LA SUERTE DE MARIANO
Por Ana Guerberof*
ana.guerberof@gmail.com
Un hombre arreglando una puerta con una sierra eléctrica en un departamento de Madrid, se corta la mano derecha. Se la cercena. Con relativa calma agarra la mano con la izquierda y abre la puerta con cierta dificultad. Baja los cuatro pisos para pedir auxilio dejando tras su paso un reguero de sangre. Sale a la calle y entra en el almacén que hay junto al edificio. La dependienta, al verlo, se desmaya. El paquistaní del restaurante de enfrente, que está comprando, reacciona con rapidez, llama a una ambulancia y pone, siguiendo instrucciones, la mano cercenada en un cubo con hielo mientras los camareros sientan al hombre en una silla en la calle. Llegan cuatro patrullas de policía que han recibido el parte de la ambulancia. Cuando mi amiga Rita baja por la calle de regreso a su casa, contempla una imagen dantesca en su portal: personas que corren por la calle, policías y el ruido de sirenas cercanas. Distingue a lo lejos al señor que le estaba arreglando la puerta sentado en una silla. Se asusta. Nunca vio tanta sangre. Entonces, un policía le dice: “¿Conoce usted a este señor?” Y antes de responder, atribulada, se pregunta: “¿Por qué a mí?”
Rita me explica todos estos acontecimientos ocurridos hace unas horas escasas mientras limpia la sangre del departamento y las escaleras de su casa. En lo primero que pienso mientras la escucho es, ¿existe la suerte? Ante lo inevitable e inexplicable recurrimos a una palabra comodín: la mala suerte. Cuando logro distraer a mi amiga un rato con algún comentario gracioso, pienso en la serie de circunstancias que precedieron al hecho en sí. Llego a la conclusión de que mucho tiene que ver con la precariedad de medios. Su falta genera la catástrofe. La mala suerte no es algo mágico, no es un destino prefijado, sino un cúmulo de circunstancias totalmente explicables.
Igual que ha ocurrido con las elecciones del 20-N en España. No quiero hablarles en exceso de este tema por no repetir lo que ya leyeron, pero baste decir que no es la suerte lo que propició la elección de la derecha en ese baile bipartidista desarrollado desde el fin de la dictadura franquista. ¿Cómo se explica el movimiento 15M y la elección de la derecha al mismo tiempo? ¿Cómo se explica que se vote al partido que no sólo no tomará medidas nuevas sino que endurecerá las ejercidas por el PSOE hasta ahora? En realidad, el PP no ganó en votos sino que el electorado de izquierda castigó a Zapatero y diversificó su voto propiciando que, aún sin aumentar su número de votantes y ayudado así por el sistema electoral español, Mariano Rajoy ganara las elecciones. Un político gris que aún (y una vez elegido) no ha sabido o no ha podido tranquilizar a los mercados. No le hizo falta un programa para ganar. Un político que declara por Tweeter que no subirá impuestos pero que creará empleo gobernando con austeridad y recortando en aquello que no sea imprescindible; aparentes contradicciones que, en cualquier caso, requerirían más una explicación del cómo que del qué. Lo único que da lugar a la esperanza es que muchos prefirieron votar, aún sabiendo que no ganarían, a partidos más pequeños que pudieran influir en la política actual. Pareciera iniciarse el deseo de una política más ética que se oponga a la alternancia de dos partidos sometidos, a su vez, a la política del establishment. Veamos el vaso medio lleno que se acercan ya las fiestas.
Me gustaría que en este final de año los visitara la suerte, la buena, claro está. Quizás, al menos, puedan abonar el terreno para que las variables se conjuren en su favor. Que sepan además que un equipo médico de la seguridad social (no sabemos si tras más recortes del gobierno estos milagros podrán ocurrir) al señor le pegaron la mano, y gracias a la solidaridad y rápida acción de los vecinos, pasará esta Navidad en su casa. Rita, en cambio, sigue con la puerta sin arreglar pero, para compensar, pasará unos días junto al mar. ¡Menudo susto!
* Argentina residente en España.
Me encantó Ana! Gracias.
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