Por Ana
Guerberof
ana.guerberof@gmail.com
No todo
los días se presenta la ocasión de entrevistar a una persona de la talla de
Jeanne Baret, la primera mujer que circunnavegó el globo en el siglo XVIII.
Quizás pensemos que, por entonces, las mujeres exploraban más bien poco y menos
aún desarrollaban una pasión tan intensa por la ciencia como ella. Pero Jeanne
desafió a su época, como desvela esta charla a través de la máquina del tiempo.
MUJERES EXPLORADORAS
En el
siglo XVIII, no es frecuente que las mujeres se dediquen a la botánica. ¿Cómo
lo logra usted?
Mis padres eran campesinos
en la Borgoña. Siempre me interesé por la naturaleza, conocía todas las plantas
y las hierbas de la región, su uso práctico, sus poderes medicinales. Cuando
mis padres mueren, me acogieron en las Ursulinas, donde aprendo a leer y a
escribir. A los 22 años, entré de gobernanta en la casa de Philibert Commerson,
que era viudo, para cuidar a su hijo único: Archimbaud. Él era un hombre muy
culto, había estudiado leyes y medicina, pero su gran pasión era la botánica.
Recorríamos el campo juntos, yo le explicaba lo que sabía y él me instruía.
Tenían
una relación íntima e incluso tuvieron dos hijos que dio en adopción…
Yo fui mucho más que su
mujer, además de vivir con él, fui su colaboradora. Él admiraba mi vitalidad, curiosidad y su
conocimiento, me deslumbraba. De mis hijos, prefiero no hablar. Eran otros
tiempos, yo no estaba casada, fue todo muy complicado.
La
marina francesa prohibía que las mujeres viajaran en su flota. ¿Cómo forma
parte de la expedición del conde de Bougainville que daría la vuelta al mundo?
Luis XVI nombró a Commerson
botánico de la corte así que nos trasladamos a París. En 1767, lo invitan a
esta expedición. Una oportunidad única: poder clasificar la flora de un mundo
nuevo. Pero estaba muy enfermo, así que me hice pasar por su asistente Jean
Baré.
El viaje
duraba dos años con más de 200 hombres a bordo, ¿nadie se dio cuenta de que era
una mujer?
Commerson no resistió bien
la vida en alta mar, así que lo cuidaba en su camarote privado. Además, salía a
recolectar los especímenes y lo ayudaba en la clasificación. Por ejemplo,
cuando estuvimos en Brasil fui yo quien descubrió la planta que luego se
llamaría Bougainvillea en honor al conde.
En el barco se sospechaba
de mí pero como yo hacía el trabajo de cualquier hombre, cargaba y descargaba,
nadie creía que eso lo podía hacer una mujer. Hacía incluso más que un hombre
para pasar desapercibida.
Todo
cambia cuando llegan a Tahití ¿qué pasó allí?
Ni bien bajé del barco, los
nativos me reconocieron como mujer y se abalanzaron sobre mí. Fue inmediato,
claro, allí la vestimenta o los gestos no contaban, sino la esencia, el olor.
Bougainville tuvo que intervenir para protegerme. Confesé la verdad aunque me
inculpé para no perjudicar al señor Commerson.
Más
tarde, los dejan en Ille de France (hoy Isla Mauricio).
Debimos
quedarnos allí porque si volvíamos a Francia tendríamos problemas con la
justicia. Pierre Poivre, el gobernador de la isla, era también botánico y gran
amigo del señor. Fue como vivir en el paraíso. Hicimos un viaje a Madagascar
para recoger más especímenes. Pero ya estaba muy enfermo, murió el 13 de marzo
de 1773, con solo 46 años.
Y se
queda allí sin medios para sobrevivir ¿qué hace y cómo consigue volver a
Francia y completar la vuelta al mundo en 9 años?
Abrí un bar en Port Louis
pero como servíamos alcohol, las autoridades lo cerraron. Mi suerte cambió
cuando conocí a Jean Dubernat, un marino francés. Nos casamos el 17 de mayo de
1774 y pude volver a Francia.
¿Consigue
reconocimiento por su hazaña?
Yo llevo en mi viaje de
vuelta 30 cajas con más de 5000 especímenes, 3000 de los cuales eran nuevos, y
las entrego al Jardín del Rey que luego pasa al Museo de Historia Natural.
Nadie me menciona como parte de la expedición. Pero, en 1785, el Ministerio de
la Marina reconoce mi contribución y me otorga una pensión de 200 libras
anuales.
¿No le
molesta que Philibert Commerson se haya llevado toda la gloria?, hay más de 70 especies
con el nombre de commersonii, y en cambio usted solo tiene una planta con su
nombre, la Solanum Baretiae, 250 años más tarde…
Al contrario, amé la
botánica, el viaje alrededor del mundo, al señor Commerson. Él me dejó todo su
patrimonio francés en herencia. No me arrepiento de nada, estoy orgullosa.
Jeanne murió el 5 de agosto de
1807 con 67 años. Archimbaud Commerson fue su heredero universal.
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