CHILE CAMPEÓN
Por Sebastián Muape
sebasmuape@gmail.com
La
consagración de Chile en la final del sábado 4 de julio, venciendo en los
penales al seleccionado nacional, desnudó una vez más cuestiones de carácter o
de la falta de él en Messi y en la forma en que el mejor jugador del mundo
afrontó los últimos dos compromisos definitivos con la albiceleste. Mascherano
dejó flotando la posibilidad de no volver y Martino llamó a Tévez pero puso a
Lavezzi.
Esperando que la pelota del penal de Higuaín atraviese la
cordillera y caiga en algún potrero mendocino, para deleite de un grupo de
sorprendidos niños cuyanos, quiero advertirle a usted señora, que sólo mira fútbol
para vibrar con los partidos de nuestro seleccionado; y a usted señor, que se
prende en interminables disquisiciones de ronda de mate, que en este artículo
voy a hablar mal de Lionel Messi. Voy a desconocer la soberanía del periodismo
vernáculo y atentaré contra las formas adulonas y maleables que abundan en
estas horas. Es mi deber ponerlos al tanto ahora, para que sean ustedes quienes
decidan o no, acompañarme en estos casi seis mil caracteres. Hechas las
aclaraciones correspondientes y deseando contar con su lectura, continúo.
Resulta que sobre el minuto 89 de la final perdida, el
colombiano Wilmar Roldán cobró un tiro libre de cierto riesgo favorable a Argentina,
unos diez metros fuera del área. Ever Banega se acercó a Messi y charlaron,
finalmente el primero ejecutó la falta con un centrito cualquiera. La última
bola de la tarde, que tensó el ambiente, que hizo que el público local no mire
y que debió ser un misil teledirigido al corazón de las ilusiones chilenas, no
salió del botín zurdo del más brillante de los zurdos. No. Banega, que había
entrado algunos minutos antes en reemplazo de Pastore (un cambio que es un
claro mensaje en sí mismo, respecto de la intención del DT) y que no se
caracteriza justamente por una pegada magistral, va y le copa la parada al
diez, que sólo mira cómo se desinflan los pechos nacionales, resignándose a un
alargue inexorable. Esa postal futbolera desapercibida y poco destacada en los
postreros comentarios periodísticos, es una señal clara de que a Messi le faltó
carácter (también) en esta final. ¿Hubiera el mejor Román resignado una bola así
en los pies de Battaglia? ¿Checho Batista podría haberle discutido tal
circunstancia a Diego? ¿Acaso Carlos Delfino a Manu Ginóbili? Absolutamente de
ninguna manera.
Poniendo la lupa en cuestiones muy puntuales y aguzando
el ojo con cierta malicia predeterminada, uno pudo observar que en los ciento
veinte minutos trasandinos, los compañeros buscaron poco y nada los pies de
Messi. Salvo Mascherano en algunos pasajes, el resto no levantó la cabeza
buscando la posición de Lionel, como para entregarle pelota e ilusiones. De
hecho Di María intentó surcar el campo de juego lesionándose, sin contar
siquiera con su compañía. El astro del Barcelona decidió caminar la cancha por
los costados, entregó la pelota en corto a los compañeros, sin buscar la
descarga letal que lo pusiera de cara al arquero rival. Ya no patea los córners
y a la vista de los hechos, no ejecuta las faltas que huelen a gol. Que se
carajeó con Martino porque arrastran diferencias desde el paso del Tata por el
Barcelona, que gritó en el vestuario porque algo le molestó y que amenazó con
irse, habladurías de alcoba. Mariconeadas. Hace imperiosa falta un Lionel Messi
enojado y gritón en la cancha y durante los partidos, un Messi revulsivo e
imparable que estaquee defensores, una saeta petisa que todo lo pueda. El crack
que corporice, de una vez por todas, el terror que infunde su sola presencia en
los rivales. Se necesita un Capitán que putee a sus pares para que le den todas
las pelotas a él y que no se deje amedrentar cuando lo matan a patadas como
ayer. No se lo vio en la tarde sabatina de Santiago, cuando más falta hacía. O
sí se lo vio, como no lo queremos ver. Nos vamos Messi sin verte, otro mes sin
verte.
Esta edición de la Copa América, además de consagrar a
Chile por primera vez en su historia, dejó algunas certezas. El trabajo
silencioso y eficiente del casildense Jorge Sampaoli, al mando del seleccionado
anfitrión y la forma en que convenció a sus jugadores de que pueden superar
como equipo, al multimillonario plantel argentino corriendo, raspando y sobre
todo, creyendo. El flagrante y doloroso default futbolístico de Brasil sin
renovación a la vista, depositando tanta gloria en un rejuntado. El poco o nulo
interés de México en el torneo. El fulbito colombiano alegre y chévere que
amaga y amaga; pero que sólo amaga. La grata sorpresa peruana, comandada por el
Tigre Gareca y su meritorio tercer puesto. La dependencia uruguaya de Luis Suárez.
La necesidad de Gerardo Martino de pensar a mediano plazo, de elaborar planes
de emergencia para no depender exclusiva y peligrosamente del humor de sus
figuras. La inexorable renovación del plantel, buscando sangre nueva que hierva
en el próximo Mundial.
La última consagración argentina data de 1993, desde ese
momento hasta hoy, incluyendo el trago del sábado, el seleccionado nacional
perdió seis finales, a saber: 3 Copas América (2004 y 2007 con Brasil), 2 Copas
Confederaciones (1995 vs Dinamarca y 2005 con Brasil) y una final mundialista
con Alemania.
Es hora de escatimar regalonas horas de aire, de
dosificar la miel con la que se opina, de no tener miedo a criticar
constructivamente y sobre todo de ponerse a laburar. Martino tiene que diseñar
un equipo que funcione como tal, descartando de plano la esperanza de que lo
salven las individualidades. Como el ánimo de los niños con sus caritas
pintadas y los banderines estrujados, a los que convencimos de ser los mejores
del universo, se caen las palabras cuando el que festeja siempre es el otro.
La casa está en desorden
En medio del escándalo por corrupción en AFA, con fianzas
pero sin confianzas, con extradiciones, presos, árbitros sospechados, pero sin
dirigentes que pongan la cara y demás atentados contra el querido fútbol
argentino, el viernes 10 de julio volverá a rodar la bola
en nuestras canchas. Se va a disputar la decimosexta fecha del torneo local,
que tiene como líder a San Lorenzo (32 p), seguido de Boca (31) y Racing (30).
Por su parte, antes de eso, River (29 p) jugará su partido suspendido con Tigre
en Victoria el miércoles 8 de julio, mientras que el martes 14 recibirá a
Guaraní de Paraguay, en el partido de ida, por las semis de la Copa
Libertadores.
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