TEMPLE DE ACERO
A SANGRE FRÍA
Por Lorena Bellesi
bellesi_lorena@hotmail.com
Temple de acero (“True grit”) es la última película de los hermanos Ethan y Joel Coen, y es también un western. Se trata de un impecable film que recupera y revitaliza todas las prototípicas características del género cinematográfico más “americano” que exista. La lucha entre el bien y el mal es el auténtico duelo que sobrevuela en ese recóndito lugar, el “salvaje oeste”; pero es también una frontera permeable que distorsiona dichos absolutos. La violencia sería inusitada si no estuviera funcionando como ley, tanto escrita, voz legitimada –la horca es el destino que las autoridades prefieren para los delincuentes-, como código de relación entre aquellos que intentan llevar adelante un acuerdo cara a cara. Y si algo queda claro, es que el encuentro con el otro siempre es un enfrentamiento, en el sentido de sentirse desafiado no sólo a encontrar las palabras justas para replicar –los diálogos y el acento que le imprimen a éstos los actores, son un enorme acierto-, sino que también, la provocación reta a determinar el más veloz a la hora de desenfundar el arma.
La trama argumental de Temple de acero no reviste ningún tipo de complejidad, y esto también hace honor al género. Una niña de catorce años, ante la impasibilidad de las autoridades, decide ir tras el asesino de su padre, con el único propósito de capturarlo y llevarlo ante la corte para que se haga justicia. Es imposible no reparar en la gran actuación de Hailee Steinfeld como Mattie Ross, una joven totalmente convencida de su causa, que emprenderá una travesía hacia el horror mismo. A pesar de sus pocos años, logra el control de la discusión con inteligencia y astucia, y lo simpático de esta situación es el desconcierto de aquellos curtidos adultos que la escuchan, totalmente azorados.
Pero si hay una presencia que aporta comicidad a la película, esta es, sin dudas, la del avezado sheriff Booster Cogburn, un antihéroe entrañable, que siente una profunda aversión hacia los indios, y que maravillosamente personifica Jeff Bridges. Tuerto, desaliñado y borracho empedernido, aun así es una leyenda, y es la persona a quien contrata Mattie para adentrarse en tierras indias, y capturar al homicida de su padre. Aparentemente, Cogburn se aleja del estereotípico héroe, y proyecta una imagen más digna de pantomima que de aguerrido guardián de la justicia, sin embargo, este malhumorado y testarudo personaje no resigna sus valores de lealtad y solidaridad.
Temple de acero es una remake, y aun así, puede apreciarse cierta actualidad en sus planteos. Por medio de un ritmo narrativo pausado, los hermanos Coen, utilizando preciosas imágenes, moderadas por una arrulladora y melancólica música, nos hacen pensar en nuestra propia sociedad. “La maldad impera cuando nada la detiene”, se lee antes de comenzar la película. Este proverbio anticipa el conflicto auténtico que está por encima de las meras circunstancias acontecidas, y que tiene que ver con la falta de compromiso por parte del hombre, de hacer del mundo un lugar más justo. Lo contrario significaría, la transmutación de la realidad en pesadilla.
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