Por
Nico Raterbach
Esta
historia empezó en Inglaterra con pibes pobres. Jóvenes y pobreza, el motor de
la historia. El punk, filosóficamente nihilista y naif, vinculado con el
anarquismo, nació en la pérfida Albión. Musicalmente, aún está la disputa.
Puede que los primeros punks hayan sido Los
Ramones, en Nueva York. En Argentina hay una leyenda urbana que dice que la
primera banda punk, fue nada más y nada menos que rosarina, contemporánea al
estallido del 77 en Inglaterra, junto con Los
Testículos. Ningún registro de ello sobrevivió hasta nuestros días. A
principios de los ‘80, los primeros acordes del género sonaron en Buenos Aires,
en sótanos, obviamente. Los primeros seguidores eran niños bien, hartos de
ello, del norte de la ciudad. Los
Laxantes, Los Violadores, Todos tus muertos un poco más tarde,
reflejaban ya en sus nombres esa forma contracultural de hacer música sobre
todo en sus letras, de fuerte crítica social, provocativas, con referencias al
cine (La naranja mecánica / Los Violadores, La guerra del cerdo / TTM, etc.) y
opuestas radicalmente a lo que venía siendo masivo comercialmente en el país.
Para fines de los ‘80, Attaque 77,
autodefinidos como “punk estúpido a lo Ramones”, lanza un disco exitosísimo en términos de
venta, “El cielo puede esperar”. A
partir del comienzo de la década siguiente, el punk va migrando del norte
careta de Capital, hacia los barrios del sur y -coincidiendo con el menemismo-
le da a los pibes una banda de sonido acorde a la rebelión interna de la
adolescencia. “Daban ganas de romper”,
me decía el Inglesito. La furia antisistema hecha canción, tenía miles de
jóvenes desocupados adeptos y se homologaba la situación que diera origen al
punk en la Inglaterra setentosa, la desesperanza y pobreza. Las flores a veces
crecen entre las grietas del cemento. A mediados de los ‘90 una nueva ola del género
a nivel mundial, más melódico, tal vez más prolijo, explotó con Green Day, Offpring, Rancid, Millencollin y otros. Lo mismo aquí,
aparecen muchísimas bandas con estilo propio, como Superuva, Dos Minutos, Flemas, del conurbano, otras en Rosario,
Córdoba, Mendoza, Santa Fe. La fórmula de dos acordes en los instrumentos y
bronca en las líricas se repite, hasta el hartazgo. Los Ramones vienen durante toda la década cada día a tomar la leche
a nuestras casas. La rebelión musical se masifica y pierde originalidad. Con
variantes, aparece un demo mal grabado de “El
otro Yo”, que cayó en mis manos desde parque Rivadavia, dando un soplo de
frescura. Retomo al Inglesito, que se animaba a experimentar y se subió a un
colectivo un domingo, sólo para ver algunas bandas. “Fun People se llama, y me partió la cabeza” dijo. Tal vez lo más
original por estos lados, lo más fiel a ese espíritu del “hacelo vos mismo (y
como puedas, como te salga)” empapado ideológicamente hasta la médula; le
cantaron a la diversidad sexual, al vegetarianismo, la despenalización de la
marihuana, y tocaron temas tabú en nuestra sociedad, como la anorexia, el
machismo y las poses copiadas de otras latitudes del propio rock. Fan pipol, para los íntimos, fue tal vez
el zenit de un género que ya coqueteaba con otros estilos, se mixturaba, evolucionaba
y a la vez agonizaba, o sencillamente duerme, esperando la próxima recesión
económica, para ponerle audio a una película que se vio varias veces. Pocos
caracteres, para tamaña historia; tres canciones, también escasas, le dan una
pincelada austera.
“Moral y buenas costumbres”
(Los Violadores - Los Violadores - 1983)
“El espejo” (Todos tus
Muertos - Nena de Hiroshima – 1991)
“Sin color” (Fun People
- Anestesia – 1994)
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