional cuando se dispara todo este circuito frente a
situaciones que en sí no son peligrosas o cuando el nivel de ansiedad es tan
elevado que nos cuesta bajarlo. En estos casos no nos es posible concretar
nuestros objetivos o logramos realizarlos a costa de un gran malestar.
En todo este proceso es principal el papel de nuestros
pensamientos, los cuales por medio de anticipaciones negativas pueden generar
que nuestra ansiedad se eleve hasta niveles altamente disfuncionales.
El placer es antagónico a la
ansiedad
Para poder disfrutar de una relación sexual es
necesario poder dejarse llevar en el encuentro, lo que nos permita conectarnos
tanto con el otro como con nosotros mismos. La ansiedad se encuentra en toda
disfunción, dificultad o malestar sexual. Exigencias como “no tengo que
eyacular tan rápido” o “mi erección tiene que ser mejor” “tengo que
poder llegar al orgasmo” “van muchos días sin tener relaciones, hoy tengo que
tener deseo” van disparando una catarata de pensamientos que nos colocan en
alerta desde mucho antes del encuentro sexual.
Tomemos un ejemplo: un hombre frente a una relación
sexual teme no tener una buena erección preocupándole lo que su partener pueda
pensar o decir. Cuando la relación está comenzando se encuentra continuamente
observando y prestando atención en si va erectando o no, o si logra la erección
deseada. Este “rol de observador” genera que frente a cualquier pequeño cambio en
su erección (que se produce dentro de lo esperable) se ponga en alerta y
preocupe, lo que va generando una escalada de pensamientos y que el nivel de
ansiedad vaya en aumento y por lo tanto, lo más probable es que no logre llegar
a la penetración. En algunos casos el nivel de ansiedad comienza a aumentar en
el momento de inicio de la relación, en otros casos puede venir desde horas o
varios días antes preocupándose de su desempeño.
Este mismo circuito se puede dar en diversas
situaciones, no sólo en disfunción eréctil, sino también por ejemplo en
dificultad para llegar al orgasmo, falta de deseo sexual, vaginismo,
eyaculación precoz, entre otras.
¿Qué hacer frente a esto?
Lo más importante es darse cuenta que cuanto más
intentemos “controlar” la ansiedad, más ansiosos nos pondremos. La ansiedad es
una respuesta del sistema nervioso autónomo, por lo tanto no tenemos control
directo sobre ella. Es crucial el papel de los pensamientos, estos pueden
generar que la ansiedad suba a niveles que sea inmanejable.
Es posible aprender recursos y técnicas para poder
bajar el nivel de la misma. Entre las principales herramientas utilizadas se
encuentran la psicoeducación, relajación, reestructuración cognitiva, entre
otras. Cuando no trabajamos estas dificultades, la tendencia de la ansiedad es
ir en aumento, por lo tanto se va generando un espiral ascendente en el cual
cada vez nos es más difícil manejar los niveles de malestar. Es importante
consultar con un sexólogo para poder aprender a reconocer la actividad autonómica
del sistema nervioso como señal de alarma, los pensamientos anticipatorios y
las exigencias, tanto propias como de la pareja.
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