“CALVARIO”
Por
Lorena Bellesi
bellesi_lorena@hotmail.com
“Calvario” (Calvary)
comienza con una escena fantástica y brutal, a la vez. En un primer plano,
cuidadosamente iluminado, vemos a un sacerdote escuchar la confesión de uno de
sus feligreses. La cámara sólo enfoca al párroco, una voz masculina en off reproduce las durísimas primeras
palabras de la película y del parroquiano: “probé semen por primera vez a los
siete años”, afirma. El rostro del cura evidencia el desconcierto, la
extrañeza, el “asombro” dice, levantando las cejas. Como respuesta a la
reacción, el feligrés descarga verbalmente la furia contenida por un pasado
abusivo, ya que desde los siete años, y por cinco años consecutivos, fue
violado una y otra vez por un clérigo de su comunidad. El dramático testimonio
no admite ninguna suspicacia, aún hay resabios de sufrimiento, de dolor en ese
cuerpo adulto mancillado desde muy pequeño. Entonces, esa anónima voz para el
espectador nos hace saber su férrea intención de asesinar el próximo domingo al
Padre James, al mismo que ahora lo
está escuchando con atención, una persona buena, inocente. Matar a los malos,
dice, no impactaría; matar a alguien piadoso es una revancha, es darle
notoriedad a las consecuencias de un ultraje macabro e impune. El film muestra
los días posteriores a la amenaza, queda la incertidumbre de saber la identidad
del posible asesino, y sobre todo, si es capaz de cumplimentar la advertencia
hecha en el confesionario.
La
historia transcurre en Irlanda, es decir, el conflicto se encrudece de por sí
debido a sus antecedentes históricos, en una preciosa y muy pequeña localidad
al borde de un mar revuelto como los mismos pobladores. La actuación de Brendan
Gleeson interpretando al Padre James
es simplemente omnipotente, su enorme figura envuelta en una larga sotana negra
combina perfectamente con ese aire bonachón de un sacerdote preocupado por el
bienestar de los suyos. Luego de enviudar, con una hija a cuestas, despierta en
él una auténtica vocación clerical, la necesidad de compartir con otros la
palabra de Dios, de acompañar y ayudar al prójimo. El Padre James se integra a la díscola comunidad de manera pragmática,
no se enclaustra en ningún altar, sale a la calle, escucha, trata de ayudar, de
encaminar la vida de los confundidos habitantes, quienes representan la
hipocresía o la indiferencia de una sociedad desencantada y, fundamentalmente,
provocativa: esposa infiel, médico ateo, joven reprimido con tendencias
asesinas, comisario homosexual, asesino serial incomprendido, millonario abandonado,
son algunos de los personajes que ponen a prueba el temperamento comprensivo
del cura.
El
director John Michael McDonagh no tiene la intención de filmar una película de
denuncia, que cuestione la existencia de la pedofilia en la Iglesia; tampoco
pone en tela de juicio el lugar de la religión en la sociedad; nada de eso. Los
principales temas controversiales tienen que ver con la injusticia, la fe, la
culpa, el prejuicio, la actual convivencia descarnada, intolerable, violenta. El
Padre James es paciente, aunque
también humano; no es una figura idealizada, tiene un humor ácido
concienzudamente ocurrente, incluso cínico, con el que desafía las réplicas
dirigidas hacia su persona, hacia él en tanto sacerdote.
“Calvario” encanta, es bella en su fotografía,
con una música que apacigua el lúgubre fondo intencional de un incierto final
que auspicia una muerte. No sabemos.
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