PIJAMA PARTY DE ABUELAS
“UN FERIADO PARTICULAR”
Por Lorena Bellesi
Cada quince de agosto toda Italia celebra el “Ferragosto”, fecha que conmemora la Asunción de la Virgen. Por tal motivo, las calles de Roma se vacían dejando prácticamente desierta e irreconocible, a la ciudad. Cuando el protagonista de la encantadora comedia italiana, Un feriado particular (“Pranzo di ferragosto”), la recorre en moto, la soledad y la belleza se acoplan cautivadoramente. La película sólo dura unos escasos setenta y cinco minutos, el tiempo justo para retratar a un singular grupo, que casi sin darse cuenta, alcanza a comprender que los auténticos festejos, son dignos de celebrarse cuando se está con aquellas personas con las que se quiere estar.
Gianni (interpretado por el mismísimo director de la película, Gianni Di Gregorio) es soltero y hace algunos años que superó los cincuenta. A pesar de no tener trabajo, la palabra desocupado quizá no se ajuste perfectamente a su situación, dado que vive con su madre, Doña Valeria, a la que atiende con todo el amor y paciencia del mundo. Pero su monotonía, imprevistamente, un día es alterada. Al administrador del edificio se le ocurre una idea para que Gianni salde algunas de las deudas contraídas (hace tres años que no paga la luz, por ejemplo). La solución es simple, sólo tiene que albergar a su madre, Marina, por dos días; él debe viajar con su familia. De esta manera, todos ganan, Gianni cancela algo de lo mucho que debe, y el administrador disfruta del feriado. Sin embargo, Marina no arriba sola, con ella viene la Tía María, otra mujer huérfana de hijos en esta fecha. A continuación, y por último, llegará Grazia, la madre del médico y amigo de Gianni. A cambio de unos cientos de euros, éste aceptará tenerla bajo su resguardo, mientras Marcellino trabaja en el hospital. Ahora sí, el heterogéneo grupo ya está constituido.
Interpretadas por actrices no profesionales, estas cuatro octogenarias aportan toda su frescura y espontaneidad, recreando situaciones donde el libreto parece estar ausente, superado por una natural improvisación. Con delantal puesto, Gianni les dedica todo su tiempo, intenta complacerlas, tarea que por momentos se vuelve bastante incontrolable y dificultosa. Cuando esto es así, el vino blanco le funciona como una suerte de placebo. Es amable con ellas, las escucha, las cuida. No obstante, estas mujeres no son seres a punto de expirar, nada más opuesto. Al igual que adolescentes insubordinadas, se niegan a pasar tiempo con las otras, comen a escondidas manjares prohibidos, o escapan por la noche, únicamente para sentarse en un bar a fumar y beber un trago.
Lejos del estereotipo artificial de belleza hollywoodense, los rostros arrugados, las manos curtidas, la piel manchada, incluso los batones, consiguen que simpaticemos inmediatamente con ellas. El humor se cuela, entonces, de manera simple y efectiva, pero no efectista. Si sonreímos es porque estas abuelas son ocurrentes y reales, sobretodo reales. Sostenidas por los recuerdos, que comparten y añoran, no pasan por alto la oportunidad de festejar, ni reniegan de lo que no fue, ni evidencian resentimiento alguno. La casualidad hizo que coincidieran en ese departamento, y en esa fecha en particular. Así, “Ferragosto” se convierte en la sincera celebración de la buena compañía. Cuando la alegría desborda y los brindis no cesan, como dice Valeria, no hay que detenerse, para de esta forma poder “compensar cuando se han hecho pocos”.
A días de festejar la Navidad y el Año Nuevo, las tradiciones sólo tienen sentido si vienen acompañadas de la gente que uno quiere. Muy seguro de esto estaba el escritor Charles Dickens, y el director Gianni Di Gregorio parece concordar. Brindar incansablemente para desear felicidad, para acordarse de los que no están, para agasajar la presencia del otro, brindar con esperanza, con fe y pasión. Chin Chin.
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