Ansiedad... de tenerte en mis brazos



Por Ana Guerberof / Desde España

ana.guerberof@gmail.com

Lyle Mitchell, de 49 años, está casado con Joyce, de 51, y tiene un hijo adolescente: Tobias. La feliz pareja vive en Dickinson, un pueblo al norte del estado de Nova York, y trabaja en los talleres de formación de la prisión de máxima seguridad Clinton en Dannemora.

Lyle y Tillie, como se la conoce en su círculo íntimo, pasan juntos casi todo el tiempo. Se levantan a las siete de la mañana, mientras que los hombres toman cereales y zumo de naranja, Joyce se sirve un café con sacarina; está a dieta aunque no logra controlar su sobrepeso. Se propone hacer ejercicio cada día pero lo posterga. Tobey tiene registro pero no auto así que sus padres lo llevan hasta el instituto St. Regis Falls y luego recorren los 85 km hasta el correccional. Una vez por semana, al volver del trabajo se detienen en el supermercado que queda junto a la autopista; los otros días van directos a casa, preparan la cena y se sientan frente al televisor. Tobey —que es hincha del Real Madrid— juega al fútbol y vuelve tarde de los entrenamientos. Lyle y su hijo son voluntarios en el cuerpo de bomberos de la localidad. Los viernes se reúnen con los compañeros. Joyce siempre prepara un sabroso plato para llevar a los encuentros.

El 5 de junio todo cambia en la vida de la familia Mitchell. No acuden al centro de voluntarios, sino que Lyle lleva a su mujer al servicio de urgencias porque esta se queja de un fuerte dolor en el pecho. El médico la examina y le dice que es un ataque de ansiedad. Le recetan tomar Xanax dos veces al día. Lyle atribuye los problemas de salud al trabajo y le sugiere que den un paseo por el río Deer. Tillie prefiere descansar. La medicación la deja exhausta y un poco grogui, dice.

Mientras su mujer duerme, Lyle se sienta a mirar la televisión y contempla perplejo las noticias. Richard Matt y David Sweat se han fugado de la prisión donde trabajan los Mitchell siguiendo un plan que parece sacado de una película de Hollywood. Lyle los conoce desde que ingresaron por asesinato hace más de diez años; cumplían una condena de cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Matt había secuestrado, matado y descuartizado a su exjefe y, más tarde, había acuchillado a un hombre en México. Sweat, había disparado 22 veces contra un policía y, luego, lo había arrollado con su vehículo. En la cárcel, los dos presos se habían hecho amigos. Al parecer esa misma madrugada y valiéndose de herramientas eléctricas, los presos cortaron la pared metálica hasta llegar al intrincado sistema de tuberías de la prisión, perforaron una cañería y recorrieron unos 20 metros hasta salir al exterior por una boca de alcantarillado. Los funcionarios no notaron su ausencia de inmediato porque los hombres colocaron a dos muñecos cubiertos con una manta en su lugar.

Los días que siguen a la fuga son una auténtica locura. La prisión se cierra a cal y canto, ningún preso puede salir de permiso ni ser visitado. La búsqueda reúne a más de 1000 agentes que rastrean toda la zona. Los vecinos, que hasta entonces ni cerraban la puerta con llave, tienen miedo y se atrincheran. Si todavía no tienen armas, las compran.

El 10 de junio tocan el timbre de los Mitchell, la policía busca a Joyce para interrogarla en conexión al caso. Se sospecha que, tras iniciar una relación romántica con los presos, fue ella quien los ayudó a escapar y quien debía esperarlos a la salida con un auto. Pero nunca acudió a la cita, de ahí su ataque de pánico. Lyle contempla atónito a su mujer, la mira pero ve cómo no opone resistencia, no dice: «¿Qué está pasando? ¡Yo no tengo nada que ver!», sino que agacha la cabeza y camina como si hubiese envejecido diez años en tan solo un instante.

Joyce está detenida en espera de juicio. Richard Matt fue abatido la madrugada del 26 de junio en una zona boscosa cerca de la zona. David Sweat fue detenido en la frontera con Canadá dos días más tarde.

Aunque su mujer le confesó que lo sigue queriendo y que hizo todo para protegerlo, víctima de una supuesta extorsión, Lyle no cree que pueda volver a confiar en ella.


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