El sueño de Shi

Por Ana Guerberof / Desde España
ana.guerberof@gmail.com

Leo en el diario catalán La Vanguardia del 28 de octubre una noticia sorprendente ocurrida en China. Siempre me intereso por toda lo que arroje algo de luz sobre el nuevo imperio (o no tan nuevo). Y ya verán cómo esta historia tampoco a ustedes les dejará indiferentes.

Nuestro protagonista, Shi Erqun, es de Zhumadian, una “pequeña” ciudad de 7 millones de habitantes en la provincia de Henan al sur del país. A principio de los 90, Shi decide trasladarse a la capital de la misma provincia, Zhengzhou, porque ofrece más oportunidades. Se traslada con su hermano y otros tres amigos y encuentra trabajo en la construcción —que es la industria en alza en esos años-. Pronto Shi, que es astuto y que sabe trabajar su red —muy necesaria en la sociedad china— es ascendido a jefe de equipo.

Sin embargo, Shi no es feliz. Se queja de que no ha dejado su ciudad natal para dejarse el lomo en la obra. Tiene 37 años y ha pasado más de veinte trabajando por una miseria. Ha visto cómo sus patrones se enriquecían a su costa. Él también quiere cumplir su sueño: comprarse un Chevrolet, casarse con una mujer joven y bonita, volver a su tierra convertido en un rico hombre de negocios y construirse una casa de dos plantas custodiada por dos leones, como si se tratara de un palacio de la dinastía Shang.

Entonces, en el poco tiempo que le queda libre, Shi comienza a urdir un plan para atracar la sucursal del Banco de Zhengzhou por el que pasan de regreso del trabajo todos los días. Sólo hay un guardia de seguridad y cinco empleados, y, antes de cerrar, apenas hay clientes. Se pide un sábado libre y viaja hasta Xuchang para comprar cinco armas y municiones en el mercado negro. A partir de entonces, cada domingo, Shi y sus amigos practican tiro a las afueras de la ciudad y ultiman el plan.

El 5 de diciembre de 1999 a las 7 y 20 de la tarde, los cinco hombres armados entran en el banco. El guardia intenta detenerlos pero ellos son más rápidos y le disparan. Con una puntería algo casual, hieren al guarda y a uno de los empleados. El cajero, que no para de temblar, les entrega todo lo que hay en el banco: 2 millones de yuanes (unos 320.000 dólares). En la China de entonces es una cantidad imposible de reunir aun si se sumara el trabajo de toda una vida de estos cinco hombres. Después del atraco, pasan por su ciudad natal donde se reparten el dinero. Shi se lleva la mayor parte del botín por ser el cerebro de la operación. Pero, temerosos de ser atrapados, se trasladan rápidamente a Yunnan, una provincia más alejada y aislada, donde han decidido permanecer ocultos durante unos años.

El robo ocupa las primeras planas de los diarios y los telenoticias de toda China. La policía admite que no conoce la identidad de los ladrones y que no sigue ninguna pista. A los pocos meses, todo se olvida y el caso se cierra. Shi decide entonces volver a casa. Invierte gradualmente el dinero robado en el sector de la construcción e inmobiliario, sector que conoce bien, para después ampliar sus inversiones a comercios y locales de entretenimiento. Poco a poco, amasa una gran fortuna y se convierte en un magnate muy respetado en Zhumadian, donde vive con sus cuatro mujeres y sus doce hijos. Construye una casa de dos plantas custodiada por dos grandes leones de piedra. Por fin Shi ha cumplido su sueño. Tiene 53 años.

Pero en abril de 2015, dieciséis años más tarde del atraco, un nuevo equipo criminológico de Zhengzhou reabre el caso y, valiéndose de tecnología más moderna que le permite cotejar la evidencia encontrada en el lugar del crimen con los residentes de la zona, va tras la pista de los sospechosos. Shi es uno de ellos. A finales de octubre, 80 policías armados detienen a los cinco amigos.


Según el diario ChinaDaily.com.cn, Shi confesó que no había conseguido dormir una noche tranquilo en todos estos años. Pero cuando llega esa primera noche en la celda, Shi se pregunta si su imperio fue un espejismo o si está viviendo una pesadilla de la que se despertará pronto en su palacio custodiado por leones.

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