Por
Nico Raterbach
Ambiguo, era el devenir del rock de
los ‘60. Por un lado, las compañías
discográficas apadrinaban y ponían en caja a las bandas más importantes, más
populares, haciéndolas parte de un sistema que al rock aun no le importaba
destruir. Por el otro, la música en sí misma encerraba y canalizaba tibios esbozos
de rebeldía, ya desde lo estético, el sonido o un poco menos digeribles líricas,
desvergonzadas pero no tanto. Luego de la invasión de bandas estadounidenses a
Inglaterra, la semilla prendió, Lennon y McCartney se conocieron y la dupla
compositiva más prolífica, tal vez del mundo, dio origen a los Beatles. La
historia más conocida sobre ellos nos cuenta de Liverpool, de los comienzos en
Hamburgo, esa ciudad que funcionaba como el prostíbulo de los mares del mundo y estaba a la
vanguardia de las transgresiones. En esos orígenes sombríos, los “fabfour”, esos
inglesitos esmirriados, dieron al mundo bellísimas canciones. El talento
inconmensurable se podía palpar en la simpleza de sus melodías, aun con la
discreta ejecución y la banalidad de sus letras. Si algo le faltaba a
Inglaterra, para transformarse en la meca mundial de rock, eran los Rolling
Stones. Se forman en el ‘62 y comienzan a girar por los bares de Londres, con
algunos seguidores, entre ellos los Beatles. Un poco desconocida es la historia
según la cual la primera canción que los Stones logran ingresar a un chart, es
compuesta en cinco minutos (y regalada a sus majestades satánicas) por Lennon y
MacCartney. De esa manera, y ayudados por su imagen de facinerosos del rock,
los Rolling se hacen un lugar en el mundo de la música. Luego, el talento, de
esa otra dupla compositiva maravillosa, Jagger-Richards, los mantendría 50 años
en el escenario. Así planteado, con los niños buenos (no tan buenos) y los
niños malos del rock (tampoco tan malos), el antagonismo Beatles-Stones que los
medios de la época querían instalar, quedó muy por detrás de la apabullante
cantidad de canciones inmortales de ambos. Con los ‘60 agonizantes, la guerra
de Vietnam atravesando continentes, el Mayo Francés, la primavera de Praga, el
Che Guevara y cientos de movimientos sociales y políticos que venían a
contradecir la bonanza de posguerra de EEUU y Europa, una generación que debía
heredar imperios comienza a tomar las canciones de ambas bandas como banderas. La contrainvasión, la llegada de músicos británicos a América,
había ocurrido, generando al principio una oleada de féminas histéricas por sus
ídolos. Luego, con la profundización de las líricas, generarían y serian
fundamentales en la aparición del hipismo y movimientos pacifistas en el mundo.
Los ‘60 fueron la multiplicación hasta el infinito del talento y la
proliferación de nuevas bandas y músicos, todos dignos habitantes del Olimpo
del rock. Los Doors, The Who, Jimmy Hendrix, Jefferson
Airplane, versiones mas lisérgicas de la época, con influencias en filósofos y
experiencias con drogas que abrían la conciencia. Resistían esa corriente
algunas bandas digeribles para el establishment y la sociedad estadounidense,
como The Beach Boys, aun así, creadores del surf rock y de geniales temas. También
para esa época, los coletazos del género llegaban a Latinoamérica. En realidad,
una década antes, Eddie Pequenino, un Tonino Carotone primigenio y el primer rocker argento, hacía covers de Buddy
Halley en el barrio porteño de Cabildo. El rock también había prendido en los ‘50
en Perú, donde si bien no fue tan popular y la difusión era mucho más difícil,
podría decirse que está la cuna del rock en castellano. Luego, Sandro y los de
Fuego, Billy Caffaro y otros de nombres más vergonzantes aún, marcarían el
camino del género en nuestro país, tal vez con algunos destellos pero poca
originalidad, algo que aparecería con un poco más de fuerza en los ‘70. No
obstante, las copias no fueron todas malas. Una infancia con un disco de pasta
de “Los Shakers”, uruguayos ellos, me recuerda que la llama ardía a ambos lados
de la rivera. Volviendo a los ‘60, lo notable es que algunos hechos marcarían
la música hasta el día de hoy. En principio, la supremacía británica. Con
honrosísimas excepciones, las tendencias y la aparición de grupos que quedaron,
se dio en la isla. Y a destacar es que, allí, casi en la adolescencia, el rock
empezó a ramificarse y a tomar distintas formas, casi todas bellísimas. La
influencia a fuego de la década aun se escucha en los discos de Oasis,
Elastica, The Last Shadow Puppets. Si hubiera sido posible, alguien debería de haber
advertido unos siglos antes a Beethoven: ¡Hazte a un lado, que vienen los
Beatles (y los Stones)!
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