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BALANCES, VERDADES Y FIESTAS

Música porque sí, música vana,
como la vana música del grillo,
mi corazón eglógico y sencillo
se ha despertado grillo esta mañana.

¿Es este cielo azul de porcelana?
¿Es una copa de oro el espinillo?
¿O es que en mi nueva condición de grillo
veo todo a lo grillo esta mañana?

¡Qué bien suena la flauta de la rana!
Pero no es son de flauta: es un platillo
de vibrante cristal que a dos desgrana
gotas de agua sonora. ¡Qué sencillo

es a quien tiene corazón de grillo
interpretar la vida esta mañana!

El grillo, Conrado Nalé Roxlo



Por Alejandra Tenaglia

No hay modo de escapar al balance incluso involuntario que produce la llegada de la Navidad y fin de año. Las vidrieras centelleando luces de colores despiertan ora alegría, ora congoja, cuando no las dos cosas a la vez. Y los momentos-bisagras que hayamos atravesado en el 2010 se abren como fruta madura al pie del arbolito o de la mesa festiva, haciéndonos sentir orgullo por lo logrado, tristeza por lo perdido, dolor por lo frustrado; plenitud por algún instante ya enclavado para siempre en nuestra historia; temblor por el despertar lúcido frente a algo que hasta entonces se nos aparecía vedado por la memoria, el andar cotidiano o los sentimientos anudados; indiferencia por todo aquello que creemos que “no fue para tanto”, sabiendo de antemano que ni siquiera la nada transcurre sin dejar sus patas marcadas en nuestro suelo; emoción por el simple hecho de estar vivos a pesar de los hundimientos que sentimos abismales y los golpes que parecieron ser letales. Y es en ese punto del análisis en el que la esperanza ocurre como un amanecer simple, alumbrando el futuro al que arribaremos con las herramientas esculpidas día a día, la mano extendida queriendo alcanzarlo con la ingenuidad y entusiasmo de un niño, y el corazón palpitando fervientemente mientras un escalofrío nos recorre el cuerpo.
Mirar hacia atrás no es sólo tarea del nostálgico, es un requisito para afirmar el paso sobre nuevos terrenos y conlleva, además, necesariamente, el atributo del coraje para evaluarnos.
Mirar el presente no es sólo reducir nuestra mirada a una coyuntura enraizada en el ayer y repercutiendo en el mañana, es tomar conciencia de dónde estamos parados, cómo y desde dónde llegamos, hacia dónde podremos seguir avanzando.
Mirar el futuro no es sólo subirse a las nubes inconsistentes de lo inasible e incierto, sino fundamentalmente proyectar y soñar, verbos maravillosos de los que no podemos prescindir sin que el latido pierda sentido.
Y entonces, cuando esos tres momentos se aúnan invocados por las fiestas, imposible es no sentir una maraña enrarecida de sensaciones recorriéndonos la piel.
Una risa compartida, un llanto exacerbado, una cena distinta, una mirada lacerándonos; el aroma de una flor distendiéndonos el ceño fruncido por complicaciones rutinarias; el sermón de un amigo convirtiéndose en el límite que no podemos, no sabemos, no queremos fijarnos por nosotros mismos; la ayuda de una madre que jamás cesa en sus intentos de allanarnos el camino; el silencio nunca vencido a pesar de nuestros ruegos por un decir que no sucede; el calorcito que brota en el alma e impone el inmediato y completo olvido de todo, al escuchar un “te quiero”. Porque es cierto que el amor obnubila el entendimiento, pero también es cierto que es la principal cuerda que nos sostiene. Una cuerda para seguir estando cuerdos. Aunque las tonteras que retrasan las conquistas, aunque los derrapes que accidentan, aunque los excesos que siempre sobran, aunque los errores que malquistan, aunque los sinsabores ardiendo el estómago, aunque las traiciones perforándonos la espalda como daga afilada, aunque las desilusiones derrumbando castillos, aunque las vergüenzas enrojeciéndonos mucho más que las mejillas, aunque las debilidades imponiéndose, aunque un ejército entero procure detenernos volvemos siempre a intentar el amor con la madre, el padre, el hijo, el hermano, el amigo, el novio, el marido, el amante, el que fue y el que será.
Brindo por ese amor que no se deja vencer a pesar de lo miserable que podemos ser a veces los humanos, superándonos siempre en el modo de dañarnos.
Brindo porque ese calorcito que cada tanto nos brota en el alma, sea lo suficientemente atizado para cruzar como un eje nuestra existencia, como lo hace el mismo tiempo.
Brindo porque crear es un modo rotundo de creer, y tanto crea quien hace una pieza artística como quien trae un hijo al mundo o forja su día con denodada paciencia. Y porque creer es un modo certero de crear aquello a lo que aspiramos; y hasta aquel que se define como escéptico cree al menos en su propia duda.
            Y termino brindando para que los deseos nos embarguen muy hondo y nunca nos falten las fuerzas necesarias para seguir batallando, cuando las adversidades se nos presenten como demasiado difíciles de sortear. En ellas también se encuentra la vida. La vida misma en estado puro, como una música continua nunca escrita, como esa canción que todos llevamos en el alma cual grillito de Roxlo, como este cielo que nos mira y sujeta las estrellas que nos iluminan, y al que tantas veces dirigimos nuestros ojos cansados pero inquebrantablemente esperanzados, rogando un cachito de felicidad.
¡Salud!



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