Mar adentro


LA ESTRATEGIA DE LA MINORÍA CONSISTENTE

Por Marina Moya*

Norbert Lechner -intelectual alemán nacionalizado chileno, fallecido en el 2004- fue un politólogo interesado en la cuestión democrática de los países llamados emergentes o en vías de  desarrollo, y en una de sus teorías se inclinó a pensar y analizar cómo se sostenían los regímenes democráticos, cuáles eran sus bases, sus condiciones. Me encontré con sus pensamientos cuando cursaba Teoría Política, en el 2º año de la Facultad, y me quedó grabada en la memoria una frase que ahora gracias a la tecnología pude recuperar: “¿Cómo la minoría consistente se transforma en mayoría formal?” El libro “Poder y Orden. La Estrategia de la Minoría Consistente” expone en primer lugar una pregunta que el autor intentará responder, y es: cómo una minoría –un grupo empírico reducido de personas- logra gobernar en nombre y hasta en contra de una mayoría –también real en número-. Es ahí donde entra en juego el concepto de legitimidad, que con diferentes cambios en su representación, se asociaría en la época moderna -desde el contrato de Rosseau a esta parte- al pacto entre ciudadanos racionales “libres e iguales” bajo el principio del consenso y la mayoría en el número. Se toma la voluntad mayoritaria como principio organizativo de la sociedad. El acuerdo sobre la organización del poder político está dado por la “realidad de las cosas”: el poder genera una realidad que condiciona la legitimación del poder. La minoría “tiene” el poder de definir las condiciones sociales de manera tal que aparecen acorde a la realidad. Al generar la realidad genera su propia legitimidad. El gran logro del poder es el orden, y todo proyecto de cambio es un llamado a poner en juego el orden de cosas vigentes. Dispuestas las cosas así, la mayoría –estratificada, diferenciada, supernumeraria- encuentra dificultades para impedir o parar un proceso en contra de su voluntad o interés. Por el contrario la minoría  tiene la capacidad de transformar y redistribuir los recursos de poder de diferentes grupos de la mayoría, generando al interior de ésta una confusión identitaria.
Si bien el interés no es resumir la teoría política de Norbert Lechner, la propuesta me resulta convincente a la hora de analizar el resultado de las elecciones nacionales. En primer lugar se trata de ver el poder real de los medios de comunicación. Entiendo que quien detenta el poder ejerce el control de los medios de comunicación y de los medios de producción.
Ni de uno ni de otro lado de la vereda política se esperaba el contundente apoyo que la ciudadanía otorgó a la actual presidente de la nación. Ni los más esperanzadores pronósticos acertaron en la diferencia. ¿Cómo se llega a este estado de situación donde lo que aparece como las cosas tal cual son, se pone a prueba –en este caso a través de una elección- y refuta con el resultado lo que parecía ser  la “realidad de las cosas”? Los medios actuaron en tanto aparatos de la minoría consistente tratando de configurar un relato respecto a la situación general, tratando de constituirse como mayoría formal.
En la calle se escucha –como fue para la reelección del ex presidente Carlos Menen- el “yo no la voté”, “quién la votó”, “no es cierto que ‘el campo’ la votó”, pero lo cierto es que el efecto sorpresa tiene un responsable que actúa según intereses corporativos tratando de llevar agua para su molino. Inclusive en las últimas horas la Justicia Electoral Nacional confirmó que no se presentó en todo el país ni una sola denuncia judicial por falta de boletas ni tampoco hubo presentación de ningún tipo por alguna anomalía en el escrutinio definitivo, que es el que tiene valor legal.
En términos de nuestro autor podríamos pensar en el valor del orden y la resistencia al cambio. Valen los ejemplos para tomar conciencia de cómo desinforman los medios de información; pero a la vez cómo forman opinión, cómo ayudan al contagio, cómo reproducen relatos infundados. Valen los ejemplos para tomar conciencia de qué bueno es escuchar un poco lo que dice el sentido común, cotejarlo con la historia, con la trayectoria social de los otros, con lo que sucedió en países vecinos. Valen los ejemplos para la autocrítica. Valen también, para desconfiar.

* Lic. en Trabajo Social

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