RED SOCIAL
LA IMPORTANCIA DE TENER AMIGOS
Por Lorena Bellesi
La trama central de la película dirigida por David Fincher “La red social” (“The social network”) gira en torno a una cuestión que no resulta en absoluto original; si tenemos que sintetizarla en breves palabras diremos que se trata de la puesta en escena de un litigio en clave de traición. Basada en un hecho real, poco importa la fidelidad incondicional o no a la auténtica historia que sustenta el relato; un sólido guión, excelentes actuaciones y un concienzudo trabajo de dirección convergen en la concepción de un dinámico e inteligente film.
El protagonista indiscutido resulta ser Mark Zuckerberg, que no es otro que el artífice principal de la red social más popular del mundo en estos momentos: “Facebook”. Jesse Eisenberg es un gran actor que le da vida a este obsesivo, pero también abúlico, joven estudiante de la prestigiosa Universidad de Harvard, el cual se deja ver como un individuo preocupado por pertenecer a algunas de las exclusivas fraternidades (o clubes) de la alta casa de estudio, ya que, según su parecer, la inclusión en algunas de éstas significaría un valioso y determinante aporte a su propia vida social. A su vez, y en oposición a su expectativa integracionista, su perfil de “genio” lo confina a un espacio de retraimiento y especulación, características que, paradójicamente, no coinciden para nada con el “espíritu” de su más preciada invención: una comunidad virtual que apuesta al encuentro con el otro, en un espacio en donde la simultaneidad y la multiplicidad de la concurrencia se extiende de manera imprevisible.
Aunque uno no sea un frecuente usuario de la misma, es imposible negar la implicancia en la vida cotidiana que “Facebook” tiene para una importantísima parte de la población mundial. Al igual que tantísimos otros hallazgos de alto impacto, es perturbador presenciar el comienzo, casi sin querer, de algo que modificaría para siempre la forma tradicional de interactuar con los demás, tanto en el ámbito público como privado. Lo inquietante de esta experiencia es que no viene a reemplazar nada, sino que el asombro está dado por la instauración de una inédita e incomparable manera de entablar vínculos (sociales, comerciales, etc.) con el otro. Esta situación no pasa desapercibida. La potencialidad en sus inicios de esta herramienta comunicacional funcionará como causal de conflicto, frente a la incapacidad de poder desentrañar lo que realmente está pasando, y lo que es aún peor, la dificultad de ver cómo sigue todo. La única certeza para Zuckerberg, en principio, radica en la comprensión de haber hecho algo que “Es cool”, dice.
A partir de aquí, el ambiente de discordia entre aquellos que, de una manera u otra, fueron parte original del proyecto, asume el rol principal. El carácter adusto y reprobable del protagonista se engrandece, no así un admisible costado codicioso. Dijimos que “Red social” cuenta una (o más de una) traición. “No haces 500 millones de amigos sin ganarte algunos enemigos”, sugiere el poster de la película. Y de eso se trata. Por un lado, pone en jaque la lealtad de su amigo y socio Eduardo Saverin (un ignoto pero prometedor Andrew Garfield); y por otro, deberá enfrentar una grave acusación por robo de propiedad intelectual.
La recurrencia al flashback intensifica el ritmo incesante del relato, cada escena se presenta estrictamente articulada a la música que la ocasión demanda, y el “combate” verbal y visual se traslada a diferentes planos y a los protagonistas. La complejidad de las relaciones humanas y las secuelas que éstas provocan, admiten una suerte de simplificación en el universo de “Facebook”, dominado por los mandatos imperativos que parecen no sustentar clarificaciones de ningún tipo: me gusta/no me gusta, aceptar/rechazar, y hasta permite un uso, quizá insustancial, de la palabra “amigo”.
Contar sobre el presente absoluto, sobre las consecuencias de los embates de una generación contemporánea que comparte códigos y lenguajes privativos de su cultura tecnológica (tan natural para algunos, y tan extraños para otros), implica un riesgo; y Fincher fue totalmente astuto al convertir una simple historia en algo muy entretenido, así, nos entrega una gran película que por partes iguales nos sorprende y nos interpela. Sin embargo, lo que sigue siendo innegable es que son las ideas, las buenas ideas, el instrumento más poderoso con que cuenta el hombre para intervenir y cambiar el mundo, aunque sea el virtual.
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