Por
Sergio Galarza
sergiogalarza62@gmail.com
La Vía Láctea
Durante
las noches de invierno, en cielos libres de luces, puedes ver sobre tu cabeza
una franja que brilla, una borrosidad blanca más o menos ancha contra lo negro
del cielo. Los antiguos llamaron de diversos modos a ese impacto que corta la
noche. Los griegos la vincularon con el pecho de la diosa Hera y le llamaron
Galaxia. Los vikingos, camino o puente a Valhala. Los americanos vieron en esta
franja un río por el cual ascienden las almas de los muertos al cielo; estas,
una vez arriba, se convertirían en estrellas para seguir presentes en nuestras
vidas.
Ciencia
A
Galileo cupo el extraño honor de barrer las quimeras con un tubo a cuyos
extremos adosó dos vidrios pulidos de modo tal que la imagen resultante tuviese
una perspectiva más cercana que la real. Desde una plaza, hace cuatrocientos
años, este Curioso enfocó por vez primera un telescopio hacia la Vía Láctea
(nombre latino de la Galaxia). Comprobó que las manchas blancas que vemos a ojo
desnudo son en realidad miles de millones de estrellas, unas sobre las otras,
superpuestas en la distancia.
Vistas
Si
prestas atención, unas noches distinguen de otras en cuanto al número de
estrellas que puedes ver. Sucede que observamos el cielo nocturno desde un
planeta que gira alrededor de su estrella. Luego, unas noches permiten ver el centro galáctico, y por
ello el fulgor es magnífico (invierno austral); meses después, cuando Tierra ha
dado media vuelta al Sol, las noches muestran el borde externo de tal
estructura (verano austral, prolíficas, pero menor en su número). Las veladas de
otoño y primavera nos muestran el espacio vacío que se extiende fuera del disco
aparente de la Galaxia. Es entonces cuando miramos hacia la inmensidad, el
abismo fuera de la Galaxia.
Nebulosas
Mas,
el vacío no existe. Estas zonas “vacías” ocultan sorpresas. Allí podemos ver
uno de los mayores misterios y bellezas del cosmos: un dispar salpicado de
raras Nebulosas. Algunas con forma de aguja, otras de hélice, aro, remolino;
las hay sin forma. Precisamente, dos de estas nebulosas irregulares son
fácilmente visibles desde casa, las llamadas Nubes de Magallanes, fáciles borrosidades
en las noches del cielo sur, desde noviembre a febrero.
Saberes
Hoy
sabemos la forma, estructura, evolución y constitución de las nebulosas que
llamamos galaxias, pero ellas fueron un enigma durante siglos. Se pensó que eran
sistemas proto solares en lenta evolución. Luego, que eran islas de soles a la
deriva en la inmensidad del mar nocturno. Hasta que no fue posible medir la
distancia al centro de la Vía Láctea, y luego a dichas nebulosas, la cuestión no pudo ser zanjada.
Pequeña conclusión de una noche de
verano
La
Vía Láctea es lo que vemos -desde nuestra perspectiva- del centro de una
estructura autónoma mayor que nuclea miles de millones de soles como el
nuestro. A esa estructura le llamamos Galaxia e incluye nubes moleculares, gas,
polvo, planetas, toda una gama de estadios estelares y, al menos, un agujero
negro supermasivo en su centro*.
*Un Agujero negro es un
objeto astronómico teórico que se generaría cuando estrellas de masa superior colapsan
sobre sí. Los colapsos se producen cuando el combustible estelar se agota. Una
estrella es un momento de equilibrio entre fuerzas gravitatorias que comprimen
y fuerzas termonucleares que expanden el astro. Cuando el combustible nuclear
se agota, el equilibrio se rompe, la estrella se desploma sobre sí. Si la masa
de tal estrella es superior a cierto límite, la gravedad de este nuevo engendro
se torna tan alta que ni siquiera la luz –u otra radiación- puede escapar al
espacio. Luego, la estrella se transforma en un cuerpo que no radía, es decir,
negro.
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