Por Garry
Cuando un jugador se inclina sobre el
tablero, su mente analiza decenas de jugadas y valoraciones de posición. Un
gran maestro puede analizar centenares de posiciones sin esfuerzo, pero su
capacidad y experiencia le llevan por los caminos más sólidos, como si su
percepción fuera una escoba que limpiara el sendero de hojarasca, sin necesidad
de comprobarlo todo. Las posiciones analizadas acaso no existan nunca en la
realidad, solo habrán nacido un instante en su conciencia para advertirle, ¡no!
por aquí no pases, esto acaba en un abismo.
El verdadero campeón busca no sólo en
lo profundo de su mente el orden exacto mediante el cual vencer al rival, sino
que hurga dentro del alma de su oponente para martirizarle con cada movimiento.
Sabido es que una persona incómoda es propensa a cometer errores. Y he aquí un
detalle: no todos sufrimos incomodidad por lo mismo. Hay luchadores que se
sienten inseguros ante lo riesgoso, pero los hay que sufren ante el juego
llano, sin ambages. Ya lo veremos.
En la historia del ajedrez hubo muchos
grandes, cada uno con su particularidad intelectual. El primer Campeón del Mundo
fue Wilhelm Steinitz.
Nacido en Praga, en 1836, estaba
destinado a ser rabino pero mostró muy pronto sus capacidades para el cálculo…
¡matemático! Por ello fue enviado a Viena para que asistiera a la escuela de
altos estudios.
Mas, ay, Viena, en esos años, era la
meca del ajedrez. Wilhelm, muy pronto abandonó todo formalismo para vivir
dentro de los cafés, jugando ajedrez al más rico estilo de la época. Las
partidas se disputaban a toda hora y nuestro pequeño genio se ganaba la vida
apostando por cada juego. En esos años de oro, el estilo mandaba ataques sin
respiro, sacrificios y lances de ocasión que aún se enseñan como arte refinado del
intelecto y la inventiva.
Steinitz seducía a todos con sus
combinaciones de juventud y en torneos batió a los más grandes. Poco a poco fue
creando un estilo propio. Todo campeón lo hace, y revoluciona el saber anterior.
Por curioso que parezca, este nuevo estilo cuajó en la antítesis de su
festejado inicio. Wilhelm fue el creador de una escuela de pensamiento que
rehúsa el sacrificio y el ataque prematuro en pos de la lenta acumulación de
ventajas que incline la balanza hacia un final de partida superior. Algo
inimaginable en la época romántica, en la que todo eran juegos de artificio.
Les dejo una anécdota de este hombre que
llegó a lo más alto del mundo, siendo hoy estudiado por quienes aman el ajedrez
y desean superarse.
Jugaba Steinitz con un rico banquero
llamado Epstein. Surgió una disputa e intercambiaron palabras en mal tono. El
banquero, le dijo: ¡Cuidado, jovencito,
no sabe usted con quién está hablando! Steinitz contestó: Claro que lo sé, usted es Epstein, pero en
la bolsa; aquí ¡Epstein soy yo!
Esta maravillosa respuesta está
catalogada como índice de la personalidad de nuestro héroe, a la cual se le
atribuyen delirios de grandeza. Opino que la anécdota muestra el carácter
avasallante del banquero; Steinitz puso en su lugar al tipo, declarando lo que él
era: ¡un verdadero campeón!
Pregunta
Steinitz jugó el match por el título
de campeón mundial en enero de 1886. Las partidas se jugaron en las ciudades de
New York, San Luís y New Orleáns. ¿Quién fue su famoso rival?
Envía
tu respuesta a elobservadorchabas@arnet.com.ar y la publicamos en la próxima edición. En el
asunto escribe: Ajedrez. ¡Suerte!
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