Tolstoi escribió: pinta tu aldea y serás universal. En cada pequeño rincón del planeta se encuentra concentrada la realidad, tratar de aprehenderla y reflejarla lo más diversa y completamente posible, es un objetivo que no siempre se logra con la mayor justicia. No obstante, no claudicamos en el intento.
Poder captar lo que aquí y en la región sucede, como un hecho único y singular que reverbera o se identifica con lo acontecido en otra parte; o a la inversa, bajar a este rincón de la bota lo que, desde lo nacional e internacional, nos involucra, ha sido siempre la línea por la que caminamos desde El Observador.
En esta edición número 22, perteneciente a diciembre, todos los redactores han referido, de lleno o tangencialmente, a las Fiestas que se avecinan, debido a que no es un momento menor del año, sino más bien un punto neurálgico de evaluación de lo andado; evaluación que a veces se extiende hasta mucho más allá de lo que queremos o podemos imaginar.
Desde aquí, nuestro balance es positivo por dos razones simples, básicas y por eso fundamentales: durante todo el 2011 hemos podido cumplir, mes tras mes, nuestra salida a la calle; y ustedes, mes tras mes, han elegido recibirnos en sus casas. ¿Qué más puede pedir un periódico?
Desde allí, ustedes dirán si hemos logrado o no, pintar nuestra aldea. Aldea que en nuestro caso, como periódico de opinión, queda reflejada (o no) más en las voces de quienes referimos a uno u otro tema, que en el simple recogimiento de datos de lo que ocurre en este o aquel costado de la realidad. Fijamos posturas, ofrecimos miradas, aportamos análisis, tratamos de cumplir con dignidad, nuestro rol de estar en el medio de los hechos y el público en general. Y en esta ocasión, decidimos poner en tapa las caras de todo el equipo de trabajo, para acompañarlos un poquito más de cerca en estas Fiestas. Felicidades señores, y a no desperdiciar los instantes.
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