Por Juan Carlos Ferro
Cuando
sos chico, los mayores te preguntan si hinchás para Huracán o para Chabás. De
adolescente los test del face te hacen elegir entre rubias o morochas. Siendo
ya adulto las decisiones se ponen más complejas, cuando una señora detrás de un
mostrador te tira una lanza al cerebro, en forma de interrogación: ¿las
medialunas dulces o saladas? Eeeeh, no sé. Dame seis y seis, y después que cada
uno elija. No señor, tenga principios y ponga las cosas en su lugar. Las medias
lunas saladas son para rellenarlas de jamón y queso, el mate es amargo y los
botines de fútbol, negros.
Así
va transcurriendo nuestra vida, con encrucijadas y decisiones generalmente
erróneas. ¡¿Por qué pedí mitad de cada
una, si a mí me gustan dulces?! Hoy les propongo una nueva elección, una que
probablemente nunca se plantearon pero que les puede cambiar el resto de su
vida. O tal vez sólo lo haga pensar unos segundos. Al fin
y al cabo la vida transcurre en un abrir y cerrar (para siempre) los ojos.
A
usted, ¿cuál le gusta más: el Dios pulenta del Viejo Testamento o el Dios
sopita del Nuevo Testamento? Actualmente –actualmente desde hace dos mil años-,
se puso de moda el Dios del amor y nos olvidamos de cómo eran las cosas del año
cero para atrás.
Con
perdón de “los modernos”, les voy a decir por qué me gusta más el “Dios viejo”.
Porque era más estricto, más vengativo, más furioso, en fin: más humano. Hasta
jodón era el tipo, ¿se acuerda cuando le dijo a Abraham que sacrifique a su
hijo? Cuando el chabón lleno de lágrimas levanta el cuchillo, lo frena y dice:
¡pará, pará, vos te creés cualquier cosa! Si te digo tirate al pozo, ¿qué hacés?
Abraham, Abraham, ¿dónde estás? Mirá que sos eh, ¡salí de ese pozo!
Lo
que me gusta de esa época, es que la justicia divina era en vivo y en 3D. Nada
del más allá. Los habitantes de Sodoma y Gomorra pagaron sus deudas en la
tierra. Así fueron pasando las cosas: la gente se portaba mal, diluvio;
adoraban ídolos, los mandaba a vagar cuarenta años en el desierto; ganar un
mundial haciendo un gol con la mano, Menem presidente.
Después
la cosa se fue flexibilizando. ¿Qué pasó? El Señor fue papá y se puso sensible.
Y así como Messi después del nacimiento de Thiago no embocaba un gol, Dios
después de que nació Jesús, no castigó más y empezó con eso del amor a los
hombres, paz en la tierra (acá mucho caso no le hicieron) y la música
religiosa. Pero seamos sinceros, las canciones cristianas podrán trasmitir un mensaje
hermoso pero tienen menos poesía que la revista Pronto.
Ahora
ya no se convierten mujeres en estatuas de sal, por el contrario la nueva
modalidad garantista es el perdón de los pecados. Y así, se fue todo al palo
mayor del barco. Con esta nueva forma de justicia, pudimos ver a Videla
comulgando y la tierra inmutable. ¿Se imaginan ese hecho hace tres mil años?,
se hubiera abierto el suelo y una lengua de fuego hubiera sido “la penitencia”.
¡Cómo
extraño esos momentos donde los faraones malvados recibían su merecido, donde
los gigantes eran derrotados con una gomera y los gatos no piloteaban aviones! Fueron
miles de años donde los pecados se pagaban en efectivo y nada del Ahora 12, ni mucho menos un “Ahora Eterno” para saldar
deudas.
Propongo
hacer una protesta reclamando la vuelta del viejo régimen de premios y
castigos. Podríamos hacer piquetes en los pasillos de las iglesias cuando la
gente va a comulgar o poner botellas con vino picado para las ceremonias. En
caso que nada de eso tenga efecto, el último recurso seria dibujarle un globo
con una H roja a la sotana del Papa. Total, como dicen Los Vándalos, “me van a
indultar”.
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